Capítulo 40: Como adultos ~De regreso~

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La respiración de Mob se detuvo en el momento en que Reigen se desplomó en sus brazos. De rodillas en el suelo, abrazando al mayor, percibía todo lo demás lento y distante: Los gritos, los oficiales sometiendo a Nakamura... Eso no importaba.

También sus pensamientos se detuvieron. Por eso no tuvo oportunidad si quiera de sentir miedo en el tiempo que le llevó a Reigen recobrar la conciencia, tan sólo unos segundos después. Ambos cruzaron sus miradas antes de dirigirlas hacia el techo, donde fue a impactar la bala. Reigen había tenido mucha suerte. La barrera había logrado rechazar el proyectil justo antes de romperse.

—¿Estás bien, Reigen?—le preguntó Mob con suave voz.

—Sí, lo estoy—respondió mientras se revisaba a sí mismo.

Ambos hombres se pusieron de pie, sin darse cuenta que estaban tomados de la mano  debido a la conmoción. Hasta que la madre de Reigen saltó sobre él y lo abrazó con fuerza.

—Arataka, por favor, no vuelvas a asustarme de esa manera.

Reigen sólo se limitaba a abrazarla mientras le daba pequeñas palmaditas en la espalda. Observaron cómo Nakamura Kaito era esposado y conducido por varios oficiales hacia una patrulla mientras el oficial Jodo, con sus artículos personales en una caja, se despedía de su trabajo.

Un policía y el jefe se acercaron a Reigen para solicitarle someterse a una revisión médica, aun cuando era obvio que se encontraba bien. Y, aunque lo único que quería era volver a casa, Reigen aceptó.

Fue trasladado en una ambulancia, como parte del protocolo en estos casos, hasta un hospital cercano a donde arrivaron poco después todos sus conocidos. Allí no le permitieron la entrada a todos, sólo a un familiar, en este caso, la madre de Reigen.

Teruki recibió un mensaje de Kanae-chan tras lo cual se marchó sin ponerlos al tanto de la situación para no alarmar a nadie.

Un rato después, Shou y Ritsu también dejaron el lugar. Estaban muy cansados y podían estar tranquilos. Tome les pidió un aventón y la llevaron con ellos.

Con sólo dos personas, Mob y Serizawa, el recepcionista les permitió la entrada hasta la sala de espera donde tomaron asiento aguardando la salida de Reigen. El tiempo de espera fue tan largo, que Mob tuvo oportunidad de ir a su casa a tomar un baño y cambiarse de ropa antes de regresar. Ahora, continuaba la espera en compañía del esper castaño.

—Kageyama—llamó su atención Serizawa—. ¿Es verdad que salías con Reigen desde los dieciséis?

El azabache asintió, un poco avergonzado. El mayor continuó:

—En aquel entonces tenía mis sospechas. Que se quedaran a solas en la oficina después del trabajo, las miradas entre ustedes, el cambio en la actitud de Reigen… Pero cuando nos contaste la historia de su viaje a las aguas termales, te creí porque nunca pensé que nos mentirías.

—Lo… Lo siento, Serizawa—el joven se encogió de hombros.

—Pero luego de ver lo que ocurrió desde ayer, puedo entender por qué se empeñaban en ocultarlo.

Ambos espers se quedaron en silencio, tan sólo observando al personal médico ir y venir. Finalmente, Serizawa retomó la palabra.

—Nunca estuve de acuerdo con su relación. Y, al mismo tiempo, estoy feliz por ustedes—se rascó la cabeza, riendo nervioso—. Ni yo mismo lo entiendo—recibió una sonrisa de parte de Mob—. Supongo que van a volver, ¿verdad?

—Esto… Realmente no lo sé… Supongo… Después de terminar con Reigen de esa manera y con todo lo que ocurrió…

—Realmente eres muy fuerte, Kageyama. Porque cuando te fuiste, Reigen estaba muy deprimido, pero nos tenía a nosotros. Tu te fuiste lejos, a una ciudad que no conocías, sólo con la compañía de Hoyuelo. Y cargando con todo esto.

El hilo rojo del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora