De un impulso se sobresalta, abriendo sus parpados con demasía, surgiendo un nudo catastrófico en su garganta, soltando todo aquello que la amarra y escupiendo con amargura el agua que recita en su interior. El resurgir del ardor no se hace esperar y los temblores constantes del cuerpo, al observar su alrededor, se queda petrificada al recordar, porqué se encuentra ahí mismo.
¿Sobrevivió, logró salir de aquello con vida?
-Este debe ser el cielo, ¿No?-Le parece ridículo, ya que esta muy segura que sintió su mismo corazón detenerse, no es que sea experta en la muerte o ya haya pasado por eso, sin embargo algo tan fuerte como esa experiencia, no pudo ser simplemente un desmayo.-Gracias a una nueva oportunidad, supongo... sin un centavo.
Suspira, resignada.
Extiende su mano, con la esperanza de todavía tener el sobre en su mano, aunque sea tener un poco de dinero, seguramente su padre ni siquiera le hizo falta su ausencia, pero el dinero si, arrepentida de seguir viva, ya que no se lanzo por ella misma, logro obtener su paz y la decepción la abruma de regreso a su realidad.
-¿Uh?-Sus ojos se detienen en la ropa singular, abriendo con espanto sus parpados, bajando la mirada a sus piernas, donde esperaba encontrar su falda escolar, pero-¡Ahh dios!-no, resulta que es un largo vestido rosa pálido, con manga larga, que la aturde y a quién no, sospechando que quizás algún pervertido la habrá vestido.-¡Claro, si! Es imposible que haya sobrevivido sin ayuda.
Aunque no sabe si sentirse bien con eso o asustada.
El sentimiento es sumamente asqueante ante la idea de ser arrebata de sus ropas y que siquiera el pervertido la haya vestido como cobro de salvarle su vida, no, peor que eso, quizás sigue allí mismo y ella ni siquiera se ha dado cuenta, girando su mirada latente a cada orilla del lugar, jadeando de miedo y transpirando terror, tomando la primer roca que encuentra, presionando con ella del nerviosismo.
¿Cómo pudo pasarle eso? ¡Dios! Ninguno hombre en su vida la ha visto desnuda y ahora resulta ser ese pervertido el primero, que desgracia.
-¡Sal de allí donde quiera que estés!-Le reta, mordiendo su labio inferior, apretando con la mano libre su pecho acelerado por los latidos nada saludables, esperando segundo tras segundo, de lo más eterno.-Dios, en qué diablos me he metido.
Los minutos pasan, secando el sol sus ropas de mejor manera, mientras el agua sigue pasando por sus piernas y el frío se esfuma, pero sus articulaciones se entiesan de estar en la misma posición por una hora, si, una hora para encontrarse con el supuesto pervertido depravado, suspirando al darse cuenta que quizás huyo, librando ese pesor de su pecho.
-Malditos enfermos mentales.-Maldice, poniéndose sobre sus pies y sacude su incómodo vestido, que por cierto, jamás suele vestir ese tipo de ropa, la última vez que uso uno, fue cuando su madre todavía estaba viva, en su séptimo cumpleaños, en esos tiempos las cosas todavía iban bien con su familia, bueno, no hasta que falleció.
Lo que agradecía es que no llevaba uno de esos molestos zapatos con tacón, eso si que le ponía de mal humor, caminando con desgana al otro lado, sin tener idea que camino tomar, pero si el pervertido la encontró, eso quiere decir que más de alguna casa debe estar cerca y pedir indicaciones.
-Problema resuelto.-Sonríe, tratando de encontrar el lado bueno, que en momentos de aflicción, es su dilema, no hay mejor medicina que las ventajas, aunque existan muchas desventajas, ver por las buenas crea un aire positivo, por más negativa que sea la situación.
Que las desgracias de su vida la haya orillado varias veces a la depresión, no significa que otras personas pasen lo mismo que ella o mucho peor, pero aún así luchando por sus vidas, Carter se encargaría de hacerle comerse sus propias palabras de todos aquellos que la despreciaron.
Poniendo en primer lugar a su padre.
Al despejar unas cuantas hojas de su vista, para ser más exactos unas ramas, estando en el punto más alto y así facilitar su mirada al punto de población, une sus cejas confusa al ver varias casas de madera, en mala condición, bastantes humildes, sin un suelo firme, sino en el mismo polvo, leña y gente caminando de un lado a otro con vestimenta humilde.
-¿Siempre existió una aldea cerca de mi trabajo?-Se cuestiona, rascando su cabeza confusa, soltando un bufido, al mirar de nuevo el río.-Debí recorrer kilómetros.
Elevando el incómodo vestido para empezar su caminata al dichoso pueblo, todavía húmedo y helado, pasando de rama en rama, escuchando animales por doquier, saltando de vez en cuando del susto cuando miraba una araña, su mayor fobia, no las tolera, siempre gritaba cuando encontraba más de alguna en la casa.
Su padre que no hacía nada en casa, Carter se la pasaba todo el día en la calle, no porque quisiera, sino que tantas responsabilidades la tenían presionada, esperando su padre en casa para golpearla y robarle su dinero, siendo su hogar el último lugar que lo llamaría una casa para vivir.
-¿En serio debería regresar y si mejor me toman por muerta? Haría una vida desde cero.-Suspira.
Pasaron los minutos y por fin llego, escuchando el crujir de las ollas de comida, siendo revueltas con unos palos grandes, el fuego resurgir de la leña y unos hombres cargando madera, bajando por sus frentes gotas de sudor, pasando su palma sobre ello, haciendo una mueca de lo desagradable que le pareció.
Eso no fue lo más extraño, sino la vestimenta de las personas, parecían coordinados en un mismo estilo, los hombres con ropas que parecían trapos, casi colgando de ellos, desgastadas y sucias, rascando Carter su piel de lo incómoda que se sentiría eso en su piel. En cambio las mujeres, con largos vestidos, no como el suyo, parecía que el suyo destacaba de todos por su tela y color, en cambio el de las damas era opaco, desgastado y sucio.
No obstante, algo parecía muy característico en todos, sus ojos rasgados...
Como los suyos.
-¡Señorita Foster!-Se incómoda Carter cuando siente un par de manos, tomando de sus hombros, viendo a una mujer muy desconocida, llamándola con ese apellido con seguridad, como si la conociera, retrocediendo Carter confusa.
¿Foster?
-Debió confundirme con alguien más.
La chica, que parece ser más joven que Carter, tiene su cabello castaño como el suyo, pero es más pequeña de estatura, con sus ropas casi grises de lo desteñidas que están, retrocediendo con confusión.
-Hazel,-Escucha otra voz femenina detrás suya y se gira, viendo una mujer adulta, caminando con furor y puede notarlo en su tono cuando le nombra con otro nombre, con dolor y resentimiento, siendo intimidada por su actitud.-tú niña mocosa.
-Dios, me confunden con al...-Se queda perpleja cuando su rosto se gira al momento que la mano de esa mujer impacta con su rostro, sintiendo el ardor y la sangre subirle hasta el cerebro.
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Vals del Destino
FantasyCarter en un accidente creyó morir despertando en otra época monárquica, sin embargo cuando duerme regresa a su vida cotidiana, con la clave de superar los problemas de sus sueños extraños con la información que posee en su presente, con tal de deja...