Capítulo doce.

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Al siguiente día luego de dejar a Dani en su escuela me voy hasta el hospital.

Hago mi rutina diaria de pasar por las habitaciones de los pacientes que aún están hospitalizados, entre ellos paso por donde María que aún estaba dormida. Luego empiezo hacer las rondas con los internos y residentes, es algo que debemos hacer por lo menos dos veces por semana o, aunque sea en este hospital.

Cuando estamos en la habitación de un hombre de 30 años me percato de la fecha. La cirugía del hijo del presidente es la próxima semana y yo estaba distraído en otros asuntos.

La mañana la termino con una cirugía de pulmones perforado que llega de emergencias y el paciente salió bastante bien.

Salgo del quirófano, empiezo a quitarme la protección y suspiro, hoy no he visto a Isis por ninguna parte. Después que la dejé ayer en la sala de descanso, no estoy seguro si se marchó a casa o se quedó en el hospital.

—Doctor Carrasquero. —me distrae una morena de ojos negros grandes. Supongo que es residente ya que su uniforme es celeste. —Hizo un buen trabajo ahí adentro. —me da una sonrisa de boca cerrada.

Arrugo un poco mis cejas para tratar de recordar su rostro, y lo hago, es la residente que me ha asistido a la cirugía.

—Gracias, tú también hiciste un buen trabajo. —le contesto mientras me quito la cofia.

Y cuando hago gesto para marcharme al pasillo para poder comer algo me vuelve a distraer.

—Quisiera... que... bueno, poder estar en más cirugías con usted. —habla bajo, pero claro. —Usted es el mejor doctor y me encantaría aprender suyo sobre la cirugía torácica.

Antes de abrir la puerta me volteo y la observo sonriéndome. La verdad la chica lo hizo bastante bien, y fue muy atenta a cada detalle.

—¿Cuál es tu nombre? —pregunto.

—Fernanda Vega. —su sonrisa no deja sus labios en ningún momento.

—Está bien, Vega. Lo pensaré. —con esto último salgo del lugar.

Puedo identificar una pequeña celebración de parte de la residente, pero lo ignoro.

Al momento que empiezo a caminar a la cafetería para comprar algo me percato del alboroto que hay en todo el hospital: hay enfermeras corriendo, camilleros distraídos.

Marie viene corriendo hasta donde yo estoy con expresión cansada.

—Dime que lo has visto, por favor. —me toma por los hombros. Mi amiga es bastante alta, por lo tanto, llega casi a mi tamaño.

—Acabo de salir de cirugía ¿Qué pasa? —miro hasta donde hay una enfermera revisando debajo de un mostrador.

—Un mocoso quiso jugar una broma y se ha escondido. —Marie susurra y yo me rio. —La madre esta histérica, diciendo que fue culpa del personal del hospital y que nos puede demandar por esto.

Con esto último suelto una sonora carcajada.

—No puede ser que un niño pueda más que todo un personal. —me encojo de hombros.

—¡Diego, sal de ahí! —identifico este grito como la voz de Luis y volteo a buscarlo.

Está bajando unas escaleras amplias rápidamente.

—Tú vas ayudar a buscarlo también. —Marie me mira con una pequeña sonrisa.

—¿Yo? ¿Por qué? Se te escapo a ti.— me defiendo. —Y tengo hambre, voy a comer.

—Te obligará a que la ayudes a buscar. —llega Luis a nuestro lado casi sin aire.

—Porque soy tu mejor amiga y me amas. —sonríe con inocencia mientras se cruza de brazos.

CAFUNÉ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora