- Esa mujer que vuelve loco nunca se que piensa, dos minutos quiere cariños y todo el día me odia y siempre esta con esa cara apática.
El rubio se quejaba mientras sus amigos se carcajadan.
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- Si tanto me detestas lárgate.
Grito his...
Meliodas miraba por la ventana una tarde nublada quizas más tarde lloverá. Escucho la puerta abrirse sonrio de lado al verla. Usaba un sueter negro con una falda de mezclilla, unas mallas oscuras con unas botas negras cortas y esa gabardina amarilla que le daba un toque infantil. Se puso de pie para recibirla.
— Tu gabardina parece un impermeable para lluvia— Dijo Meliodas mientras le ayudaba a Elizabeth a quitarse la gabardina. Ella rodo los ojos ¿cuantas veces había escuchado eso?
— Es un regalo de mi padre— Meliodas puso su mano sobre la espalda de Elizabeth para llevarla a la mesa.— No sabia que en esta zona habia restaurantes con cuartos privados.
Elizabeth miraba hacia todos lados mientras tomaba asiento.
— Hay muy buenos lugares por los alrededores.
— Es extraño que me cites aquí.
— Tuve un día de trabajo saturado, me he saltado el almuerzo y la comida.— Elizabeth seguía analizando su alrededor no era la misma atmósfera erotica y toxica en la que siempre la envuelve, esta vez se sentía tranquila haciéndola sentir incomoda hasta cierto punto.
Quizas simplemente era el lugar por eso el rubio se mostraba diferente. Comían en un silencio incomodo para Elizabeth quien no paraba de pensar que el rubio se traía algo entre manos.
—¿Hoy trabajarás?
— Si, no puedo quedarme contigo ni cansarme demasiado tenemos un evento y debo de estar bien.— Elizabeth busco en su abrigo, Meliodas pensó que serían sus cigarrillos esa mujer fuma como chimenea. Se sorprendió cuando ella le dio un folleto del evento; un grupo musical. El aroma a tabaco se hizo presentecomenzaba a predecir los movimientos de la albina. Ella sostenia un cigarrillo electrónico sin despegar su mirada del rubio.
— Parece prometedor.— Meliodas acaricio el pálido rostro de Elizabeth acercandola un poco a él. Ella expulso despacio el humo con olor a Frambuesas. Beso despacio los labios de Elizabeth, no habia algun rastro de lujuria era algo diferente. Elizabeth puso su mano sobre el hombro del rubio.
— Sabes a nicotina con frambuesas— dijo suave contra los labios de Elizabeth. Logrando una pequeña risa en ella. El rubio dio pequeños besos repartiendolos en sus mejillas y frente.— Cierra los ojos.
Elizabeth estaba incrédula por lo que sucedia ¿él era el mismo enano pervertido que había conocido? Quizas había sido abducido por los aliens. Sus intensos ojos verdes no se apartaban de los suyos con cierta desconfianza cerro sus ojos.
—Abrelos.
Los abrio despacio teniendo de frente una cajita azul, Meliodas le sonrió y ella la tomo la tomo despacio, al abrirla se sorprendió cerrandola de inmediato.
— No puedo aceptarlo.— dijo seria regresando la cajita al rubio.
— Los compre para ti no puedes rechazarlos— Elizabeth volvío a negarse— Te mencione una vez que podría traerte beneficios ¿que tiene de malo aceptar un presente?
— No voy aceptar regalos. Será mejor así.
— Entonces ¿que quieres?— Meliodas tomo la mano delgada y suave de Elizabeth y comenzó a dejar pequeños besos. Con su lengua comenzó a lamber entre los dedos de la albina haciéndola estremecer.
—y-ya te dije que no puedo quedarme esta noche. Tengo que trabajar.
— ¿podemos hacerlo una vez?— su mirada verde candente derretía a Elizabeth quien solo asintió. Dejandose llevar por el rubio a un cuarto de hotel para devorarla.
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