Ruby Blanchet es la hija del primer ministro de Francia.
Su vida cambia cuando empieza a recibir cartas anónimas de un admirador secreto, el cual acaba por convertirse en un acosador cuando entra en su casa y le hace fotos mientras duerme. Ella est...
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CASSIAN MADDOX
No me sentía orgulloso por haber estado esperando toda la mañana volver a ver su cara. Había salido del gimnasio a las tres de la mañana, después de haber tenido una buena sesión de boxeo con el saco. Cuando fui a mi habitación pude ver que Ruby seguía trabajando ya que había luz en su habitación. Pensaba en tocar a su puerta, pero no lo hice.
¿Qué iba a decirle? ¿Qué iba a hacer?
Probablemente la respuesta era 'una estupidez'
Me fui a mi habitación y por el cansancio que tenia me quedé dormido, pero no sin soñar con sus labios. Eso era todo lo que tenía en mi mente.
Cuando la vi en el recibidor mi mirada se fue directamente a sus labios en vez de a sus ojos, pero rápidamente la redirigí.
Nos subimos al coche y comencé a conducir hacia el lugar que me había mandado. Llevaba media hora llegar ya que había mucho tráfico.
Había silencio entre nosotros, la música no estaba puesta ni pensaba darle porque eso sería mucho más incómodo. No sé cuánto tiempo llevábamos en este silencio, pero necesitaba romperlo.
Ni podía creer que no aguantara el silencio cuando al principio era en todo lo que pensaba.
—¿Cómo se encuentra? — pregunté de una y puede que demasiado fuerte ya que la sobresalté.
Ella medio tosió y se incorporó. Seguía mirando por la ventana y no a mí.
—Bien, ¿usted?
—Bien — respondí más suave.
El silencio no tardó en volver a nosotros y pensaba que iba a volverme loco.
—¿Pudo relajarse un poco anoche? — Me di cuenta de lo mal que había salido mi pregunta cuando ella se atragantó con el aire —. Me refería a que, si los nervios del anónimo ya no son tan fuertes, si la lucha la ha ayudado.
—Oh, eso, sí, sí que me ha ayudado — respondió soltando un fuerte suspiro.
Decidí que era mejor callarme, que incluso el silencio era mucho mejor que hablar. No sabia socializar bien después de lo ocurrido.
Parecía un maldito adolescente.
Al rato llegamos al lugar indicado, un refugio para animales.
No entendía que hacíamos un domingo aquí.
—¿No está cerrado? — pregunté saliendo del coche.
—Para el público si, para los trabajadores no. Soy voluntaria, vengo cada mes para ayudar. Debía haber venido el viernes, pero no pude así que tenía que venir hoy como sea.
Ruby tomó la iniciativa y me guio hacia el recinto, ella tocó al timbre y en unos segundos una chica de pelo negro y gafas nos abrió la puerta.
—¡Ruby! — gritó la chica con emoción. Tenía alrededor de diecisiete años.