-Padre...-Murmura atravesando por sus huesos el temblor que le genera sólo verle, en ropa interior y su camiseta blanca vieja manchada de sudor, con sus piernas peludas y su cabello de no lavar por días, puede verse el brillo de sus cabellos negros tiesos pegados a su frente arrugada, con una botella de licor en su mano derecha. Sus bolsas colgando debajo de sus ojos por la vejez, la admiran de pies a cabeza con una mueca de repudio.
Provocando un escalofrío en toda su espina dorsal.
-¿Dónde diablos estabas?-Arremata sintiendo su asqueroso hedor desde lo lejos.-Vino el maldito señor de alquiler y ya no hay comida en casa,-Sus pasos se acercan con cada palabra, descalzo. Carter no puede mover ni un pie, arrugando su frente.-tú única estúpida responsabilidad es esa y ni la cumples,-Traga duro, mirando una posible salida que no sea la puerta de atrás.-¿De qué me sirves desgraciada?
Sin embargo no podía huir, no se podía ir de ahí sin decirle la que sucedió, ver que si queda algo de ese padre que logro conocer antes del alcohol.
-Caí en un río,-Confiesa, sintiendo la ansiedad carcomerle las manos tras ver que sus pasos no se detienen, sabiendo lo que puede suceder, paralizada en su lugar, sin poder mover un sólo músculo.-por poco muero.
Arruga su frente, apretando el agarre del licor entre su mano, deformando su rostro en una furia total, retrocediendo con mayor temor tras lo dicho, por alguna razón dentro de sí no quiso soltar esas palabras, porque la palabra muerte, no es exactamente una de sus favoritas.
Suelta una risa maliciosa y niega con su cabeza.
-¿Y el dinero?
Justo las palabras que Carter menos quería que mencionará, palideciendo su rostro tras lo dicho, su padre sabe mejor que nadie cuando le pagan, no es algo que pueda escapar exactamente, pero el silencio profundo de Carter le confirma, aparte de traer las ropas húmedas, que la historia del río es real.
-...
-¡¿Y el maldito dinero Carter?!-Exclama, marcándose las venas en su cuello por la furia que nubla sus sentidos, dinero, dinero es la palabra clave para más licor, comida y que sus días de libertad prosigan, pero si esa palabra no existe, de nada sirve tenerla ahí.
De pronto un grito afligido abandona la garganta de Carter al sentir sus cabellos cortos castaños ser jalados con brutalidad contra la pared, rebotando con ella y caer de trasero duramente contra el suelo, encogiendo su cuerpo tras las punzadas que atacan sus huesos.
-¡Por favor no, no padre!
Las patadas caen cómo lluvia encima de su cuerpo delicado por las heridas causadas por las rocas en el río, frescas, ser ensuciadas por los pies y puños de su padre, rompiendo parte de su uniforme, el ardor característico tras abandonar unas zonas y el calor abrazador cuando son causadas al instante, es una tortura sin fin, jadeando por ayuda, sollozando y suplicando por perdón.
Como su corazón se aflige, su respiración se torna irregular y la tristeza la inunda, arrasando con todo su ser, cada golpe que recibe toda su respiración se va de pronto, retorciendo sus dedos de la angustia y en sus adentros pedir ayuda, ayuda cuando sus labios son incapaces de producir una sola palabra.
Es un monstruo, ese hombre que se hace llamar padre lo consumió la depresión y el alcohol.
Los segundos parece minutos, los minutos horas y su rostro, quién más intento proteger tras los golpes, se gano raspaduras y unos moretones, pero su cuerpo, se llevo la peor parte, incapaz de moverse tras ya no sentir la presencia de su padre, en la entrada de la casa. Sintiendo como resbalan las calientes lágrimas en sus mejillas frías, temiendo ser la burla, el centro de atención al llegar a su escuela.
Todo menos eso.
Jamás le había golpeado tanto, de todas esas veces, un poco de licor en la tienda resolvía todo, pero no tenía ni para la comida y tenía el tiempo contado, ya no podía seguir viviendo ahí, no después de casi matarla; Se arrastro cómo pudo en su cuarto, intentando de enfriar su mente tras esa experiencia horrorosa.
Aunque los espasmos y los dolores en cada extremidad de su cuerpo le recuerde lo que sucedió.
Saco debajo de su cama la maleta que tenía desde hace ratos, pero jamás se ánimo a huir, sin embargo nada la amarra a ese lugar, reuniendo todas las fuerzas para ponerse sobre sus pies y suspirar, dando el primer paso y exclamar afligida, tapando de su boca pálida del dolor agudo justo en cada extremidad que mueve.
Insoportable es la palabra, todo su cuerpo es una montaña rusa de dolores.
Toma lo primero que ve, lo más importante, cosas de posible valor para venderlo a quién sea, sus libros y unos ponchos, metiendo otras cosas en bolsas que no caben en la maleta. Abre levemente la puerta, mirando a sus lados que nadie este por la casa, jalando de sus cosas; Necesita dinero, pero sobre todo comida, tomando toda la comida en buen estado en silencio, para llevarla consigo.
Logra robar una que otra cosa de posible valor, abriendo de la puerta de la salida y huir, arrastrando todo con sí, intentando evitar la comezón en sus parpados y la punzadas en su corazón; Huyendo, huyendo de toda vida junto a su padre, quién ya no le importa su vida tras casi perder la suya a manos de su padre.
Teniendo en mente un lugar donde podría vivir mientras consigue otro trabajo y consiga algún medio para falsificar su identificación, ponerse hasta otro nombre y apellido, pero todo plan requiere dinero, esa palabra bendita, la cual mataría por tener.
Pasando las horas tras recorrer un extenso camino, pero gracias a la oscuridad y la hora que sea posible su huida sin testigos, sin que nadie la juzgue al verla como vagabunda, la soledad ahora es su mejor compañía, la posibilidades por más lejanas que sean, es su única fuente de motivación para no vacilar.
Los muros altos, la escuela grande es su salvación, admirando su nuevo hogar momentáneo.
Toma con fuerza sus cosas y las lanza al otro lado, gimiendo por el dolor y la presión ejercida, logrando su objetivo con todas sus cosas, excepto ella, saltando de un lado a otro, mirando la muralla más baja, pero su estatura no le es de toda justa, arrastrando todas las piedras que puede junto al muro y subir de ellas, llegando a una distancia accesible.
Al cruzar, reconoce un lugar que siempre suele estar abierta la puerta, por casos de emergencia, adentrándose a la escuela, los pasillos iluminados por la luna le dan la bienvenida, arrastrando sus cosas sucias por la tierras y demás cosas, buscando un posible lugar al que podría llamar casa.
Recorriendo sin fin toda la escuela sin ideas de qué lugar podría ser su hogar.
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Vals del Destino
FantasyCarter en un accidente creyó morir despertando en otra época monárquica, sin embargo cuando duerme regresa a su vida cotidiana, con la clave de superar los problemas de sus sueños extraños con la información que posee en su presente, con tal de deja...