Capítulo diecisiete

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—Lo siento, pero ahora no busco una pareja—le doy un sorbo a mi vaso de café—Dentro de unos días tengo la operación del hijo del presidente y lo más aterrador, mi hija está entrando a la adolescencia. —le soy completamente sincero a Isis.

Ella traga lo que tenía en la boca para sonreírme.

—No te estoy diciendo que seremos parejas. Nosotros somos amigos—con esto último se encoge de hombros restándole importancia.

Yo también sonrío.

Isis hace ver todo tan sencillo, puedes estar al borde de la muerte y aun así sentirte que está bien.

—Como digas—le resto importancia a pesar de que realmente lo pensaré.

Esta mujer me agrada, me gusta estar con ella, me fascina conversar, anhelo su inteligencia, ¿Pero al punto de involucrarme con ella físicamente? Aun no estoy muy seguro de esto.

Aunque en el fondo sí tengo ganas de volver a besarla, siento que no tuve suficiente de ella en aquella habitación. En ese momento la necesite como si de la comida se tratase.

Cuando la mamá de Daniela nos abandonó con mi hija apenas de meses me juré a mí mismo hacer todo lo posible para darle una vida fácil a la pequeña, le cerré las puertas a cualquier sentimiento amoroso, mi vida desde hace años solo ha sido Dani y mi carrera.

Aun así, he tenido varias amantes, ninguna lo suficientemente importante para que conozca a mi hija y a mi madre como algo más que mi amiga. Pero Isis esta incluso más cerca de Daniela que mío, si nos llegamos a involucrar y por alguna intención algo sale mal quien sale más perjudicada es mi hija.

Isis no podría ser como otras mujeres, porque por alguna razón, no la siento como cualquier otra.

—¿Tu guardia como va? —me pregunta la pelirroja tomando agua.

—Ha sido una locura, un grupo de adolescentes llegó muy asustado con uno de sus amigos ya que el joven tenía mucha taquicardia y estaba casi desmayado. ¡Los latidos de su corazón eran una locura! Resulta que los imprudentes combinaron red Bull, alcohol y alcaloides, que aún no sé ni a que grupo pertenece lo que salió en esos exámenes.

Isis abre sus ojos y boca en sinónimo de sorpresa. La entiendo, cuando vi los exámenes de laboratorio me sorprendió que el chico siguiera con vida.

—Tuvo muchísima suerte de que su corazón no haya colapsado. —exclama.

—Todos cuando estamos en esa edad somos imprudentes—me encojo de hombros.

—No, es depende de las personas, mi locura más grande en la adolescencia fue tener sexo por primera vez con un chico que solo quería eso de mi—ella suelta una carcajada y a mí me hace sonreír.

—Yo ni recuerdo con quien fue mi primera vez—le confieso — después de tanto tiempo no recuerdo si fue con una chica del barrio o con mi primera novia, y la verdad ya no importa—mis palabras salen con mucha fluidez.

—Seguro esas chicas aun te recuerdan y tú aquí quitándoles importancia—dice en broma.

—No creo que eso sea verdad—termino de mi vaso de café.

—Créeme, eres difícil de olvidar—esto lo dice como si ella me conociera de antes.

Sus palabras me intrigan un poco, sí sé que fue a la misma universidad y por sus años de estudios reconozco que fuimos contemporáneos, sin embargo, no recuerdo conocerla.

Nuestros celulares suenan al mismo tiempo informándonos que nos solicitan a ambos en la sala de emergencia. Por lo menos ya terminé de comer.

Ambos nos levantamos, botamos la basura y caminamos uno alado del otro a la sala donde aún hay un caos.

CAFUNÉ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora