Capítulo 3: Cambios ~Sospechas~

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Tres años atrás

Mob empujó a Reigen sobre la cama y se acostó sobre él, continuando el beso que ya habían comenzado. Le aflojó la corbata para despejar su cuello, repartiendo pequeños besos. Sintió la piel erizarse bajo sus labios al tiempo que el mayor soltaba leves gemidos.

—Parece que te encontré un punto sensible, Arataka-san—le susurró al oído.

Reigen reía bajo el efecto de la excitación. Amaba cuando Mob tomaba la iniciativa de forma tan descarada. Luego de un año juntos, el chico tenía la confianza suficiente para dejar ver su lado más pervertido. En cuanto al mayor, había pasado de buscar satisfacer a Mob a dejarlo hacer lo que quisiera. Muy en el fondo sabía que lo hacía para calmar sus sentimientos de culpa.

—No soy el único que tiene un punto sensible—dijo Reigen metiendo las manos bajo la camiseta de Mob, buscando sus tetillas y jugando con ellas. El chico rasguñó las sábanas y dejó escapar un pequeño grito de placer.

Se desvistieron entre sí. Mob buscó el lubricante y, mientras se preparaba, lamía el miembro de Reigen quien sentía llegar al límite con tal escena erótica. Sólo bastó el contacto visual para que se corriera en la boca del otro.

—Lo... Lo siento-se disculpó entre jadeos.

—Yo me haré cargo.

Mob se posicionó sobre Reigen, tomando la erección ajena e introduciéndola en él. Gimió al sentir en su interior el miembro del mayor, tan profundo y duro. El otro sólo gruñó ante lo estrecha que se sentía la cavidad del azabache.

La relación de Reigen y Mob comenzó a presentar cambios muy sutiles desde su primera noche juntos. Al principio, continuaban encontrándose en la oficina al terminar la jornada, esperando pacientemente a que los demás se fueran, para meterse en el sofá. Que Mob iniciará los besos fue nuevo para Reigen. Aunque, en ocasiones, sólo se recostaban en aquel mueble, abrazados el uno al otro, hablando de su día, recordando cuando trabajaban juntos o viendo cualquier cosa en el celular.

—Ya es hora de irnos, Shige.

El azabache le ayudaba a cerrar las persianas y, luego, le miraba con una pequeña súplica en el rostro. Reigen se acercaba, jugaba con un mechón de su cabello y le preguntaba con una leve sonrisa.

—¿Vamos a mi departamento?

Mob asentía, con las mejillas sonrojadas y una sonrisa tímida. En aquel departamento, se entregaban el uno al otro. Reigen buscaba que Mob dejara a un lado esa timidez y expresara más sus deseos porque, si no se lo proponía, el joven no decía nada. Pero no fue del todo difícil lograrlo. Después de todo, ya había transcurrido un año desde su primera noche juntos.

Ahora, Reigen se deleitaba con la imagen de Mob sobre él, moviéndose de forma erótica con el cuerpo temblando de placer. El mayor comenzó a masturbarlo aumentando aún más esa sensación y orillándolo al orgasmo. Mob cerró los ojos y sonrió. Reigen entendió ese gesto cuando los poderes del esper entraron en su cuerpo y se apoderaron de sus sentidos hasta llevarlo al orgasmo.

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El hilo rojo del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora