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Aquella que gana...

Fueron suficientes palabras para meditar en su pequeña cabeza, el significado de un simple nombre a un esclava desdichada. ¿Puede ver potencial en la dulce niña? Quien desde su nacimiento toda esperanza e ilusión fueron pisoteadas sin misericordia alguna.

¡Maldita sea!

Cada una de estas personas de la sociedad la enferman con su amabilidad hipócrita y siempre preguntan el apellido de la persona antes de siquiera saber su nombre, porque el apellido de la familia y el poder económico reina en esta ciudad.

Lo cual desconoce la pequeña Lucrecia, es que se encuentra en la ciudad donde vive la aristocracia, la sociedad donde únicamente viven personas con tierras, propiedades y negocios. Lo cual para Jarel Brown fue bastante común visitar el lugar principal donde se encuentran sus proveedores y amigos cercanos de su padre.

Sin embargo, para Jarel existe algo que se encuentra más haya de sus manos.

El reconocimiento de su potestad sobre el negocio de su padre, como único heredero.

-¡¿Por qué?!-Impacta su puño contra el tribunal mientras su pecho sube y baja por la adrenalina que recorre todo su cuerpo, el furor controlando cada una de sus acciones, nublando su buen juicio.-¿Por qué diablos se me niega el derecho que me es otorgada por herencia? ¡No soy ningún bastardo!

Golpea el juez con su martillo su pulpito para controlar el desorden en la sala, pero sobre todo al caballero Brown.

-Por favor caballero Brown, usted debe comprender que nunca se le reconoció a su madre como ciudadana de este gran país y su concepción fue una burla a la política establecida por nuestras normas y leyes, además de adulterio por no casarse con la iglesia.

Los puños de Jarel toman con gran furor las hojas que logra romperlas entre sus dedos y las venas se sobresaltan en sus brazos.

-¿Qué debo comprender gran juez? Quien vela por los derechos de sus ciudadanos, usted mejor que nadie conoce que le fue negado el derecho a reconocer su ciudadanía en este país por el hecho de ser extranjera y sobre todo, por pertenecer a nuestro país enemigo y la iglesia fue la primera en oponerse en la unión con mi padre.

-Señor Jarel Brow-Le interrumpe Jarel al juez de forma abrupta.-No me interesan las disputas políticas entre ambos países, lo único que exijo son mis derechos absolutos y no a medias por no conservar 100% la sangre de Gran Bretaña.

Sin embargo no todo queda ahí, porque por ninguna razón el juez dejaría que Jarel se quede con el puesto tan importante y relevante de su padre, lo cual significaría un caos total en la sociedad.






Al no ver resultados con su demanda, Jarel decide quedarse unas semanas en la ciudad mientras resuelve su problema con el juez, lo cual desde que llego nunca pareció darle esperanzas.

Las personas lo siguen ignorando y mirando con total desprecio por su tono de piel, su cabello negro lacio y sus ojos distintivos. Lo cual para él no significa vergüenza en lo absoluto, ya que su madre es igual a él y eso le enorgullece con bastedad. Sin embargo no comprende la desigualdad en la sociedad, aquellas características que a Jarel le faltan, pueden significar lo mismo para alguien sin dinero, ni renombre.

Sin embargo, sentado en medio del parque obversa con impacto como una niña casi parece salir volando de una casa, con un pequeño trapo con tapa su cuerpo, tan delgado como sucio y demasiado desgastado. Mientras ella intenta ponerse de pie sale un señor bastante avanzado de edad y toma de su cuerpo para estrellar una patada en su rostro.

Jadea Jarel con total impacto, tensando su mandíbula por completo ante la vista intolerable.

La niña con la vista perdida y las lágrimas que derrama sin parar no puedo declarar ninguna respuesta a su favor, porque nada calmará, ni detendrá a su amo del furor que resurge en su interior de querer matarla.

Y esta vez, sin razón apararente, quizás, solo quizás podría tratarse de no recoger un vaso que olvido en la mesa.

-¡Maldita mocosa inservible!-Estrella su puño en su rostro y ella tose sangre que sale de sus labios rosados secos, secos de tanto llorar.

Pero lo que no se espera el señor es un agarrón en su espalda lo cual lo levanta de impacto y un puño revienta su rostro de un solo golpe, lo cual lo deja tirado en el suelo y mareado por unos segundos.

Jarel decide tomar la niña de sus manos y sale corriendo con ella, lo cual ella se impacta por su acto que para nada espero que alguien acudiera a su ayuda, por tratarse de una esclava, pero para Jarel ella no era tan diferente a él, ambos parecían tener carencias que llenaban con el otro.






Los jadeos en la cima de la montaña dejan ver el recorrido largo que tuvieron que llegar con tal de escapar, no solamente del noble anciano, sino de posibles soldados. 

-¿Por qué, por qué me ayudo?-Pregunta ella, pero no con alegría, ni dicha. Sino en furia total, con una rabia que desata su paladar.-No se da cuenta que una vez que regrese, sino logro matarme, lo hará con mayor razón al volver.

-¿Usted pretende que la dejaría tirada en manos de ese maleante? Por no decir poco hombre.

Ella suelta un gemido ahogado en tristeza total, nublando su mirada en la tristeza que la abruma derramando una lágrima contenida en su vista.

-¿No sabe quién soy, lo que soy? Usted hace unos días me dio un nombre pero eso no remueve el hecho que sigo siendo insignificante e invisible para estas personas.

-¿Y usted si sabe quien soy?

Suspira Lucrecia, volviendo a conectar su mirada con el joven caballero.

-Claro, el joven Jarel Brown quien por boca de las personas en esta ciudad no puede conservar lo que le pertenece por derecho al tener la sangre contaminada.

En pocas, en tan pocas palabras Lucrecia pudo resumir todo el problema del joven Brown, tan crudas como duras pero ciertas y de esta manera ella sabe que al subirle el tono o igualarse a él no puede hacer gran cosa debido a su falta de poder.

Al igual que no puede ayudarla.

-¿Sangre contaminada, crees que estoy sucio?-El tono en como lo pronuncia, es como una llaga en el corazón de Lucrecia.

-Las personas inmigrantes, los esclavos de las guerras ganadas y las personas como yo no tenemos diferencia alguna.-Peina sus cabellos dorados hacia atrás y se limpia la sangre sus labios, por alguna extraña razón más relajada.-Este reino parece beneficiar más a las familias ricas, de clase media y se olvidan de las personas como yo, que según ellos debemos beneficiar a los que realmente traen un bien al país.

-Ambos tenemos características que necesitamos,-Ríe con falsedad Jarel.-no poseo el poder para brindarte tu libertad, sin embargo si poseo el dinero.

¿Cambiar de amo?

Lucrecia se queda callada sin poder emitir ni una sola palabra por la sorpresa. Lo cual Jarel aprovecha para decir.

-¿Hay algo donde deseas destacar o ser de utilidad? Yo encontraré al proveedor perfecto.

-¿Eso es posible? Una esclava hace todo lo que le piden, nunca lo contrario.

-Yo siempre cumplo mis promesas,-dice rotundamente.-si no estipula mi mandato puedo perjudicar de gran manera sus relaciones comerciales.

-¿Por qué haría eso por mí joven Brown?-Lucrecia no puede comprender su amabilidad, no tiene porque ayudarla en verdad.

-Yo quiero ofrecerte una salida que quizás hasta este momento te era imposible de ver, algo que me gustaría que hicieran por mí.

Comprendiendo por completo la pequeña niña el significado de su nombre en ese momento.

Aquella que gana

-Quiero ser bailarina.



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⏰ Última actualización: Sep 06, 2023 ⏰

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