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-¿Y la señorita de Vorkshire?-Pregunta el concejal, ladeando una ceja cuando se da cuenta que se trata de la pueblerina, ¿así que se ha rendido? De todos modos jamás iba a pasar las pruebas, no con él al mando, jamás permitiría que el príncipe se sintiera ofendido con la presencia de tal aberración.-Por no venir, ha perdido este examen también.

Siendo el examen de costura, le ha llegado la carta de la excusa del porqué ha faltado, pero ni siquiera se molesto en leerla, sino la tiro, ¿De qué sirve leerla si igual tiene el examen perdido? Que falta de preocupación, una concubina digna del príncipe debería tener todas las cualidades de excelencia, su irresponsabilidad le carcome la paciencia.

El concejal verá como reñirle cuando tenga la oportunidad delante de todos y si esta al alcance de sus manos, encontrar la manera de acumularle una falta más, para eliminarla por adelantado de las concubinas.

No soporta verla pisar el suelo del castillo real.

-Señorita Heather Dixon.-Sonríe este con alegría, cualquier hombre se sentiría afortunado de tener una mujer tan sumisa y respetable como la dama de Sootland, una de las potencias más poderosas de gran Bretaña, aunque su padre este en desacuerdo en su decisión de ser concubina.

Si él hubiera podido escoger el puesto de su hija, sería ser la mismísima reina.

Algo que nadie sabe en lo absoluto, aparte de su amor incondicional con su majestad, es su estrecha amistad desde la infancia.

No cabe lugar a dudas que la mejor opción es la señorita Heather.

Le beneficiaría de grandes maneras al reino, a toda gran Bretaña su unión, aparte de las relaciones estrechas entre grandes potencias, también el comercio, la economía, el gran Duque le heredará a su única hija sus más grandes riquezas en petróleo, oro y joyas.

-Perfecto, usted como siempre tiene el punteo perfecto señorita.












-¡Agh...!-Jadea tapando sus labios sin poder creer que ha entrado, que ni si quieran la descubrieron. Su cabeza estaría rodando por estos pasillos sin dudar, muerte a largo plazo o a corto, sigue siendo muerte y su única opción, el seguro de vida.

Desea terminar con esta pesadilla una vez por todas, al menos en su vida real se puede dar un pequeño respiro, aunque la confianza con aquel policía no la haya dejado muy tranquila que digamos, todavía duda de sus intenciones. Sin darle tiempo de admirar a su alrededor con detalle por la gran adrenalina que recorre sus venas, en un lugar prohibido.

-No moriré aquí, primero lucho.-Se ánima aspirando todo el aire posible en sus pulmones y mueve sus piernas en dirección a la cual se memorizo, los pasillos pocos transcurridos suelen ser los más largos a las rutas, la mayor parte de personas no transitan por ahí y muy pocos conocen.

Si alguien podría saber, serían personas que vivieran por demasiado tiempo en el castillo.

-Derecha, izquierda...-Se murmura recordando las rutas, que tras cada pasillo deja atrás las señas con son los cuadros de diferentes diseños, como copas, árboles o paisajes de flores, encontrando una puerta de la biblioteca real donde hay acceso sin ser visto.-gracias a la desconfianza real.

Abre de esta sin dudar y admira los inmensos muebles que llegan casi hasta el cielo, de madera con diseños tan diminutos que pueden ser vistos solo con lupas, al igual que los libros que casi nadan entre ellos, tan topados en su extensión, que terminar de leer todos, se tardía esta vida y sumando muchas más.

-Wouw...-Se murmura soltando un jadeo de asombro y maravilla, jamás había visto un lugar así, según las imágenes que vio en internet todo esto se encontraba con cenizas, abandonado con el montón de polvo a causa del incendio que provoco el rey Jaden.

¿Cómo podría quemar este precioso lugar?

La luz traspasa el techo de vidrio y alumbra todo el lugar, como si estuviera la biblioteca en el jardín. Aprieta sus puños a cada lado de su falda abultada blanca y suspira, quedándose ida unos segundos al ver tal maravilla que seguramente jamás fue vista en el futuro, ni lo será.

¿Solamente ella?

Traga duro y decide difícilmente seguir adelante, hay un pasillo escondido tras mover una estatua, que se abre por si solo, después de él, esta el cuarto secreto.

Camina a lo largo de los pasillos, girando su cuerpo al momento de voltearse justo en el centro donde se encuentra la estatua a la llave de su seguro, sin embargo se paraliza por completo su cuerpo al ver un sujeto de piernas largas y cuerpo intimidante estar parado ahí, en el centro de mesa, en frente de la estatua de cabeza.

Para su desgracia, ni siquiera esta de espaldas.

Sus ropas negras elegantes, sus ojos que la llaman en primer lugar a su presencia, esa luz dorada e intimidante que jamás olvidaría cuando estuvo a punto de quitarle la vida, junto a su cabellera despeinada negra, sobre sus iris que destellan frialdad, repudio.

-Tú...-Su tono que electrocuta la espina dorsal de Carter, hace que se dé cuenta que es la misma voz que ese sujeto.

Sus cabellos tan lacios de Hazel, largos hasta sus piernas que se apegan a sus caderas, por el vestido de sirvienta que le queda bastante ajustado de ahí, sus ojos alargados característico de una inmigrante pueblerina, tan repudiado por el país que él tampoco es la excepción. Sin embargo, una chispa intrigante en sus ojos se desata cuando recuerda que fue quien le agredió la última vez antes de aventar la espada contra ella.

Siendo la primer persona en enfrentarle de aquella manera sin temer.

Sin recibir noticias suyas tras dar el mandato de traer ante él la dama inmigrante de rasgos asiáticos, buscando sus guardias por todas las recamaras de las sirvientas, sin señales suyas, aumentando así la intriga y la furia, asumiendo que escapo del castillo, lo cual es imposible o quizás suicido, imaginando lo que le pasaría.

Pero verla aquí, en frente suyo, eso ni siquiera era de esperarse, elevando una sonrisa siniestra por sus labios rojos y así, aumentar el brillo en sus iris dorados.

¿No le teme?

Carter no tiene idea qué hacer, aquella vez tapo su rostro e imagino que no recordaría de ella, pero esos ojos y esa sonrisa siniestra la pone demasiado nerviosa, que no se quedará a observar más. Sin inclinarse ante él como se acostumbra, decide girarse y seguir como si no hubiera visto nada, pero una fuerza descomunal la toma del cuello y la avienta a su cercanía.

Vals del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora