Muchas veces nos imponemos las cosas, nos presionamos a nosotros mismo para creer o para lograr algo. Podría ser algo personal, profesional, creencias, lo que sea no importa. El punto es que a veces nos convencemos a nosotros mismo que las cosas no están sucediendo, cuando las tenemos ahí, justo frente a nosotros. Nos limitamos a nuestra propia meta e ignoramos la vida.
Y eso pasa todos los días en la vida de cada uno de nosotros.
—¿Por qué no comes? —me siento al costado de Isis quien está en las escaleras que van a la orilla de la playa.
Son como las siete de la noche y el fresco de la noche ya me está afectando un poco.
Yo tengo mis manos en un plato con pescado mientras superviso a Daniela al otro lado de la terraza y me percato que le esté quitando bien las espinas al pescado antes de comerlo.
—No me gusta el pescado. —contesta ella alzando su vista.
—¿No te gusta el pescado? —exclamo sorprendido.
¿A quién no le puede gustar el pescado? Es uno de los alimentos más completos y delicioso de la gastronomía mundial.
—Nunca—esta sonríe. —Desde que tengo uso de razón. Mis padres nunca lograron que yo comiera pescado.
—No sabes lo que dices. —comento revisando mi pescado para no tragarme ninguna espina.
—¿Ves? —señala mi plato—Primero es fastidioso estar pendiente de lo que metes a tu boca o no. Y segundo, su sabor es horrible—hace una mueca.
—No sabes de comida. —los dos reímos.
—Recuerdo una vez que estuve muy enferma y mi doctora me envió a comer solo carnes blancas, el pescado era lo más importante, ya sabes por todas las vitaminas y propiedades. Fue horrible.
—Eso es porque no has probado el ceviche. —le comento distraído buscando espinas.
—¿Ceviche? —pregunta—¿Sabías que el ceviche se hace con pescado crudo? —Yo asiento. —¿Tú eres loco?
—Tienes que ir al mercado peruano que hay en Caracas, te comes un plato de un rico ceviche y cambiarás tu opinión acerca del pescado.
—Ni loca comeré pescado crudo—los dos reímos—¿Hay un mercado peruano? —pregunta de repente. Yo la miro extraño. —Estuve muchos años viviendo en Maracaibo, no me juzgues.
—Sí. Tiene años, a mi padre le encantaba ir, por el ceviche—sonrío—Te va a gustar.
—¿Me llevarías? —pregunta entusiasmada.
Y por esta comodidad y facilidad que es estar a su lado lo único que se me ocurre es bromear, como lo hago con cualquier persona que llevo tiempo conociendo.
—¿Me estás pidiendo una cita? —la miro.
—¿Tengo que invitarte a una cita para que me lleves al mercado peruano? —pregunta con una enorme sonrisa en su rostro.
—Eemm—hago como si lo estuviese pensando. Pero la verdad sólo quiero bromear con ella.
—Está bien, te invito a una cita.
—Te advierto que yo no soy fácil, soy padre soltero y ya sabes, debo pensar primero en la bendición.
Los dos carcajeamos y siento que ahora en este momento, sentado en unas escaleras llenas de arena, rebuscando en un pescado, junto a Isis riendo, es un buen momento.
Ya casi a media noche estoy acostado alado de mi hija para darle las buenas noches.
Lucia está en la cama de alado viendo un programa de televisión.
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CAFUNÉ.
RomanceIsis y Diego luego de tantos malos ratos han llegado a la cima de su carrera. Sin embargo, al momento que Aranaga llega al Hospital central de Caracas como una de las mejores cirujanas generales y se entromete en la vida y carrera de Carrasquero sin...