Capítulo 41: Frío y caliente ~Dulce y fuerte~

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Mob temblaba, en parte por el frío, en parte por la ansiedad. Quiso hablar, pero Reigen le interrumpió preocupado más por su salud. No fue consciente de lo que ocurría ni siquiera en qué momento él mismo entró al apartamento, ni cuando Reigen cerró la puerta, hasta que escuchó la orden del mayor.

—Quítate la ropa.

—¿Eh?

—Que te quites esa ropa, está empapada. Espérame aquí, iré a buscar una toalla.

El menor le siguió con la mirada, en silencio. Reigen entró a su habitación, tomó una toalla limpia y volvió a la entrada encontrando a Mob ya sin camisa. Se apresuró a pasar la toalla sobre su piel, secando la humedad.

—Tu piel está fría—observó con aire severo—. Vas a pescar un resfriado.

—Caliéntame—soltó Mob en voz baja, en un susurró.

Reigen no lo dudó ni un instante. Empujó a Mob contra la pared y comenzó a devorarle los labios a besos. Al azabache tardó un instante en seguirle el desenfrenado ritmo con el que Reigen lo besaba y que los llevó a deslizarse hasta el suelo. El mayor se quitó la camiseta y el contacto con la piel aún fría de Mob le estremeció. Aun así no se detuvo, continuó con los pantalones del chico con la excusa de tener que quitárselos por estar mojados.

—Cuando te vi dar la vuelta—dijo Reigen, casi sin aliento—, creí que no volvería a verte en mucho tiempo.

—Yo… Tenía que ir a mi casa por esto—Mob atrajo desde sus pantalones, con sus poderes, un pequeño empaque cuadrado que guardaba un condón dentro.

Reigen esbozó una sonrisa perversa antes de levantarse y tomar a Mob de una mano para conducirlo hasta la habitación, arrojándolo sobre la cama.

—Has sido un niño malo, Mob—comenzó a jugar Reigen—. Te fuiste con una excusa barata, me ocultaste muchos secretos y ahora vienes a follar conmigo. Mereces un castigo por todo esto.

El corazón del joven esper comenzó a latir con mucha fuerza. No sabía qué esperar de Reigen ni siquiera cuando lo vio abrir el clóset para tomar dos corbatas. Sentado en la cama, permaneció sumiso dejando que el mayor le atara las manos con la famosa corbata rosa que siempre utilizaba.

—Sin trampas, Mob—dijo tomando la corbata azul entre sus manos—. No quiero que uses tus poderes.

Aquella prenda que fuera un regalo de Navidad, ahora cubría los ojos de Mob. Privado de la vista y casi inmovilizado, aguardaba a lo que fuera a suceder. Dio un respingo al sentir las manos de Reigen despojándole de la ropa interior. Sabiéndose desnudo, incluso cuando el otro le había visto así infinidad de veces, Mob se sintió algo cohibido. Pudo sentir el calor de Reigen acercarse a su rostro, la respiración ligeramente fuerte, el contacto de los labios ajenos sobre los suyos. Sólo podía concentrarse en la lengua que se enredaba con la suya, invadiendo su boca, y el roce del cuerpo contrario que calentaba el suyo.

Reigen comenzó a trazar un camino de besos hacia el cuello, dejando pequeñas marcas rojas en la piel, al tiempo que le hacía temblar con cada contacto. Y como si no fuera suficiente, Reigen atacó los pezones de Mob, tomándolos entre los dientes con delicadeza y tirando de ellos hasta dejarlos erectos.

Mob no podía evitar dejar escapar exclamaciones de placer. Estaba muy sensible y su erección que secretaba líquido pre seminal también era prueba de ello. Reigen se apartó un poco del menor y le observó atentamente. Era tan seductor y tentador, como el fruto prohibido que siempre fue. La razón por la que tuvo que pasar una noche en prisión.

Y había valido la pena.

Quería tomarlo y follarlo de una vez, pero Reigen usaba toda su fuerza de voluntad para resistirse. Respiró profundamente calmando sus ansias. Jugaría con él hasta hacerlo rogar por más. Esta vez tenía tiempo, podía hacerlo suyo toda la noche, todo el día siguiente o el tiempo que se le diera la gana. Lo disfrutaría por los días que no pudo hacerlo.

El hilo rojo del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora