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-¡Despierta!-Unos brazos empujan con demasía el pobre cuerpo que extrañamente no siente adolorido, recordando de pronto que esta en medio de su clase, abriendo abruptamente sus parpados.-Señorita, llegará tarde a la primer prueba.

Se levanta de golpe, ¿Qué, dijo bien? Ni ella misma comprende que hacía dormida, ¿En el suelo? No, en una reconfortante cama, tocando ida lo suave que resulta ser la sábana, girando su mirada levemente lo que lleva puesto cómo si era de esperarse ello, estupefacta al mirar las telas largas de un vestido sencillo para dormir.

Tan blanco como las nubes y fino al tacto.

-¡Ah!-Exclama, tocando su rostro y sentir sus cabellos largos nuevamente.-¿Qué me esta pasando, es un parálisis del sueño? ¿Me embrujaron o estás pesadillas son recurrentes?-Balbucea sin tener sentido sus palabras, nada de esto tiene sentido y mucho menos su vida, pero en qué momento regreso a este extraño sueño.

Definitivamente no había pasado mucho tiempo que tuvo este tipo de sueño.

-¿Señorita que le ocurre? Son pasadas de las ocho y esta llegando tarde.

En la mente de la sirvienta, lo único que tenía en mente era que la señorita llegará rápido a su primera prueba, ya que le encargaron que cumpliera con su deber, cualquier falta, ella será la afectada, así que todo ajeno a ello, no lo tomará en cuenta, aunque comienza a cuestionarse la cordura de la señorita.

-¿Llegando tarde a qué?-Carter, joder, Carter, no tiene ni idea.

-A la primer prueba para ser la concubina.-Abre los parpados Carter, tras recordar su primer sueño, si, tiene sentido, porque para Carter estos no son sueños, sino pesadillas, queriendo dar fin de ellos definitivamente.

Ella se durmió dando fin a ese sueño, a sí que si duerme nuevamente eso pasará.

-Ahora iré, déjame sola.-Se excusa sin dificultad.

Frunce el ceño la señorita con gran agobio, ¿Qué le sucede? Quiere que la dejen sola para poder dormir y regresar, sin embargo la sirvienta no la deja sola, es sentido común, cambiarse requiere privacidad, aunque no lo haga realmente.

-Señorita Foster, mi deber es cambiarla y dejarla lista, pero por la hora, por desgracia no podrá desayunar.-Sisea la señorita quién es notorio que la ansiedad le recorre todo el cuerpo por la hora, el tiempo no perdona.

¿Desayunar? 

Desde que regreso a la vida real jamás pudo comer algo decente o sano, tomando apenas agua y comer pan seco del día anterior, olvidando su paladar que era comer una manzana o tomar jugo, el sabor dulce...o extravagante si quiera, ¿podría ella sentir todo eso aquí?

¿Habría más que eso en este sueño? Picando como nunca la curiosidad, quizás, solo quizás unos minutos más ahí serían suficientes para abastecer sus dudas.

-¿Podré almorzar?-Añade sin pensar, suena estúpido preguntar aquello si es un sueño, pero la idea que comer aquello que su boca a olvidado, es tan tentador que se quedaría al menos por eso y luego dormir, para regresar, ¿Se puede hacer eso en los sueños?

La señorita asiente y Carter se pone sobre sus pies decidida, suspirando mientras ella prosigue en quitarle la ropa de encima, dejándola en interior, aunque el interior sigue siendo muy tapado, poniendo encima suyo uno de los vestidos que fueron hechos en el pueblo con la tela que llegaron apenas a acumular de mejor calidad.

Con diferencia que esta vez es naranja con blanco, siendo de la cintura para arriba blanco con mangas largas y de la cintura hacia abajo naranja, sencillo, pero bonito.

Poso en su rostro lo más rápido que pudo un poco de maquillaje y aroma en su piel, para disimular que no se ha bañado, caminando con rapidez al gran salón donde se encuentran todas las damas reunidas, llamando la atención Carter por su tardía entrada.

Su respiración no es que digamos la más pulcra tras recorrer metros y metros de solamente pasillos.

Preguntándose realmente la necesidad de crear tantos pasillos y no atajos.

-Buen día...-Murmura un tanto apenada y se adentra al majestuoso salón dorado, imponente de sólo verlo, jamás en su vida estaría de cerca de uno real, repleto de espejos inmensos que dejan la entrada de la luz del sol, de tal tamaño que una jirafa podría entrar en ellos, sentándose en el único lugar vacío.

Tantas sillas y no parecen ocupar todo el salón, sino parecer apenas migajas. Admirando hasta el suelo que se refleja su rostro, tan limpio como liso, con detalles elaborados de los más preciosos, con un color oro. 

Si así ha de ser el suelo, ¿Cómo será el resto del castillo? Sin embargo una voz chillante la distrae completamente de su admiración.

-Dando comienzo a la primer prueba antes del gran banquete real, el cuál sólo cuatro de ustedes señoritas podrá asistir, para que el príncipe escoja entre ustedes una sola para ser la concubina por excelencia.-Sisea el que parece dirigir todo eso.-Deberá pasar las siete pruebas.

¿Siete, siete de qué?

Casi parece para una contratación para ser la secretaria del presidente, aunque el termino de concubina suena muy...denigrante, vamos, no todas están aquí porque le aman.

-La primera es de educación, la segunda de ética, la tercera de costura, la cuarta de medicina, la sexta de lenguaje y la última será sorpresa.-Finaliza, llevando con si los suspiros de muchas damas incluido el de Carter, sin poder creer lo difícil que suena todo aquello, negada a cumplirlo.

Sabe que esta en juego su fin de ir, pero ese era el fin de Hazel, no suyo, aunque personas estén de por medio, pero su vida recorre peligro si se involucra, no tenía idea que la concubina del príncipe Jaden tuviera que ver en el derrocamiento. No, no, jamás se pondría en una situación así de complicada, lo único que quiere es regresar a casa y que esos estúpidos sueños terminen.

No obstante, aunque el sueño sea de por sí espeluznante que sea tan palpable, sigue siendo un sueño después de todo y Carter no está interesada en un príncipe, tiene una vida real que realmente da miedo tras despertar.

-En total son 12 concubinas de los territorios de nuestra gran Bretaña.-Sisea el sujeto desconocido de nombre.-Pueden llamarme José García, cómo verán mi apellido no es de gran Bretaña, pero soy nacido de aquí.-Se rasca la nuca nervioso y prosigue.-Señoritas, con su debido respeto, aparte de su nombre se les hará designado cómo identificación su territorio.

¿Qué, cómo mujeres en concurso? Si, se le parece en eso completamente y nadie parece objetar en contra, bueno, no es que puedan cambiar algo si lo hicieran, parecen la mayoría de mujeres complacidas con la idea, menos Carter.

-Sootland adelante por favor.

Un silencio rotundo llama la atención de Carter, elevando la mirada hacia la mujer que se pone sobre sus pies y abre sus parpados asombrada.

Su belleza deja boquiabierta a cualquiera que pase a su lado, deslumbrando un precioso vestido brillante, deslumbrando sus caderas anchas y sus bustos sobresalientes, incrustado preciosas joyas de la mejor calidad, un azul profundo y único, llevando algunas quejas de mujeres anticuadas, pero bellísimo en su tono de piel pálido y blando, cómo la leche, arrastrando una cabellera de leona feroz dorado.

Simplemente preciosa, su rostro perfilado, son las características de una perfecta concubina para el príncipe. Al igual que sus iris como el color del mar, felinos, atrayentes e intimidantes.

Parece una muñeca de porcelana, tragando duro Carter.

-Ella tiene el lugar ganado.-Unos murmuros descolocan con pena la admiración de Carter con la mujer, no la culpen, parece verdaderamente una princesa digna de Jaden.

-¿Quién?

-Heather Dixon.-Responde.-Justamente es hija del gran Duque y su más hermoso regalo, es la representante de este imperio y territorio, el más grande de Bretaña y poderoso, se dice que esta enamorada desde que vio al príncipe, viendo esta como una perfecta oportunidad para hacerle ver lo que vale.

Vals del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora