[COMPLETADO] Durmiente +Revali x Lector/a +

De Lamentos y Enfrentamientos

Glosario para este capítulo:
T/N: Tu Nombre
N/A: No Disponible
P.O.V: Punto de Vista

___N/A P.O.V__

"Debe odiarme, definitivamente debe odiarme" pensaba Zelda mientras cerraba su diario antes de ir a la región Gerudo, la única expresión que había visto en el estoico caballero de escolta fue confusión, confusión por haberle gritado cuando estaban en el santuario aquella ocasión.

Seguramente la odiaba por ser un miembro de la familia real incapaz de despertar su poder, o tal vez porque siempre sentía incluso enojo por tenerla cerca.

Tantas emociones, pero ninguna solución.

Lo bueno era que Urbosa le había llevado al desierto en excusa de ajustar a Vah Naboris, eso alivió profundamente su corazón, pasó el día averiguando funciones ocultas o actuales en la bestia divina, al terminar, seguían arriba de esta, y la matriarca le hablaba de cosas triviales.

Juntaron diversas cosas cómodas, varias almohadas y un tapete, Naboris estaba sentada alrededor de las estatuas de las siete heroínas, una especie de lugar preferido para Urbosa, ella le platicaba anécdotas tontas, o tiernas sobre la reina fallecida, cosas que su padre jamás hubiera dejado que Zelda escuchara.

-Tu madre adoraba las cosas dulces y frías, así que una vez intentó usar una varita de wizzrobe de hielo para congelar un dulce que se había derretido con el sol- decía la mayor, intentando aguantar su risa -Tardamos tres días en descongelar el plato, y aun así se comió el dulce- estalló a carcajadas mientras la princesa reía por igual.

Luego hubo silencio, la matriarca le miraba con suavidad -Veo que aún no te llevas bien con ese voe, mi rayo de luz- comentó, la sonrisa en Zelda se desvaneció, miró al suelo -El me odia-

-¿Te lo dijo directamente?¿Te ha hecho malas caras?- preguntaba Urbosa recargándose un poco en una de las almohadas, la joven paseó un dedo sobre las costuras coloridas del tapete, sus ojos fijos en los vivos patrones-No... Pero sé que me odia, todas las princesas antes que yo han logrado despertar su poder antes de ser adolescentes, y yo? Pronto cumpliré 17 y no he logrado nada, según el oráculo de la corte, soy la princesa destinada a detener a la calamidad pero aún así soy la que menos ha podido... Hacer su parte, el me odia por eso, y hubo esa otra vez en la que le grité y-

-Zelda- le llamó la gerudo tomándole de la barbilla haciendo que le viera -Estás proyectando mucho tus inseguridades en ese muchacho, y sólo te estás haciendo daño con eso - ablandó su expresión, con la misma mano empezó a acariciar su mejilla de manera materna -Haz trabajado muy duro, deberías reconocer eso... Todos los campeones te seguimos, porque eres alguien con una determinación de hierro, sé que lograrás despertar tu poder, pero hasta que ese momento llegue, no hagas suposiciones sobre cosas que no sabes si son ciertas- le decía.

Ya estaba atardeciendo, la princesa parecía más tranquila, pero aún no deseaba mirar a Urbosa a los ojos, desvió mejor su atención al casco del trueno que reposaba a un lado de ellas, la matriarca llevaba ese objeto a todos lados consigo para evitar que el clan Yiga pusiera sus manos sobre este.

-Tal vez...- se limitó a decir.

La mayor recargó la cabeza de Zelda sobre su hombro mientras acariciaba la rubia cabellera de la princesa en un gesto suave y tierno -Descansa un poco mi rayo de luz, mereces al menos un par de horas sin cargar el mundo en tus hombros-

Arrullada, Zelda fue cerrando los ojos hasta quedarse profundamente dormida, en cuanto lo hizo, Urbosa chasqueó los dedos, una general gerudo apareció en el lugar -¿Matriarca?-

-Díganle al voe que acompaña a la princesa que puede escoltarnos de vuelta a la ciudad gerudo al caer la noche- ordenó, aun sin dejar de acariciar la cabeza de su protegida, en cuanto su servidora se fue, hizo que Naboris se pusiera de pie para caminar, posicionándose entre el bar Sekken a camino abierto hacia la ciudad gerudo.