Capítulo trece.

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Quien ahora sé se llama Santiago nos cuenta todo lo que sabe, aunque técnicamente se lo cuenta a la oficial quien ahora está junto con una abogada del gobierno tomando su declaración.

Cuenta que conoce a María del colegio ya que un profesor los puso juntos para hacer un proyecto, cuando Santiago va hasta la casa de ella y descubre lo que le hace el esposo de su tía (con quien vive) quiso ayudarla, pero ella tiene tanto terror que prefirió no hablar del tema, él decide querer ayudarla y se hizo su amigo hace unos meses. Todo eso lo llevo a la mañana que vinieron al hospital, cuando llego a casa de María y la vio con mucha fiebre y dolor se le ocurrió la idea de traerla al hospital y pedir ayuda. Hay muchas evidencias en el teléfono del ella y de él quien muchas veces tomaron fotos o videos de lo que de verdad paso.

Nos cuenta que ella empezó a consumir drogas como un escape del infierno que le hacía pasar el miserable de su tío.

Lo que Santiago no esperaba era que la mamá de María lo culpara por esto.

—Creo que tenemos suficiente para abrir un caso—dice la abogada quien ahora está disponible porque la oficial ya había movido algunos contactos y pudo tener una representante. —La niña es menor de edad y con que la mamá ponga una denuncia es suficiente.

Por otra parte, la señora está al otro lado de la mesa llorando a mares y repitiéndose que es su culpa.

Siento un poco de simpatía con ella, ya que la entiendo a la perfección. Y me pone un tanto feliz saber que se puede hacer justicia, aunque todavía falta mucho proceso legal para llevar al desgraciado a la cárcel, sin contar la pelea familiar que posiblemente se aproxima.

—¿Qué tienes? —pregunta Isis caminando a mi lado en el pasillo que va de la oficina hasta la sala de descanso.

Estoy bastante callado y tengo una pequeña sensación de alivio, se siente tan bien ayudar a los pacientes más allá de su salud física, aunque no creo que lo vuelva hacer.

—Nada, solo que es agradable. —la miro—me pone un poco tranquilo saber que María podría tener justicia gracias a personas buenas que se preocuparon por ella.

Isis me da una pequeña sonrisa mientras entramos al salón de descanso y esta se sirve un poco de agua.

—Es increíble ¿verdad? —toma de su vaso de agua. —¿Ya comiste? —pregunta.

—Sí ¿Cómo te has sentido? —le pregunto—No pareciera que te hubieses golpeado la cabeza hace apenas unas horas.

—La intramuscular me hizo muy bien. —me contesta justo cuando la llaman de emergencias por algún paciente. —No vemos luego, guapo—se va y su comentario me hace sonreír.

Nuevamente me sorprendo viéndola mientras se va, como si este siempre fuese el final de alguna conversación o momento entre nosotros: Isis marchándose mientras yo me quedo parado observándola.

El resto del día me la paso ocupado entre consultas en emergencias y revisar muchas cosas, la residente que tengo esta semana a mi cargo es Vega, quien es una chica bastante proactiva y dispuesta a todo lo que le pida, así sea solo rellenar papeles importantes.

Mi turno termina casi a las nueve de la noche y salgo al estacionamiento rumbo a mi carro rogando que Dani este despierta para poder darle las buenas noches y cenar a su lado.

—¡Doctor! —escucho que me llaman—¡Doctor Carrasquero! —volteo para conseguirme a la residente corriendo hasta donde estoy yo.

—¿Qué pasa? —pregunto abriendo el auto.

—Se le olvido su celular. —me extiende el aparato jadeando.

Arrugo mis cejas, tomo el teléfono en mis manos y desbloqueo la pantalla, hasta donde recuerdo tenia esto en el bolsillo.

—¿Dónde estaba? —pregunto mirándola.

—Lo había dejado en el módulo de enfermeras, lo estuve buscando, pero no lo conseguí hasta que lo vi salir del hospital.

Me parece muy extraño ya que no es primera vez que se me queda el celular en el hospital y si se me quedó en el módulo de enfermeras ellas simplemente me lo guardan hasta mi próxima guardia.

—Gracias. —le digo.

—De nada. —me sonríe amplio y vuelve al hospital, seguramente su turno aún no ha terminado.

Me dispongo a montarme al auto hasta que escucho unas fuertes carcajadas. ¿acaso no llegaré a casa? Volteo y me consigo a Isis y Marie muertas de risa caminando muy cerca de donde yo estoy y mirándome.

—¿Ustedes qué? —me paro con las manos en los bolsillos del pantalón.

—Que le gustas a la residente. —comenta Marie.

—Y mucho. —termina Isis.

—Dejen de hablar tonterías—sonrío.

Lo había dejado en el módulo de enfermeras. —trata de imitar Marie. —Sí, claro.

—La última vez que yo hice algo así era interna y me gustaba muchísimo mi titular. —esta vez habla Isis.

Yo ruedo los ojos mientras las chicas frente a mi sueltan otra carcajada.

—Vamos a comer ¿quieres venir? —invita Marie.

—Tengo un compromiso con Daniela de cenar cada día que pueda con ella. —les cuento.

—Llévala. —propone Isis.

Miro mi reloj de mano y observo que ya son las nueve de la noche, es muy tarde para que ella simplemente salga de casa así que propongo que ellas vayan a mi departamento y compremos comida.

A la hora se reúnen con nosotros Rose y Luis quienes tampoco les tocaba turno de noche este día y decidieron traer a Lucia con ellos.

Observo a Isis mientras le da comida a Dani y Lu, se ve como pez debajo del agua. No sé mucho de la pelirroja, no estoy claro si tiene novio o esposo, o si tiene hijos, lo cual no creo porque Marie y ella son tan unidas que seguramente mi mejor amiga seria la madrina de su hijo, y según lo que tengo entendido la única ahijada de Marie es mi hija.

De lo que sí estoy seguro es que es una doctora increíble, una persona demasiado inteligente y un ser bastante bondadoso. Se lleva perfecto con los niños y me pregunto si en algún momento de su carrera no se le pasó por la mente especializarse en pediatría.

—¿Qué pasa? ¿Te gusta Isis? —se sienta a mi lado Marie.

Su pregunta me hace reír.

—Cada día te vuelves mas loca. —le contesto.

—Ah, ya se. —golpea levemente mi hombro. —Te agrada que se lleve tan bien con Daniela.

Volteo mi rostro hasta la morena a mi lado.

—Sí—le hablo con sinceridad. —Sabes que Daniela es mi debilidad y siempre me va agradar cualquier persona que se lleve tan bien con mi hija.

—Lo sabía. —me guiña el ojo y se levanta para caminar hasta donde están Isis con las dos niñas.

Pero me percato que con eso me quiso decir algo más que no logro comprender.

Todos se marchan de mi departamento cuando son las doce de la noche y yo me quedo en la habitación de Daniela viéndola dormir. Estoy acostado a su lado con el rostro a donde esta ella dormida.

Su rostro moreno igual el mío se ve pacífico y tranquilo.

Su celular se ilumina y veo en la pantalla el nombre de "doctora linda" y sonrío amplio, seguramente Isis le dio su número y ella le envió algún mensaje para que guardara el suyo.

Recuerdo la conversación que tuve con Isis la vez que estuvo aquí en mi departamento y lo escandalizada que estaba por lo que alguna vez llegué hacer. Aunque viendo a mi hija tranquila sin pasar necesidades, cómoda y con un patrimonio estable, sé que no debo arrepentirme por lo que alguna vez hice.

—Lo hicimos, mi amor. —le susurro mientras acaricio su rostro. —Estamos bien.

CAFUNÉ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora