Capítulo diecinueve

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Mis ojos se cierran solos y el cansancio es casi insoportable al momento que Dani decide invitarnos a ver una película luego de bañarme y comer. Creo que me he dormido en el sillón cinco veces y me he despertado por esos muñequitos cantando y bailando en el televisor.

Hecho un vistazo a las chicas a mi lado. Isis esta recostada al reposabrazos del sillón con los ojos cerrados, ella también ha tenido una larga noche, pero no pudo negarse a la petición de mi hija.

Por otra parte, Dani esta acurrucada en mi costado bien atenta a lo que pasa en la pantalla, le acaricio el cabello. La observo entrecerrar los ojos he intentar analizar por qué bailan, mueve su cabeza al ritmo de lo que cree ella es la música y la veo muy curiosa sobre cómo podría sonar la canción.

Desvío la mirada hasta el aparato para ponerle atención a la música, de verdad es muy pegajosa y por primera vez hace mucho tiempo me siento mal por ella. Un nudo crece en mi garganta al darme cuenta que Daniela no puede disfrutar de los sonidos como yo puedo hacerlo.

La veo sonreír, ¿Ella de verdad quiere esos aparatos? ¿Debería de dejar que mi pequeñita se someta a eso? ¿Ya está lo suficientemente grande para decidir sobre algo tan importante?

Me levanto del sofá, ella solo me mira y me da una sonrisa comprensiva para acomodarse mejor. Camino hasta la cocina para poder tomar agua, necesito bajar el nudo.

—Debo irme—la voz angelical de Isis me sobresalta. —Estoy cansada.

Volteo a verla, está en el umbral de la cocina cruzada de brazos y recostada a este.

—Gracias por venir—le hablo en voz baja.

—No tienes que agradecer, tú me has traído aquí, me has dado comida y una linda tarde con tu hija—me da una sonrisa de boca cerrada.

La palidez de su rostro y las ojeras debajo de sus ojos me informan que posiblemente no se siente muy bien.

—Cuida más tu alimentación, Isis—tomo un sorbo de agua fría.

—Está bien, doctor—me guiña el ojo.

Me doy cuenta que ya su actitud coqueta no me incomoda en absoluto, de hecho, me gusta.

»—Te he visto observando a Daniela—suelta antes de irse—Y a lo mejor me esté equivocando sobre lo que estabas pensando, pero sí creo que debes pensar bien las cosas.

Camino hasta la isla de la cocina para sentarme en un taburete analizando la situación. Es muy difícil criar a una personita solo, aunque siempre he tenido el apoyo de mi madre, de Marie, Luis, Nathaly y Rose, muchas veces necesité a personas del exterior para conocer de muchas cosas.

—¿Sabes porque Anabel nos abandonó? —le pregunto de repente.

Isis me mira con asombro, como si no creyera lo que está saliendo de mi boca. Aunque algo me hace creer que ella sabe gran parte de este asunto.

Estúpidos Luis, Marie y Rose.

—Solo sé que su mamá se fue, mas no sé las razones. —me habla con sinceridad y eso le agradezco.

Isis se acerca a la isla de la cocina para sentarse en el taburete de mi costado.

—Daniela tenía tres meses cuando le diagnosticaron hipoacusia neurosensorial congénita —le cuento mirando el vaso medio vacío frente a mí. —mi hija fue un bebé entre mil.

Isis me mira, pero su vista esta distraída, como si estuviese rememorando algo.

—Es una patología que se presenta en recién nacidos, puede ser hereditaria o por problemas fetales. —habla más para ella, que para mí— Tiene poca capacidad de percibir los sonidos—esto último si lo dice con toda su atención puesta en mí.

Yo solo asiento.

—Anabel solo tenía 20 años, no la culpo. Yo no tenía tiempo, nos faltaba el dinero y de repente le dicen que su pequeña tiene problemas auditivos. Ella aún tenía muchas metas que cumplir y entró en pánico.

—Eso no es excusa para abandonarlos, para abandonarla—la pelirroja reprocha.

—Una tarde ella llegó al hospital y le entrego a Rose una bebé de tan solo seis meses diciéndole que ya no podía más, que por favor la perdonara por lo que estaba haciendo. —solo estoy mirando un punto fijo en la mesa. —Recuerdo que no sabia que hacer, mi hermano estaba perdido en las drogas y solo éramos mamá y yo. Si mi madre dejaba de trabajar para cuidar a Dani nos moriríamos de hambre.

»—Mi hermano nos había robado los ahorros para consumir y desapareció. Ahí fue cuando tome la decisión de empezar a robar, Daniela estaba desnutrida, mi mamá cansada y yo perdido—suelto un suspiro—era eso o dejar la carrera.

Alzo la vista a la mujer y ella esta seria. No me está demostrando compasión y eso me encanta.

—Hiciste lo que pudiste para mantener a tu familia de pie. Y yo... ahora me siento muy culpable por reaccionar como lo hice cuando vi esas armas. —susurra.

Niego con la cabeza.

—Te sorprendió, te dio miedo y pensaste que estaba mal, lo sé. Es que nunca he podido deshacerme de ellas, yo las odio con todo mi ser, pero no puedo dejarlas, no sé por qué.

Ambos nos quedamos en silencio y eso lo agradezco eternamente. Nunca me he abierto de esta forma a nadie.

Las personas que considero mi familia vivieron conmigo todo esto y nunca ha sido necesario contarles nada. Pero tengo la necesidad de contarle la historia completa para que ella entienda las razones y poder pedirle el consejo.

O eso es una excusa que estoy inventando, para poder contarle todo y tenerla cerca de mí en todo sentido.

»—No quiero ponerle los aparatos a Dani porque no quiero que se lleve una desilusión si no funcionan. Su mamá la abandonó... ella se fue porque... porque Daniela era discapacitada, y no quiero que mi hija se sienta mal y frustrada con ella misma. —termino de hablar.

Siento el roce de la mano de Isis en la mía.

—Te entiendo perfectamente, pero yo creo que a este punto solo importa la felicidad de Daniela. Si no funciona nos tiene a todos nosotros para apoyarla en su proceso.

No me pasa desapercibido el hecho que se ha incluido en parte de las personas que la apoyarían y eso hace que mi corazón reaccione.

También pienso en las palabras que me ha dicho Isis en el quirófano, mi hija debe luchar incluso más fuerte contra esta sociedad, y en mis manos está la posibilidad de hacérselo más sencillo.

—Hablare con ella al respecto—con esto último la pelirroja me da una sonrisa como si estuviese orgullosa de mi.

Yo también sonrío.

Al parecer Isis ya es parte de nuestro círculo íntimo.

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