• Memories: Discussion •

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Diluc dio un suspiro mientras se acomodaba la chaqueta de su uniforme y miraba su reflejo en el espejo de su habitación.
               

Su cabello pelirrojo se había vuelto mucho más rizado y rebelde de lo que recordaba ahora que había crecido hasta su cintura, así que pensó que sería una buena decisión atarlo en un moño alto hasta que pudiera recortarlo un poco.
               

Acomodó la liga para el cabello con cuidado y lo ató en una coleta, dándole un aspecto un poco más serio y ordenado comparado a su melena suelta y salvaje que acostumbraba llevar.
               

—Maestro Diluc, su padre lo espera en la oficina. —La voz de Adelinde al otro lado de la puerta le hizo suspirar otra vez, aún con el pensamiento en su cabeza de no entender a qué se debía la necesidad de una reunión en este momento.
               

Cuando en unos minutos ya debía volver a Mondstadt para iniciar sus labores dentro de la Sede.
               

Se encaminó con paso calmo hasta la oficina de su padre que se encontraba en el primer piso, notando al instante que Kaeya no se divisaba en ningún lado. De seguro tenía un turno de madrugada, y no volvería hasta la hora de la comida.
               

—¿Padre? —Un par de golpecitos en la puerta bastaron para que el hombre supiera de la llegada de su hijo, irrumpiendo en la habitación cuando un suave “adelante”, fue escuchado. —Adelinde me comunicó de la reunión.
               

—Hijo mío. —Crepus se quitó sus gafas de lectura para depositarlas sobre la mesa, apartando la vista de una pila de documentos que debía revisar, seguramente de insumos y compromisos comerciales de la bodega. —¿Ya debes partir a Mondstadt?
               

—Eso es correcto. —Afirmó el Ragnvindr menor mientras se acercaba hasta la silla frente al enorme escritorio, sentándose allí al mismo tiempo que otro suspiro se escapaba de sus labios. —¿Qué ocurre? ¿Hubieron inconvenientes durante el Ludi Harpastum?
               

—¡Oh, no! Por supuesto que no. —El hombre le dedicó una sonrisa amplia ante la mirada seria de su hijo. Sabía que Diluc estaba intentando averiguar el motivo por el que lo había llamado, así que no se sorprendió del todo al sentir sus ojos, normalmente cálidos, volviéndose calculadores en su dirección. —Toda la seguridad estuvo perfecta, enviaré de inmediato una carta de agradecimiento y felicitaciones por el buen manejo al Gran Maestro.
               

—Padre, sabes que no es necesario…
               

—Pero todo estuvo excelente. ¿Por qué no quieres recibir halagos por el buen trabajo?
               

Diluc solo frunció sus labios en una delgada y tensa línea. No quería decirle a su padre que esas “cartas” que eran enviadas a la sede no le ayudaban en nada. Solo provocaban que los rumores incómodos que se habían disipado, regresaran.
               

Que su propio padre lo alabara se prestaba para malas interpretaciones, como si hubiesen conflictos de interés si supieran que el heredero Ragnvindr recibiera felicitaciones de su propio padre por cuidar sus terrenos. Era incómodo e innecesario.
               

—No lo hagas, solo hacía mi trabajo. —Fue la única respuesta que pronunció el menor, recibiendo una mirada bastante extraña de parte de su padre. Era su hijo, era obvio que podía intuir que algo más era lo que le molestaba, pero no presionó sobre ello.
               

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