Capítulo 4

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RUBY BLANCHET

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RUBY BLANCHET

He tenido varios guardaespaldas a lo largo de mi vida. En total seis y de esos seis me he llevado bien con uno. Fue cuando era pequeña y me hacía amiga hasta de los pájaros, no era una mala persona, de hecho, me gustaba esa mujer. Me contaba muchos chistes y siempre me contaba sus intrépidas historias de su mundo, pero se tuvo que retirar porque su hija pequeña enfermó gravemente. Lo siguiente que supe es que su hija murió, ella cayó en una gran depresión y no supe nada más de ella.

Ella fue mi primer guardaespaldas y creo que me impactó de tal manera que por eso no podía llevarme bien con mis otros guardaespaldas.

Mi padre me quitó a los guardaespaldas a los dieciocho, cuando volví del internado, pensó que con escoltas era suficiente y estaba de acuerdo con él. Los escoltas solo se necesitaban para salidas grandes, galas importantes y tal. No necesitaba que estuvieran las veinticuatro horas pegadas a mí.

Ahora, entendía que necesitaba protección debido al acosador que tenía detrás mía, pero, ¿mi padre no podía haber elegido a alguien mejor?

Un día.

Había pasado un solo día y ya tenía pensamientos de muerte acerca de Cassian Maddox.

Era un robot que me vigilaba con cada movimiento que hacía, las dos únicas palabras que soltaba era 'si' y 'no', nada más.

Me estresaba, no tenía con quien hablar, los policías me habían cortado la comunicación con mis dos mejores amigos hasta que no pudieran descartarlos como amenaza, cosa que es ridícula. Luego Bernard -o Bernie, como me gustaba llamarlo y a él no le molestaba- estaba ocupado casi siempre, era el único trabajador de la casa y obviamente tenía su propio trabajo que hacer. No podía estar todo el rato suyo molestando con mis problemas existenciales.

Con mi padre ni quería hablar, aún estaba molesta por no haber consultado conmigo primero lo del guardaespaldas.

Solo me quedaba el robot y no había podido mantener una conversación con él que no durase más de dos segundos.

Pero bueno, esas eran las malas noticias, las buenas eran que por fin había conseguido dormir más de una hora. Hasta esta noche. Eran las tres de la mañana y seguía dando vueltas en la cama intentando encontrar la posición adecuada, pero parecía que mi colchón estaba hecho de hierro.

Solté un gran suspiro al cabo de unos minutos.

No podía más.

Salí de la cama y me dirigí hacia mi puerta, la abrí con sumo cuidado y salí al pasillo, no necesitaba encender la luz del pasillo porque la luz de la luna ya proporcionaba la suficiente para ver.

Bajé las escaleras y me acerqué a la cocina, en la cocina si que no entraba mucha luz, no es que fuera oscuridad total, pero era difícil moverse por esta sin luz, así que si tenía que encender la luz.

El protector [+18] ©  - Nueva VersiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora