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Por primera vez se planteó no asistir a la clase, ya que necesita tener dinero como sea posible, poniendo todo objeto de valor entre su bolsa y salir con ello a la calle sin espectadores, ya que todos estaban en la clase, estaba jugando con su beca, con su entrada a la universidad...pero la ceguera de su mirada y el estomago vació, era capaz de comer tierra si no conseguía alimento.

Toma el primer bus directo al mercado, teniendo en mano su currículum de diferentes empleos y tuvo que mentir en algunos aspectos, como ser huérfana y tener la tutela del gobierno, pero si investigan bien de ella sabrán con facilidad que miente, pasando la voz a otros comerciantes que no la contraten, por ser menor de edad y mentirosa.

Sin embargo no desiste de pasar en cada tienda y preguntar por algún puesto vacante, pero por sus ropas sucias y su aspecto deplorable, notando el símbolo de la escuela donde estudia, da una mala imagen de sí misma, espantando los trabajos.

Se maldecía, ¿Qué más podía hacer? Era la única ropa que tenía consigo tras huir. 

-¿Qué hace aquí? Debería estar estudiando.-Escuchando esa clase de comentarios duros contra su persona, ignorando por completo el esfuerzo terrible que hace para poder vivir.

-¡Niña holgazana, regresa a tu casa!-Aventando el currículum en el rostro de la joven, retrocediendo con torpeza y caer de espaldas, soltando de su bolsa repleta de cosas viejas, mientras la mujer anciana la mira con repudio desde la altura de su tienda, la cual solicitaba una joven para vender.-No contrato menores sin un mayor que firme la autorización de trabajo.

-En mi...en mi currículum dice...-Murmura Carter con la voz rota de la pena tras llevarse consigo muchas miradas de crítica tras caer y no poder levantarse por el peso de la atención, que seguramente deben pensar lo peor de ella.

-Sé lo que dice, con mayor razón no confiaría en una huérfana, sólo tienen malas mañas y malas compañías.-Se gira la anciana con kilos de más y se sienta en su silla, mientras Carter apenas logra ponerse sobre sus pies y tomar sus cosas.-¡Largo de mi maldita tienda!

Se escucha el pillido de la puerta al cerrarse detrás suyo y las gotas del cielo oírse caer cuando las nubes se ponen grises, mordiendo su labio inferior del furor y agacharse, tomando de una roca y aventarla sin reparo contra la puerta de vidrio, rompiéndose esta en miles de pedazos y dándose cuenta Carter muy tarde cuando estas raspan sus rodillas y el grito de la gente adentro resuena.

Echa a correr bajo la lluvia y la señora anciana apenas puede pasar entre los escombros.

-¡Maldita mocosa, verás, la policía te hallará!

La ropa a los segundos se apega a su cuerpo por el frío y sus jadeos aumentan con cada paso que da, no sabe cuánto soportar o hasta cuándo seguir, si el hambre la matará o su desgracia, vivir en el castillo teniendo las horas contadas y la vida real, siendo todo más lento para su temprana muerte.

-¡Los odio a todos!-Exclama con la voz rota y en la soledad del mercado, mientras las punzadas se duermen en las raspaduras de sus piernas, saliendo poca sangre, empapada del agua que cae con furor contra el suelo, insertando sus uñas contra su piel al formar sus puños y las venas de su cuello saltarse al gritar con más odio.-¡Mueran de una buena vez, maldita sea!

Baja su cabeza abruptamente y cae sobre sus piernas, soltando de sus cosas y sentir la única calidez de sus ojos resbalar por sus mejillas pálidas, siendo insoportable el nudo en su garganta, siendo tan, tan terriblemente insoportable seguir cargando esa humillación, su vida que no hace más que dificultarse con el tiempo que pasa.

Deseando haber muerto ese día en el río y jamás ser encontrada.

Gime de la tristeza y dejar salir sus gritos afligidos que se apagan tras cada sollozo, gritando más fuerte tras cada lágrima pesada que sale de sus ojos, confundiendo de estás con la lluvia torrencial, anhelando, deseando más que nada que sus sueños fueran la realidad y esta maldita vida, fuera sólo una pesadilla.

Porque al menos en su sueño podría escapar y vivir con personas que se preocupan por ella, pero en este mundo no le queda nada, más que su vida.

Al igual que Hazel, su padre podría encontrarla en cualquier momento.

Eleva la mirada cansada a un puesto de verdura y frutas vacía, por la lluvia, tocando de sus bolsillos vacíos y su estomago rugir con gran hambre, olvidando por completo que hace apenas unas horas comió pastel de chocolate con leche, hasta sentir su boca repleta de saliva por el hambre.

Sostiene la bolsa fuertemente y echa a correr al puesto, abriendo de su bolsa y meter todas las frutas posibles, como verduras y si puede dinero que por desgracia no encontró, pero si alimentos, latiendo su corazón contra su pecho con adrenalina, temblando sus palmas del miedo o pavor que la maten a golpes si la llegan a agarrar.

-¡Oye, qué haces!-Escucha el primer grito y todo su cuerpo se alerta, echando a correr sin dudar y escucha los pasos detrás suyo, girando su mirada hacia cinco hombres corpulentos y grandes persiguiéndola, aumentando sus latidos y sudar con frío bajo la lluvia.-¡Será mejor que te detengas niña!

¿Y ser golpeada o morir de hambre? No sabe cuál es peor.

El pitido fuerte agudiza su oído y gira su rostro demasiado tarde, admirando el auto en frente suyo pitando con fuerza y su atención desvanecerse ante la temprana muerte, a solo metros suyo y a tiempo de quitarse, pero un peso monumental se posa en sus pies.

Tentada...tentada a acabar con su vida repleta de desdicha.

De pronto una mano rodea su muñeca y jala de ella con suficiente fuerza como caer juntos al otro lado del pavimento y el auto girar todo su volante chocando con otro adelante suyo, parando en seco los perseguidores, escuchando los gritos nuevamente Carter tras el zumbido de su tímpano y jadear del dolor de sus rodillas raspadas.

-¿Te encuentra bien? Dios...-Una voz masculina resuena al lado suyo con fastidio.-¿Querías morir, en serio?

-¿Qué?

Vals del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora