Capítulo 26: Mob ~¿Por qué te fuiste?~

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Trece meses atrás.

El nuevo apartamento era hermoso. Sólo contaba con un dormitorio, pero Reigen y Mob no necesitaban nada más. Se mudaron a la mitad del verano y pasaron todo el día acomodando los pocos muebles que tenían hasta ese momento. Cenaron y tomaron una ducha juntos. Terminaron el día en su nueva cama amándose mutuamente.

La vida de pareja tuvo sus altibajos al principio, mientras se acostumbraban el uno al otro. Pronto crearon una rutina, despertando juntos, tomando el desayuno, despidiéndose en la puerta, encontrándose para almorzar-si había la posibilidad-, encontrándose en la noche en la oficina de Reigen para ir juntos al supermercado y comprar lo de la cena.

No les importaba ya lo que pensaran los demás de ellos, o eso creían. Algunas personas comenzaron a agredirlos en público, en especial ancianos, y Reigen terminaba discutiendo con ellos mientras Mob se mantenía detrás de él, completamente nervioso. Hasta que una visita al supermercado terminó mal. Una especie de "comité de buenos vecinos" conformado por varios ancianos del vecindario, los abordó mientras hacían las compras.

—Queremos pedirles, por favor, que se vayan del vecindario—comenzó uno de los más viejos—. Este lugar se ha caracterizado por muchos años por sus valores y respeto por la moral, no podemos permitir que un hombre que tiene una relación amorosa con un menor de edad viva con nosotros.

Reigen se ubicó frente a Mob e, impasible, trató de razonar con ellos.

—Nuestra relación no es ilegal-se defendió Reigen—. Shige ya tiene diecinueve...

—Pero aún no cumple los veinte.

—Puede que se amparen de un tecnicismo legal, pero no deja de ser bochornoso—intervino una mujer—. Suficiente tenemos con que sean homosexuales, exhibiéndose descaradamente.

—Disculpe, señora, pero nosotros no hemos hecho nada que pueda incomodar a los demás.

—Ayer los vi besarse en la entrada del edificio—se quejó otra mujer en el fondo.

—So... Sólo fue un beso...

—Es desagradable—dijo una voz masculina en algún lugar del establecimiento.

—¿Cuántos años tiene, señor?—le interrogó el primer anciano—. Porque se ve que usted es mucho mayor que ese chico que a penas si terminó la escuela. Y me parece que llevan muy poco tiempo para que vivan juntos.

—Ese no es su problema—Reigen ya estaba molesto.

—Lo es desde que llegaron a irrumpir en la tranquilidad de nuestro vecindario.

A este punto, Mob ya no entendía lo que decían todas esas voces, ni siquiera la de Reigen. Tenía miedo. Comenzó a encogerse sobre sí mismo, abrazándose a su maletín, sintiendo que el mundo se venía sobre él.

—¡Mob!

Ese apodo y una palmada en las mejillas lo sacaron del trance. Reigen lo sujetaba del rostro con fuerza, las personas en el lugar estaban agachadas, aterradas, las luces parpadeaban y los productos estaban regados en el suelo. Abandonando sus compras y la discusión, el mayor lo tomó de la mano y lo sacó del lugar, sin detenerse hasta llegar a casa. Lo sentó en el sofá y le ofreció un vaso de leche. El joven temblaba, pero sus poderes ya estaban bajo control.

—Tuviste un ataque de pánico.

—Todos... ¿Lastimé a alguien?

—No, pero hiciste un gran desorden en la tienda. Ahora tendremos que hacer las compras en otra—vio a Mob al borde de las lágrimas—. No te sientas mal, gracias a eso pudimos salir de allí.

El hilo rojo del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora