- Esa mujer que vuelve loco nunca se que piensa, dos minutos quiere cariños y todo el día me odia y siempre esta con esa cara apática.
El rubio se quejaba mientras sus amigos se carcajadan.
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- Si tanto me detestas lárgate.
Grito his...
—cuando tu hija crezcaserá un problema, tus hombres se fijaran en ella— dijo una mujer que conversaba con mi progenitora mientras yo tocaba el piano.
— Elizabeth te equivocastecomienza de nuevo— grito mi progenitora furiosa— Lo sé, ayer xx me dijo que mi hija será hermosa una vez que crezca, tiene 7 años y ya es un problema.
Desperté de golpe toque mi rostro lágrimas resbalaban por mis mejillas, abracé mis piernas odiaba recordar esos momentos de mi vida ¿por qué me odiaba tanto? ¿Por qué no pudo ser una madre cariñosa y presente? Escuche golpes en mi puerta se abrió y ahí estaba mi Sol, mi padre entrando con una charola con comida.
— No debiste molestarte yo podía ir a la cocina.
— ¿No puedo consentir a mi pequeña?— coloco la charola en las piernas de la albina y beso su cabeza logrando que ella suspirara tranquila— En treinta minutos salgo a la clínica.
— Te acompaño.
Desayuno tranquila, se alistó y al salir del edificio una vez más estaba el chico de cabellos gris azulado. Elizabeth rodo los ojos ignorandolo intento continuar.
— Elizabeth no respondes mis mensajes — Dijo sonriendo saludando a Bartra quien miro a Elizabeth regañandola con la mirada.
— He estado ocupada, si me disculpas tengo prisa— Él recordó como su relación siempre fue así con la indiferencia de la albina, nunca sabia que pensaba no podia leerla.
— Cariño quédate yo iré solo, no te preocupes— dijo compresivo Bartra, Elizabeth se llevo la mano al tabique de la nariz, le desagradaba estaba situación.
Bartra camino dejando solos al chico que no dejaba de buscar su mirada.
— Tienes diez minutos— de su bolso saco un cigarro, fumar la ayudaba a calmar su estrés.
— Es irónico fumar cuando tienes un padre enfermo— dijo sarcástico, Elizabeth frunció el entre cejo y expulso el humo de sus pulmones a la dirección del chico.
—Elizabeth de verdad deseo trabajar duro para recuperarte.
— Pense que te había quedado claro que yo no tengo intenciones de regresar cuando terminamos te lo dije nunca íbamos a la misma dirección fuera de la cama discutíamos constantemente. De verdad no quiero ser grosera solo deseo tu amistad no más.
— Pensé que con el tiempo cambiaras de opinión de verdad te sigo queriendo.
— Lo agradezco pero busca alguien más.
— Tienes alguien mas ¿verdad?
— No y aunque lo tuviera no es de tu inconveniencia, me voy.
Una vez más la vio partir como aquel día en que lo dejo con los sueños y esperanzas rotas. Le quería demasiado pero agradecía la sinceridad de la albina, guardo sus mano en su abrigo y siguió su camino era momento de soltarla.
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