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Sus ojos están tan abiertos tras lo que leyó, temblando sus palmas del impacto, de la agonía que atraviesa sus pensamientos, porque de cierta forma no puede meditar todo lo que atraviesa por su mente, la ansiedad que le recorre el pecho.

¿Qué conflicto tienen ellos con China, por qué no logra comprender todo lo que sucede?

¿Qué está pasando?

Sin embargo antes de analizar esa información ve la hora, tan altas horas no le es conveniente seguir despierta, pero necesita una llave, algo que la ayude a avanzar en el siguiente sueño. Moviendo sus dedos con nerviosismo a la siguiente página admirando los grandes textos sin ánimo de seguir leyendo.

Ella solo podrá salvarse ganando el puesto de concubina, porque de esa forma sería intocable ella y su familia, su gente; Pero nada esta a su favor, esas personas, el reino, nadie aprecia a los asiáticos sino ansían su repentina muerte, su desaparición. Necesita una salida segura y es claro que no son ellos, menos el príncipe.

Alza su mirada a la hora de la pared, indicando las tres y media de la noche, tomando del mouse y pulsa el nombre del país, buscando el castillo de Jaden, logrando encontrar las indicaciones de lo que fue las recamaras de cada uno, hasta de los pasillos secretos.

Abriendo sus parpados con impacto.

-Con qué aquí se encuentran sus sucios secretos.-Encontrando por fin el lugar donde tiene su verdadero nombre y apellido, que no es la real emperatriz y tampoco su hijo, al igual que las terribles decisiones que han tomado, estando en diferentes puntos de lugar los documentos esparcidos, el primero más cercano en el castillo.

La idea de ser concubina suena muy alejada de la realidad, jamás lo logrará y si huye, tampoco, así que lo mejor será tener un seguro y ese seguro será la información que le hará pensar dos veces a la emperatriz si atacar o no.

Memorizando todo lo que puede los mapas, las ubicaciones, repitiendo en su mente los números y dibujando una y otra vez el mapa en papeles sin descansar un segundo, pasando así las horas, pesando sus parpados con gran agotamiento tras los bostezos del día muy cargado que tuvo.

Hasta caer rendida del sueño decide irse para la habitación del conserje a descansar.






-Señorita Foster, aquí le tengo su vestido, será mejor que se apresuré a su prueba.-La voz de la sirvienta despierta a Carter y se levanta abruptamente, abriendo sus parpados abruptamente a la chica en frente suyo, tomando de él, sin embargo...medita por unos segundos tan poco decidida a perder su tiempo ahí.

No, su tiempo vale demasiado con los pocos días.

Necesita su seguro.

Nunca ha estado tan segura de su decisión como ahora.

-Gracias, pero hoy no me siento muy bien,-Carter imita tocar su frente con desgana y hacer expresiones de dolor.-Me duele mucho mi cabeza y tengo demasiado calor, será mejor que me mantenga aquí y descanse, para no contagiar a más personas.

-¿Contagiar?-La sirvienta intenta tocar la frente de Carter, pero ella con sumo dolor de su pecho palmea su mano, alejando de esa de golpe, transformando su mirada a una furiosa, imitando ser una verdadera concubina con poder.

-¿Dudas de mis palabras?-La sirvienta abre sus parpados del susto y se pone sobre sus pies, inclinando su cabeza y niega, completamente arrepentida por su confianza.-Sal de mi cuarto y déjame sola.

-A sus ordenes.-Saliendo.

Carter quisiera confiar en ella, pero dejar una sola palabra de lo que planea significa estar en contra de la emperatriz, eso quiere decir todo el reino, lo que esta por hacer debe hacerlo sola y no involucrar a más personas a perder su vida, pero sobre todo, jamás darle sospechas a la emperatriz que ella sabe toda la verdad.

Con sus ropas todavía de dormir sale del dormitorio y por suerte, se encuentra cerca donde tienden las ropas que lavan, de absolutamente todos los que viven de la zona de concubinas y sirvientas, tomando ropas de sirvienta y las esconde bajo las suyas, corriendo de vuelta a su dormitorio, poniendo de esas blancas con negro en su piel.

Ordena su cabello y suspira, viéndose idéntica a una sirvienta, ni siquiera sospecharían que es concubina por sus rasgos, a lo que empuja su lengua contra su mejilla.

A su favor.

Gira la perilla, observando a varios lados y corre por el pasillo trasero para que nadie la haya observado, en su mente había memorizado cada pasillo, cada lugar y hasta los lugares secretos, sin embargo reza en sus adentros que a la hora del momento no se le haya olvidado, para tomar el documento más cercano, que se encuentra en el mismo castillo.

-Izquierda...derecha al fondo.-Murmura, resbalando el sudor por su frente y transcurriendo el tiempo muy lento para ella, mientras el vuelo de su falda se mueve por los movimientos bruscos y admirar las ventanas por las cuales se atraviesa la luz del sol y diferentes cuadros de pinturas.-Derecha, la puerta final.

Logra pasar por los últimos lares y se detiene abruptamente cuando ve la puerta delante de sus ojos.

La entrada que va directo al castillo, donde seguramente encontrará personas de la más alta jerarquía, su entrada más aterradora, donde seguramente hay condes, barones, príncipes y hasta inclusos la emperatriz.

Suspira y abre de ella sin seguro, sabiendo que es la única entrada que muy pocos se conocen para poder internarse sin llaves en caso de cualquier emergencia. 

Esta vez Hazel aprovechará esta gran oportunidad.

Vals del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora