Capítulo 38: Preso ~No sin ti~

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El corazón de Reigen latía con fuerza. No iba a negar que estaba aterrado a pesar de lucir tan tranquilo por fuera.

«Queda usted arrestado por tener una relación inapropiada con un menor de edad.»

Mob.

Sin embargo, era muy obvio para Reigen que Mob no lo había denunciado. Entonces, ¿quién? y ¿por qué? ¿Era esto de lo que buscaba protegerlo? Si se llegaba a saber, aún si lograba salir de prisión, su carrera y su vida se verían arruinadas. Suspiró. Esperaba con impaciencia en una sala de interrogaciones donde había sido encerrado ya hacía una hora, luego de quitarle las esposas y despojarlo del celular. 

Conocía muy bien sus derechos y los procedimientos y le preocupaba haber cometido un error al no resistirse al arresto. Porque aquel documento que presentó el oficial no era una orden judicial, sólo una carta con el símbolo de la policía de Ciudad Condimento. Y el hecho de no haber tenido aún la posibilidad de realizar una llamada aumentaba sus sospechas.

No estaba solo, por fortuna. Hoyuelo le hacía compañía, casi en silencio. Reigen no hablaba mucho pues era observado por una cámara de vigilancia.

—¿Quieres que busque a Shigeo?

Reigen bajó la cabeza de manera que sus labios no fueran vistos.

—No—susurró—. Necesito que salgas y averigües qué está pasando.

Hoyuelo asintió y salió de la sala. Se paseó por la estación hasta encontrar al oficial que llevó a cabo el arresto, hablando justamente con Nakamura Kaito.

—Debemos cerrar el procedimiento antes de que llegue el jefe—le decía el oficial—. Debes traer todas las pruebas que tengas para armar un caso sólido. De lo contrario, el jefe lo dejará ir.

—¿Pruebas? ¿Cómo que necesitas más pruebas?

—Una foto no es suficiente. Trae las demás. 

Nakamura lucía cansado y sudaba de forma excesiva. Bajo sus ojos se formaban profundas ojeras y su respiración estaba muy agitada. Su mirada afilada se clavaba en el oficial, con ira contenida. Sus labios se mantuvieron sellados, sin decir nada más.

—No puedo dejarlo encerrado por siempre en esa sala, Nakamura-san. Tienes una hora para traer el resto de las pruebas.

—¿Y tu no tienes argumentos?

—Lo que sea que sucedió en aquella rueda de prensa le hizo creer al público que Reigen Arataka no es un farsante. Pero yo sé que sí lo es. Esta es la única oportunidad que tenemos de encerrar a ese sujeto, por el motivo que sea.

¡Vaya que Reigen se había hecho de enemigos peligrosos! Hoyuelo no tardó en volver al pequeño cuarto y contarle al falso psíquico lo que escuchó.

—¿Fotos? ¿De qué fotos hablaban?—preguntó Reigen, muy intranquilo.

Sin embargo, su respuesta llegó de parte de otra persona. El oficial entró en la sala y se sentó frente a él, del otro lado de la mesa.

—Supongo que va a explicarme por qué me arrestó—Reigen cruzó sus manos sobre la mesa.

Antes de decir algo, el oficial sacó su teléfono celular, buscó una fotografía y ubicó el dispositivo sobre el mueble, girándolo hacia el rubio. Frunció el seño y, sin embargo, Reigen luchó por no hacer demasiados gestos al ver la imagen. Si su ritmo cardíaco había estado acelerado, ahora estaba a punto del infarto.

—¿Es usted uno de los hombres en esta fotografía?

Recordaba muy bien aquella noche. Fue su primera cita con Mob. Reconoció la mejor gabardina que tenía en su guardarropa y que vistiera para la ocasión. El joven llevaba puesto el uniforme de la preparatoria. Se vio a sí mismo en aquella fotografía, depositando un beso en los labios del menor.

El hilo rojo del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora