Capítulo 7: Cuando Natsuki llegó ~Reigen y Natsuki~

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El timbre de la entrada lo sacó de sus sueños. Abrió los ojos, viendo el otro lado de la cama ahora vacío. Tres días desde que Mob se marchara, pero al menos estaba sobrio. Se levantó perezosamente y fue a abrir la puerta encontrándose con Ritsu y Shou, vestidos con ropa deportiva. Tras un breve saludo, que Reigen sintió extrañamente afectuoso, los dejó pasar mientras confirmaba la hora, tan sólo eran las seis.

—¿Por qué tan temprano?—preguntó el mayor, frotándose los ojos en un intento de despertarse por completo.

—Ponte tu ropa deportiva, vamos a correr.

Reigen miró a Shou con desconcierto.

—Casi muero, quieres matarme.

—No te quejes, hacer algo de ejercicio te hará bien—dijo Ritsu—. Tengo entendido que salías a correr con mi hermano cada mañana.

El semblante del rubio se ensombreció. Shou intervino.

—Además, quiero asegurarme que Ritsu no se bañe contigo de nuevo.

—¡Que no me bañé con Reigen!—le reclamó Ritsu rojo hasta las orejas.

No era el único avergonzado, Reigen ocultó su sonrojado rostro con una mano.

—Lamento las molestias, Shou y Ritsu.

—Y para compensarnos, te pondrás tu ropa deportiva y vendrás con nosotros. Ve a vestirte mientras te preparamos algo de desayuno—y levantó una bolsa con comestibles.

Viéndose sin más salidas, asintió y fue a la alcoba a cambiarse de ropa. Los chicos entraron a la cocina y Ritsu abrió el refrigerador verificando que Reigen había tomado el resto del ramen.

—Tienes razón, está muy delgado. Demasiado para tres días—decía Shou mientras buscaba los utensilios de cocina—. Y no necesito bañarme con él para darme cuenta.

—¡Basta con eso, Shou!

—Será mejor que no lo forcemos mucho. Haremos algo de ejercicio y regresamos.

La mañana era muy fría. Reigen veía el vaho escapar de su boca mientras luchaba por mantenerle el paso a los jóvenes sin desfallecer. En cuanto lo veían debilitarse, disminuían la marcha o se detenían. No negaba que correr le hacía sentirse vivo, aunque a ratos sentía morir.

La pareja lo acompañó de vuelta al apartamento para convencerlo de ir a la oficina. Bañado y vestido formalmente, Reigen llegó a "Espíritus y demás". Aún lucía triste y cansado, pero tenía mejor aspecto que el día anterior. Todo estaba limpio y Tome y Serizawa tenían ya ordenada la agenda dejándole los masajes a su jefe. Sonrió al recibir de parte de ellos los informes del trabajo durante su ausencia. Sentado en su escritorio, se percató de la falta de un tesoro especial.

—¿Dónde está la foto de Shige?—les preguntó señalando el lugar vacío.

Los otros dos se vieron nerviosamente.

—La... La quitamos—contestó Serizawa.

—Umm... Bien. 

Para no sentirse mal, se dijo a sí mismo que esa fotografía le había traído muchos dolores de cabeza. Cada vez que un cliente la veía, preguntando quién era y él, estúpidamente orgulloso, respondía "mi pareja".

Dos meses pasaron en un abrir y cerrar de ojos. Reigen se sumergía en la rutina para no pensar en Mob, enfocado en su trabajo. Serizawa y Tome se turnaban para almorzar con él y, así, asegurarse de que comiera de forma saludable. Ritsu y Shou veían de él, de forma casual para que no se sintiera presionado y, de vez en cuando, era invitado a cenar en casa de los Kageyama. En otras, llegaban al apartamento y preparaban la cena. Pero las noches se le hacían largas y solitarias, con el vacío al otro lado de la cama.

El hilo rojo del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora