Once meses atrás.
Los ojos de Reigen se abrieron muy grandes. Por más que lo intentaba, su cerebro simplemente no podía procesar aquellas palabras. Miraba al azabache sentado frente a él, ambos de rodillas en el suelo de la sala de aquel apartamento que compartían hacía nueve meses.
—¿Arataka?—No hubo respuesta—. ¿Me escuchaste?—Mob comenzaba a preocuparse.
—¿A... A qué te refieres con terminar?—le preguntó el mayor con precaución.
En el fondo esperaba que hubiera entendido mal, o que fuera una especie de broma pesada, pero la maleta junto al joven decía lo contrario.
Luego de respirar profundo, Mob bajó la mirada al suelo y continuó:
—La universidad tiene un convenio con la de Ciudad Vegetal. Hace unas semanas presenté mi intención de participar y fui seleccionado. Mañana me voy... Pero esta noche dormiré en casa de mis padres.
Reigen no cuestionó simplemente porque nada de lo que decía Mob tenía sentido. El que no lo viera a los ojos para decírselo era prueba de que ésta no era la verdadera razón.
—¿Hice algo malo, Shige?—la pregunta alarmó al contrario.
—Esto... No... No, Arataka. No hiciste nada malo. Es una decisión que tomé...
—Sin consultarme, sin decirme nada. Así, de repente—Reigen se oía molesto.
Mob clavó la vista en el suelo lo que exasperaba aún más al otro. Cada vez era más obvio que ocultaba algo y que esa era sólo una excusa mediocre.
—¿Los vecinos te molestaron de nuevo? ¿Fue el anciano ese de la otra vez?
—No...
—¿Es por tus poderes?
—No...
—Entonces, ¿qué es? ¡Mierda! ¿Cómo puedes dejarme así nada más?
Mob apretó sus puños sobre las rodillas, tenía la mandíbula tensa y el llanto se atoraba en su garganta humedeciendo los ojos que ocultó bajo el flequillo. En cuanto su cuerpo se relajó, pensó en desistir, deshacer la maleta y permanecer al lado de aquel hombre que ya lloraba de rabia e impotencia. Sin embargo, al mirarlo a la cara, ver esas ojeras, la clavícula marcada por la pérdida de peso... Mob respiró profundo una vez más y se mantuvo firme. Ahora entendía a Reigen cada vez que lo rechazaba cuando él era un niño, y admiraba su fuerza de voluntad.
—No es tu culpa, Arataka. Voy a vivir en otra ciudad y... No creo que sea buena idea tener una relación a distancia—deseba tener la habilidad de mentir de su pareja.
La expresión del mayor se endureció, buscando detener las lágrimas. Estaba decepcionado. Después de tanto esperar para estar juntos, de protegerlo, de entregarle por completo el corazón... Se marchaba, sin darle una explicación real. Y lo pero es que ni siquiera sabía mentir.
—Está bien, puedes irte, Mob.
Hizo especial énfasis en el apodo, que se clavó en el pecho del joven quien, una vez más, le desvió la vista, levantándose. Reigen permanecía en el suelo, viéndolo buscar su chaqueta, dejar la llave junto a las demás y tomar la maleta.
—Gracias por todo, maestro Reigen.
Un sonido gutural de molestia fue la única respuesta que recibió.
En cuanto la puerta se cerró, Reigen se desmoronó, rompiendo en llanto. Quería golpear algo, destruir el apartamento... Morirse. Vivía la peor de sus pesadillas. Supuso que así debían ser las cosas: Mob dio inicio a la relación y ahora le daba fin. Sentía tanto dolor en el pecho que no podía respirar, como si se quemara desde adentro. Se jaló el cabello, enterándose las uñas en el cuero cabelludo hasta provocarse heridas. Golpeó el suelo con los puños en repetidas ocasiones, sin sentir un dolor mayor al de su corazón.
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El hilo rojo del destino
FanfictionSegunda parte de "El significado de un beso". Cuatro años después de comenzar su relación, las cosas entre Reigen y Mob han cambiado mucho. Sin embargo, a donde sea que los lleve la vida, siempre acabarán encontrándose el uno con el otro, como si un...