Avanzó temblando de emocion por la espiral del cielo. Murmuró tu nombre solo para mí, camino entre cadáveres como si no estuvieran allí.
Por favor llama y repite mi nombre como hiciste aquel día.
Te lo ruego solo di mi nombre, por favor una vez má...
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En la noche, días después, Galatea se encontraba en el cuarto de Erwin escondida bajo la sabana mientras jugueteaba con su conejo, haciendo diferentes voces para alejar la soledad en ella.
La habitación era cálida y siempre olía a limpio por lo que prefería dormir ahí que en su propia habitación en la sección de las mujeres.
Después de todo Erwin fue el primer hombre al que no le tenía miedo y en el que mas confiaba en el mundo.
Todo en un proceso de un año entero.
Después de un rato destapó su cuerpo para divisar por milésima ves la rústica habitación, con el escritorio bien ordenado con libros y papeles.
Su closet de donde se lograba asomar un poco del equipamiento tridimensional que solía usar diario y su uniforme colgado en un gancho en la pared, bien limpio para usarse al otro día.
Ella siempre veía ilusionada aquel uniforme con la esperanza de algún día ser capaz de portarlo, aún que las visitas insistentes del doctor simplemente terminarán por desanimarla más y más.
"Si no comes bien, no te desarrollarás correctamente y te volverás de salud delicada", le repetía en cada sesión.
¿Pero que podía hacer?, simplemente su estómago revoloteaba al oler el hedor de la carne y la sopa cremosa que daban dentro del cuartel.
Lo único fácilmente digerible era el pan que daban como acompañamiento, el cual no apoyaba los nutrientes suficientes según ese hombre.
Aquello junto con leche era casi siempre su desayuno y cena, pero muy en el fondo ella realmente quería comer con normalidad y dejar de preocupar tanto al rubio.
Comenzó a sentirse deprimida e instintivamente bajo de la cama con conejo en mano para ir hacia la puerta en busca del mencionado.
Su lugar seguro.
Vigilando no ser atrapada por los pasillos, Galatea recorrió el lugar hasta la sala de reuniones en donde se suponía que Erwin se encontraba.
Afortunadamente no había nadie cuidando la puerta así que sigilosamente se acercó a esta de puntitas para pegar su oreja en la madera y ver si lograba escuchar algo.
No por nada en especial simplemente quería saber de que tanto hablaban en las reuniones para que dentro de su cabeza creará escenarios ficticios en donde era la mano derecha de Erwin en aquellas reuniones.
Un verdadero sueño para la niña.
Movía su oreja por toda la puerta esperando que en algún punto logrará tener una mejor audición que solo unos pocos murmullos inentendibles.
