CASSIAN MADDOX
Diez minutos más tarde entramos a una pequeña oficina de correos. Estaba algo sucia y en muy malas condiciones, por no hablar de que la gente de aquí no parecía captar que ya estábamos entrando al invierno porque todo el lugar estaba congelado. El aire acondicionado estaba al máximo y un hombre calvo y regordete se encontraba tras el mostrador mientras comía donuts y observaba la televisión.
Parecía muy sumido en la pantalla ya que no nos había escuchado entrar. No sé qué era lo que veía, pero parecía que lo estaba divirtiendo mucho ya que no dejaba de reír con la boca llena de chocolate.
La vista era algo asquerosa y el amigo pelirrojo de Ruby se encargó de susurrarlo en cuanto entramos a la oficina.
Me acerqué al mostrador con los tres siguiéndome desde atrás. Carraspeé haciendo que el calvo dejara de prestarle atención a la televisión para prestármela a mí. Me dedicó una mirada de odio, como si acabara de interrumpirle su momento más preciado.
—Necesito los nombres de quienes enviaron una serie de cartas anónimas a una dirección de París — dije dedicándole una mirada fría.
—¿Eres policía? — Negué —. Entonces no puedo darte nada de eso, es confidencial.
El calvo volvió la atención a la televisión, ignorando mi pedido por completo. La sangre se me subió al cerebro en cuestión de segundos.
Le di un vistazo al lugar, especialmente me fijé en las cámaras y en que ninguna de estas estaba funcionando ahora mismo. Era el único que estaba trabajando en este lugar, por lo cual me daba vía libre para hacer lo siguiente.
No tenía ni tiempo ni paciencia para negociar con este hombre. Pasé al otro lado del mostrador, sacando la pequeña navaja que siempre llevaba conmigo en mi tobillo derecho y tomé al calvo por el cuello. Sus donuts cayeron al suelo al mismo tiempo que soltó un grito. Lo presioné contra una pared llevando la navaja a su cuello.
—¡¿Qué estás haciendo?! — me gritó Ruby, yo no le contesté.
—Hay cámaras — me advirtió el calvo temblando.
—Están apagadas — contesté yo —. No tengo tiempo para jugar a ser el bueno y tampoco creo que pueda ser el bueno. Me vas a dar ahora los nombres de los niños que han dejado esas cartas anónimas si no quieres quedarte mudo.
Acerqué la navaja a sus labios manchados de chocolate, haciéndolo temblar más todavía. El calvo se estaba poniendo más pálido con cada segundo que pasaba, creía que iba a desmayarse.
—¿Quieres quedarte mudo? — le volví a amenazar cuando este seguía sin hablar.
Negó de inmediato.
—Guardo el libro en el primer cajón del escritorio, puedes buscar la dirección a la que las cartas fueron mandadas y tendrás los nombres.
Ruby no tardó en pasar a mi lado y abrir el cajón que el calvo le había indicado. Mientras ellos tres buscaban los nombres yo seguía sujetando al calvo para que no hiciera ninguna tontería.
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El protector [+18] © - Nueva Versión
RomanceRuby Blanchet es la hija del primer ministro de Francia. Su vida cambia cuando empieza a recibir cartas anónimas de un admirador secreto, el cual acaba por convertirse en un acosador cuando entra en su casa y le hace fotos mientras duerme. Ella est...