Capítulo 11

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CASSIAN MADDOX

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CASSIAN MADDOX

Sentí como unas manos me movían con brusquedad, pero mis ojos no querían abrirse, todo mi cuerpo me pedía a gritos que siguiera durmiendo.

—Señorito, despierte — Escuché una voz que había creado un eco en mi mente —. Señorito, es urgente.

Los movimientos se volvieron más bruscos y su voz se alzó con cada frase que soltaba. No comprendía lo que sucedía, ni porque estaban interrumpiendo mi sueño.

Parpadeé un par de veces antes de abrir los ojos para encontrarme con la cara de Bernard, el cual me miraba con preocupación y miedo.

—Gracias a Dios — susurró este —. Señorito Maddox, Ruby no está en casa, se ha escapado por la ventana.

Mi reacción no fue inmediata debido a que seguía recuperándome de aquel profundo sueño, pero cuando procesé lo que dijo mis ojos se abrieron de golpe y me levanté del asiento con brusquedad. De inmediato volví a caer al sofá ya que me había mareado un poco al levantarme con tanta brusquedad. Miré al anciano que tenía en frente.

—¿Cómo que se ha escapado? — pregunté intentando comprender la situación, mientras mis ojos analizaban mi alrededor.

¿Cuándo me había quedado dormido en el salón?

—Me he levantado para ir al baño y la ventana de mi habitación da al jardín. Vi una tela blanca colgando y de inmediato supe que venía de su habitación. Toqué a su puerta varias veces y cuando no contestó decidí entrar. Me encontré con la ventana abierta y sábanas atadas para formar una cuerda por la que bajar.

Fruncí el ceño.

—¿Cómo ha sucedido todo esto sin que yo me enterara? Si hace un minuto estaba a mi lado, ¿y cuando me quedé dormido?

—Eso también tiene explicación.

Bernard sacó un pequeño bote de sus pantalones de dormir.

—Encontré esto en la cocina. Me fui a buscarla por toda la casa con la esperanza de que no hiciera nada estúpido y esto resalto en mis ojos cuando analicé la cocina.

Le quité el bote para observar mejor.

Maldita sea. Me había drogado.

Tenía que haber notado que algo raro pasaba cuando me entregó esa taza de té. Ella no solía hacer eso, nunca lo había hecho en la semana que llevaba aquí. Había estado demasiado cansado como para notarlo.

—¿Hace cuánto tiempo se fue? — le pregunté poniéndome de pie.

—No lo sé con mucha certeza, la última vez que la vi fue hace nueve horas — respondió el anciano.

Eran las siete de la mañana, a estas horas podría estar hasta en China si le apetecía. Por suerte su padre fue inteligente y cuando le dio aquel móvil nuevo –porque el otro tuvo que dejarlo con la policía– también instaló un rastreador que te permitía averiguar dónde estaba en tiempo real. Ella no lo sabía.

El protector [+18] ©  - Nueva VersiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora