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— ¿Estás bien? — Pregunté en coreano, en mi medio coreano. Ella se despegó un poco de mi, asintió, sin dejar de llorar y volvió a pegarse a mí.

No estaba solo, al menos, tenía a alguien, con quién quizá no iba a poder hablar tanto por el idioma, pero era mejor que los sustos de mi mente.

Duramos en ese plan quizá cinco minutos sin exagerar. Sentí la ansiedad de esa pobre chica.

Una vez que se calmó, y se limpió las lágrimas, pude darme cuenta de quién era. —Ey, yo te conozco— Dije en mi idioma.

Ella no entendió mucho, más que solo que la señalara.

Abrí el traductor de mi nuevo celular, traduje esa frase y se la dije en un acento muy malo, pero lo entendió.

Preguntó algo en respuesta, pero digamos que quedé igual que ella con mi español.

—Sana— La señalé. —Twice— Afirmé. Ella se sorprendió, se alegró y asintió.

Solo pude entender cuando dijo dos veces si, lo demás supuse que quería afirmar.

Empecé a pensar en qué hacer.

La pregunté con señas y movimientos de manos que si todos habían desaparecido, a lo que ella confirmó.

Me quedé quizá por cinco segundos en blanco.

— ¿Qué hacemos ahora? — Pregunté en coreano. Estaba a punto de responder, pero antes de que pudiera la frené con mi mano, coloqué el teclado del celular en coreano, se lo pasé para que escribiera su respuesta y luego la traduciera.

Entendió a la primera luego de dos señas, luego de escribir un rato me pasó el teléfono.

—No lo sé, solo quiero irme de aquí, me da miedo este sitio, quería irme en auto, pero encontré el tuyo en el estacionamiento y te estuve buscando, supongo que puedes conducir— Era lo que escribió.

—Si, puedo… — Intenté recordar cómo se decía conducir, pero no me salía, quizá ni lo había aprendido. Así que hice una seña de un volante, y lo entendió.

Me pidió el celular. Empezó a escribir otra vez.

— ¿Puedes llevarme a mi casa y quedarte conmigo cerca? — Era su pregunta.

Empecé a pensar por dos segundos, pero era obvio que no habían dobles intenciones, no quería estar sola, y yo tampoco, y a decir verdad, también me daba miedo un sitio tan grande y solo.

—Si— Respondí sin más.

Ella me devolvió el teléfono, y me tomó de la mano, llevándome al elevador.

Presionó directamente el primer piso, el que conectaba con el estacionamiento, pero yo tenía mis bolsas en la habitación del hotel.

Rápidamente paré el ascensor, y presioné el de un piso abajo, ella me miró raro.

—Yo… eh… — Empecé a tartamudear buscando las palabras y conjugaciones. —Tengo mis cosas allá— Respondí, sin tanta lógica, pero se daría cuenta con acciones.

Nubes - Sana & Tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora