En el Mombacho, en la poza de las aguas transparentes de donde está a punto de alejarse, Xintal intuye un movimiento de aguas precedido por un golpe de brisa. Se vuelve, animada por lo liviano que de repente siente el corazón, y ve como el agua se deshace en anillos concéntricos y se queda quieta mostrando el reflejo de Sofía aligerado de sombras. Xintal introduce una mano en el agua, pero ya el reflejo no se bifurca como antes; el destino de la muchacha se ve limpio y claro; el jaguar, la serpiente y el pájaro convergen en su centro. A través del agua, Xintal tiene la visión del tiempo rompiendo el círculo y liberando a la mujer de los designios torcidos de la madre; vislumbra la disolución del rencor y el hechizo del abandono y sabe que la ceremonia del rocío surtió efecto: Flavia encontró el agujero abierto en la fatalidad y condujo a su madre a través de la membrana espesa del infortunio. Sofía había llegado al fin de su búsqueda, podría mirar su imagen en el espejo, reconciliarse con la oscuridad de su origen, romper las profecías y empezar a vivir su propia vida. La vieja sonríe su sonrisa antigua y comienza a caminar despacio hacia su casa mientras el sol rojo del atardecer enciende las llamas vegetales del volcán.-