La puerta del bar chirrió, indicando que se había abierto.
Un hombre en un traje azul, con una boina negra en la cabeza entró al pequeño bar, llamando la atención del hombre que estaba terminando de limpiar el lugar.
El individuo levantó la vista para observar a la persona que acababa de entrar. Lo reconoció de inmediato y resultó sorprendido al verlo en este bar y más a estas horas, después de cerrar. Aunque le llegó la sorpresa, este decidió no mostrarla.
—El bar está cerrado. — Es lo que le dijo el joven que terminaba la limpieza del bar.
—No vengo a consumir, vengo a hablar con usted — respondió el señor quitándose la boina y quedándose quieto a unos metros del joven hombre.
El trabajador dejó de limpiar para fruncir el ceño y observar al trajeado.
—¿Conmigo? — se señaló así mismo, sin entender la situación.
—Si no me equivoco, usted es Cassian Maddox, ¿cierto?
El tipo asintió, dejando la fregona de un lado. Que el trajeado conozca su nombre no le daba una buena señal.
—Sí, soy yo — respondió algo confuso.
—Soy Carlos Blanchet, aunque eso ya lo sabías.
Claro que lo sabía, era el Primer Ministro de Francia, todo el mundo sabía quién era. Maddox decidió asentir sin decir mucho.
—Vengo a pedirle sus servicios — soltó el Primer Ministro.
—Como ya le he dicho, el bar está cerrado y por muy Primer Ministro que sea, no voy a trabajar más de lo debido. Es mi derecho.
Le daba igual si había sonado demasiado arrogante o mal educado, el hombre había tenido una noche de infierno. Siempre solía ser así los viernes por la noche. Lo único que quería era ir a casa y dormir, no ponerle bebidas al Primer Ministro.
—No, no me refería a esto, no soy un bebedor, de hecho, odio el alcohol. Me refería a sus otros servicios.
No le costó mucho comprender a qué otros servicios se referían.
—Imposible — respondió de inmediato.
Para su mala suerte, Carlos Blanchet no era una persona que se rendía al primer no, él seguiría intentándolo. Se acercó a Maddox cuando vio que este iba a volver a tomar la fregona para seguir limpiando.
—Sé que llevas cinco años sin hacer esto, pero te lo ruego, eres el mejor guardaespaldas que conozco. Te puedo pagar millones, de hecho, te puedo dar todo mi dinero, no lo necesito, por favor — rogó Blanchet.
Carlos Blanchet no solía ser una persona de rogar, en si no le hacía falta porque las personas solían escucharlo sin pensárselo. Maddox había estudiado al Primer Ministro y sabía que ahora mismo estaba actuando fuera de lugar. Él solía ser una persona segura de sí mismo y mucho menos se ponía a rogarles a los demás como si fuera un sin techo.
—El dinero es lo que menos me importa en este mundo, si no, no estaría trabajando como camarero. Ya no ejerzo como guardaespaldas, así que no.
Maddox se lo había soltado con seguridad, de nuevo, sin importarle si sonaba como un desgraciado. Se había hecho la promesa de no volver a ese campo y la mantendría.
Cogió el cubo de la fregona y comenzó a andar hacia el almacén, pero la voz de Blanchet lo interrumpió.
—Es mi hija, está en grave peligro. Hay una persona que no deja de mandar cartas anónimas. Al principio pensé que no era muy importante ya que ella suele tener muchos admiradores, pero hace unos días recibí fotos de ella en su casa, fotos muy comprometedoras. Además de que ayer la intentó secuestrar, la policía está en ello, pero les llevará tiempo y hasta entonces necesito a alguien que la proteja, alguien bueno y ese eres tú. He tenido tantos guardaespaldas para ella y ninguno ha resultado ser bueno, pero conozco tu historial, sé que no eres como los demás.
Maddox soltó un suspiro y comenzó a dar media vuelta para mirar al Primer Ministro a la cara. Ahora podía ver mejor su desesperación y estrés. Era un padre preocupado por su hija, un padre que sólo quería lo mejor para ella. Podía ver que sus ojos azules comenzaban a ponerse rojos, un indicio de que podía empezar a llorar en cualquier momento.
Maddox maldijo en su cabeza por llegar a cambiar de idea tan fácil, pero es que entendía la situación del hombre que tenía enfrente. No tenía hijos, pero podía entender lo que es preocuparse de esta forma por una persona que amaba. Volvió a suspirar y dejó el cubo en el suelo para luego carraspear antes de asentir levemente con la cabeza.
—Está bien, lo haré, pero mis servicios no son baratos.
—Pide lo que quieras, no tengo problemas con pagarte — dijo Blanchet.
No tuvo vergüenza al pedir una cantidad de dinero. El Primer Ministro era un multimillonario y algo como eso no era mucho para él. Además de que conocía su valor, era muy bueno en ese campo, no por nada había sido nombrado como el mejor guardaespaldas. Si iba a volver al lugar que se había jurado no volver, lo haría por una gran cantidad de dinero, no por lo poco que cobraba antes. En si no lo hacía por el dinero, pero tampoco quería ser tan blando y mostrar sentimientos frente a Blanchet, así que usaría el dinero como excusa.
—Hecho.
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El protector [+18] © - Nueva Versión
RomanceRuby Blanchet es la hija del primer ministro de Francia. Su vida cambia cuando empieza a recibir cartas anónimas de un admirador secreto, el cual acaba por convertirse en un acosador cuando entra en su casa y le hace fotos mientras duerme. Ella est...