Capítulo diez.

264 24 0
                                    


Dos días más tarde Isis apenas y me dirige la palabra. Aunque no entiendo la razón de su actitud igual la dejo tranquila, ya yo dije lo que tenía que decir y se acabó el tema. Además, tampoco es su problema lo que yo tenga en casa o no.

Frente a mi reposan unos libros y mi almuerzo ya que estoy repasando lo que de verdad debería de importarme más, la cirugía del hijo del presidente.

Luego de hacerle unos estudios rápidos a Daniela nos dijeron que tenía una infección respiratoria de la cual yo no estaba enterado y eso me tiene la vida complicada. Me dedico a curar a otras personas mientras que mi hija tenía días con gripe y ni cuenta me había dado.

Por milésima vez siento que le he fallado a Dani.

A pesar de que he tratado de estar ocupado identifico un pequeño sentimiento para con la pelirroja y es que la extraño un poco. Desde que conozco a Isis me siento en tranquilidad, me siento cómodo a su alrededor y eso es lo que me hace falta, la sensación de comodidad.

Estoy en el comedor afuera, el día esta nublado y frío. Coloco mis codos en la mesa y mi frente en las palmas de mis manos. Tengo un dolor terrible de cabeza.

El punto es que me agrada mucho, no es su belleza, no son sus ojos raros y grandes, ni el hecho que es demasiado entusiasta y positiva. Pero me frustra el no entender que me tiene como una polilla a su lado.

Siento como alguien se sienta frente a mí, pero no presto mucha atención hasta que habla.

—No sé lo que pasó entre Isis y tú—me habla Marie. Yo sigo en mi posición—Solo arréglenlo. —se queda en silencio un rato, pero luego prosigue. —Llevo muchos años conociéndote, Diego, igual que a Isis. Comprendo su punto de vista ya que me contó lo que pasó. Y tal vez ustedes no se entiendan, vienen de mundos completamente diferentes, pero...—suspira cuando se da cuenta que no tengo la intención de moverme, ni mirarla. —Ustedes pueden llegar a ser muy buenos amigos, solo tienen que aprender a comprenderse uno al otro. —Marie se levanta de la mesa— Y a Daniela le agrada.

Pero yo no me muevo.

Alzo mi vista y la observo irse.

—Solo sé que ella fue una niña mimada, que ha tenido todo fácil en la vida, no ha tenido que luchar por absolutamente nada, ella ve todo color de rosa y felicidad. Y me abruma que crea que todo se arregla tan fácil —hablo lo suficientemente alto para que Marie pueda escucharme. —Ella no ha tenido que luchar, como tú y como yo para estar aquí.

Marie se voltea a verme, se cruza de brazos y sonríe.

—Te equivocas. —no sé qué cara tengo, pero le causa gracia—Tal vez ella no ha tenido que luchar las mismas batallas que nosotros. Pero eso no significa que no tiene sus propias guerras.

Marie sale del comedor dejándome sorprendido.

Perfecto, ahora me siento peor porque tengo aún más dudas sobre la pelirroja.

Al pasar los minutos me doy cuenta que definitivamente no me puedo comer nada, el dolor de cabeza me ha causado nausea.

Recojo los libros, camino hasta el salón de casilleros y los guardo para ir al área de hospitalización a visitar algunos pacientes, pero el dolor de cabeza me tiene de mal humor.

Subo hasta la azotea del hospital. He descubierto que es relajante sentarte aquí escuchando la ciudad lejos y la brisa fría. Es un buen sitio para pensar y distraer la mente.

Llego hasta una tabla que sirve como silla, me quito la bata blanca quedándome con el uniforme de abajo y me siento recostando la espalda a la pared.

Cierro mis ojos por un momento, tengo que estudiar, tengo tantas cosas que repasar y aunque trato de recordar algo de lo que he estado leyendo y escribiendo está mañana, lo único que viene a mi mente es el hecho que Dani me necesita, que está creciendo y aunque Nat esta con ella desde hace años y la quiere mucho va a llegar el momento que pregunte por su madre, y yo no quiero responder esas dudas si es que ya no las tiene, simplemente no ha tenido oportunidad de hacérmelas.

CAFUNÉ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora