- Esa mujer que vuelve loco nunca se que piensa, dos minutos quiere cariños y todo el día me odia y siempre esta con esa cara apática.
El rubio se quejaba mientras sus amigos se carcajadan.
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- Si tanto me detestas lárgate.
Grito his...
Fumar en una noche fría mirando la gente pasar o los carros se estaba volviendo cómodo. Elizabeth había empatizado con Mael, quien le enviaba mensajes constante e incluso había noches que asistía al bar un breve momento; se disfrutaban uno a otro.
- Tu olor me agrada- Dijo Mael sonriendo buscando ese par de ojos oceánicos- Tu fragancia dulce con tabaco.
- ¿Qué de agradable tiene el olor a tabaco?- Le miro curiosa mientras expulsaba el humo.
- Aunque no lo creas, cada que huelo tabaco me recuerdo de ti y me dan ganas de tenerte a mi lado.- Sigiloso acerco su mano a la mano de Elizabeth.
- ¿Me estas coqueteando?- Giro su rostro para mirarse frente a frente, Elizabeth miro los ojos azules de Mael y bajo despacio su mirada a sus manos. La mano de Mael estaba sobre la de ella. Dándole calor.
- Si, me agradas y me gustaría tener citas contigo. Conocerte más a fondo, descubrir cada faceta y perderme en tu mirada indiferente. Me gustas.
Mael se acerco despacio llevando su otra mano a la mejilla fría de Elizabeth, quien estaba perdida en lo mencionado.
- Vuelveme loco- Beso la mejilla de Elizabeth-Pon mi vida de cabeza- beso su otra mejilla- Permiteme cruzar la línea y cortejarte.
Se alejo levantando la mano de Elizabeth para besarla. Elizabeth estaba perleja con su mirada buscaba a donde escapar.
- Y-yo...
- No necesito un respuesta hoy, piénsalo. Me voy que te vaya bien.
Volvio a besar la mano de Elizabeth regalandole una mirada calida para después marcharse perdiéndose en la multitud.
¡¡Mierda!! Eso pensó Elizabeth miro su cigarro; se consumio como su mente.
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Caminaba sumergida en sus pensamientos buscando solucionar el caos en su mente. Meliodas y Mael. ¿Las Diosas la odiaban? Siendo honestos Mael no le era indiferente.
Poniendo una balanza era como el bien y el mal. Mael parecia un ángel era bondad y amor e invitaba a surcar los cielos buscando un paraíso... Meliodas parecía un demonio que buscaba saciar su lujuria en ella, devorarla poco a poco para después irse. La respuesta es bastante sencilla.
Suspiro por última vez y abrio la puerta, Meliodas parado en la ventana hablando por teléfono al verla sonrió malicioso.
Elizabeth se quito su abrigo negro mientras él continuaba hablando. Sentia la mirada lujuriosa del rubio, la comia con la mirada. Usaba un bralatte blanco, una falda café y unos zapatos negros.
Meliodas termino su llamada deseaba meterse entre la piernas de esa chica.
Se acerco deprisa a besarla, sus labios tenían un sabor a frambuesa por su labial, sostenia con firmeza su nuca para no dejarla escapar. Elizabeth sentia que su corazón saldría en cualquier momento. Ya no podia ocultarlo le gustaba. Sin saber más que su nombre le gustaba. Le agradaba la manera en que paseaba sin pudor sus manos por su cuerpo pálido, la manera en que la destruía para volverla armar, su sonrisa lujuriosa, sus ojos verdes intensos que la derriten sin necesidad de tocarla.