Ruby Blanchet es la hija del primer ministro de Francia.
Su vida cambia cuando empieza a recibir cartas anónimas de un admirador secreto, el cual acaba por convertirse en un acosador cuando entra en su casa y le hace fotos mientras duerme. Ella est...
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RUBY BLANCHET
Cinco días habían pasado desde aquella conversación con Cassian en la cocina en plena noche. Desde esa noche no había intentado tener una conversación con él y mucho menos mirarle tanto. Lo que sí había notado es lo mucho que me vigilaba, o en las palabras de mi padre 'protegiéndome'.
Estos días no había salido de casa, como mucho había pisado el jardín para tener aire puro, pero nada más. Había esperado a que mis amigos tuvieran el visto bueno para visitarme y a la vez había trabajado más en mi salud física y mental por mi propia cuenta. Podía decir con orgullo que ya no se me notaban las costillas y menos las ojeras de los ojos.
Había estado comiendo y descansando bien con la ayuda de Bernie y tenía que darle algo de mérito a mi padre. Habíamos tenido muchas comidas juntos últimamente, creo que Bernie había intervenido en ese punto.
Alguien tocó a la puerta mientras me estaba vistiendo.
—¡Un momento! — dije mientras me ponía la lencería.
Ese alguien volvió a tocar a la puerta sin ganas de esperar.
—¡Que ya voy!
Me coloqué la ropa con rapidez, antes de que esa persona volviera a tocar. Justo cuando acabé volvieron a tocar a la puerta.
Abrí la puerta de golpe.
—¡¿Qué?! — le grité a la persona que menos esperaba ver hoy — ¿Qué es tan importante que no puede esperar hasta que me ponga la maldita ropa señorito Maddox?
Le escupí las palabras con rabia. Él no presentó nada de sorpresa.
—Sus amigos han llegado.
—Oh, maravilloso, la próxima vez espere un maldito minuto antes de tocar tanto a la puerta.
—No me gusta esperar.
—A mí no me gusta que me metan prisas.
Los dos nos miramos fijamente a punto de empezar una conversación que destruiría el mundo.
—¿Todo bien por aquí? — La voz de Leslie me hizo tranquilizarme.
En cuanto la miré esbocé una gran sonrisa y no esperé ni un segundo en correr hasta ella y abrazarla.
La había echado muy en falta estos días. No entendí porque la policía necesitó tanto tiempo para darse cuenta de que ella no era una amenaza.
—Te he extrañado tanto — le dije apretándola con todas mis fuerzas.
—Y yo a ti, pero déjame respirar.
Las dos nos reímos ante eso, le di margen, pero no la solté.
—A mi llevas sin verme dos semanas, pero claro Leslie es más importante, cuando la has visto hace seis días. No estoy ofendido ni nada, solo digo que-