25 Desayuno.

200 16 23
                                    

El tráfico y el cansancio fastiaban a Meliodas solo quería llegar a casa darse un baño y dormir hasta tarde. Su plan es perfecto.

Al llegar a su departamento escucho música, sus sentidos se alertaron no esperaba visitas a demás ¿quien se anuncia así?. Abrio la puerta despacio  silencioso camino a donde provenía el ruido, solto una sonrisa al ver a una albina cocinando y cantando con una espátula en mano simulando un micrófono. Movia sus caderas de un lado a otro, sus cabellos plateados se meneaban dándole un toque muy sensual y la canción de fondo daba un gran espectáculo. Ella podía obtener lo que quisiese con una mirada o sonrisa, cualquier hombre movería tierra, cielo y mar para retenerla.

— Pense que estarías más tarde— dijo abrazándola por la espalda besando sus hombros. Elizabeth dio un pequeño brinco asustada no lo había notado, debia ser más precavida ¿quie hubiese hecho si entrará alguien más?

— Considere en llegar antes y recibirte con el desayuno.

— Eres tan tierna que no se si arrodillarme y pedir que te quedes o dejarte ir poque eres demasiado.

Elizabeth se dio la vuelta inclinándose un poco para recargarse en la frente del rubio— Eres un demonio lujurioso y yo una loca que vendió su cuerpo al mejor postor. Supongo que vamos en la misma sintonia.

— No hagas tratos con otros demonios. Solo vende tu alma a mi.

Meliodas deslizo sus brazos por la cintura de Elizabeth para alcanzar la estufa y apagarla. Ella se acerco un poco más para besarlo. Sus lengua danzaban despacio disfrutando de este dulce momento. Él no podia creer que ella estaba aquí, pensó por un instante que ella le mintio y no estaría al llegar.

— Vamos a desayunar— su voz suave acaricio el corazón del rubio, quien dejaba pequeños besos por el rostro de la albina.

— Más tarde, déjame disfrutarte.

— No— Elizabeth puso su dedo sobre los labios del rubio para alejarlo.

Meliodas le sonrió amable ¿como ella lograba poner su mundo de cabeza? Al mirarla fijamente percibió su mirada triste instantáneamente la abrazo acariciando su espalda, ella se sorprendio un poco no estaba preparada; su corazón se acelero y sus lágrimas caían. Meliodas se percato como ella gimoteaba suave apenas audible.

— No lo guardes, sacalo. Yo estoy contigo— Como si hubiese derribado un muro, Elizabeth comenzó a llorar devastada aferrándose al rubio. Poco a poco se fueron dejando caer en piso, él continuaba acariciando su espalda no diría nada hasta que ella lo hiciera.

Después de un largo rato ella se aparto cubriendo un poco su rostro, Meliodas tomo las manos de ella; viendo sus ojos rojos e hinchados, sus mejillas teñidas de carmín con rastros de lágrimas.

— ¿Estas mejor?— ella asintio y Meliodas volvio acercarla recargandola en su pecho— Desconozco que te atormenta pero si te sirve estoy dispuesto a caminar contigo por ese desastre.

— No tienes por qué hacerlo, solo tenemos sexo no es como que tengamos una relación.

Meliodas sintió como se levantaba el muro alrededor de ella una vez más, sería difícil retenerla— Tienes razón, sin embargo hasta para tener una aventura se necesita confianza.

Mentira. Él jamas se había interesado en alguna aventura; solo le interesaba ella. Elizabeth se alejo de él e intento ponerse de pie él de un suave tirón la regreso al suelo volviendo abrazarla.

— Deberiamos desayunar.

Meliodas se puso de pie para ayudarla, noto un nerviosismo en su mirada ¿que tendrá ahora? Es tan difícil entenderla. Al dar el primer bocado se percato de un sabor extraño y desabrido.

Vuelveme Locx.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora