Capítulo quince.

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—Disculpe señor, pero ahora yo soy la cirujana general de turno, y creo que no tiene más opciones que dejar que yo entre—le habla Isis al señor Armando con voz delicada.

Pero sé que por dentro solo quiere dejar al señor ahí en la camilla y marcharse. Su profesionalismo le impide eso.

—¿Y no puede ser él? —me señala a mí.

Oh no, no me va a meter a mi entre una doctora muy enojada que le acaban de decir "señorita" cuando tiene muchísima capacitación médica.

—No puedo—le contesto con sequedad—No es mi especialidad. —le digo al señor—Yo solo vengo a verificar que su corazón este completamente bien para la cirugía.

El señor mira a las cuatro personas en la habitación. Está en desventaja, pues soy el único hombre a su disposición y no voy hacer una apendicetomía, esas cirugías, aunque no lo parezcan son complicadas y yo tengo muchos años que no hago una.

—Entonces llamen a un doctor, porque no me operaré con una mujer—reclama, pero su rostro se contrae. Le duele el abdomen.

Cuando me volteo para decirle que llame al doctor Hernández. Isis me quita el expediente y lo lee para dirigirse al paciente sin mirarlo, le habla claro y firme.

—En este hospital ahora estamos cuatro cirujanos generales de guardia, tres de ellas somos mujeres y el único hombre está en una cirugía que ahora le faltan dos horas y media—Isis alza la vista al señor—Tiene dos opciones, dejar que una médica certificada, con años de experiencia, veinte años de estudios porque me gradué de la secundaria a los 16 y empecé a estudiar a los 17—esto último lo explica como si estuviese abriendo un paréntesis—diversos certificados y una especialidad en cirugía general lo opere.

Le habla con tanta seguridad y tranquilidad al señor que la hace ver poderosa.

»—O la segunda opción, esperar durante más de dos horas a ese hombre, que aclaro, tiene las mismas capacidades que yo. Pero en esa espera tiene dos destinos: El dolor es tan intenso que su débil corazón termina fallando o el apéndice se revienta y le da septicemia. En ambos casos la muerte es segura—Isis se acerca al paciente—Usted decide, señor Armando.

Sí, lo acepto, me gusta.

El paciente mira a Isis atónito, como si no creyera que ella lo haya puesto en su lugar con algunas palabras de una forma educada y delicada. Pero no le da tiempo de responder nada porque empieza a vomitar y esta es nuestra señal para movernos rápido.

—Señor Armando—le habla la interna que hasta los momentos no sé su nombre. Pero puedo ver en su expresión el nerviosismo.

Es normal, cuando se va comenzando en esta profesión lo que más abarca tu cuerpo es el miedo a mil situaciones que muchas veces se escapan de nuestras manos.

—¡Un quirófano de emergencia ya! —Isis da órdenes apresurándose ayudar al paciente—Doctor Carrasquero—me llama cuando estoy revisando con el estetoscopio la espalda del señor—necesito que entres conmigo a esta cirugía, por favor.

Percibo algunos ruidos extraños así que sin pensarlo asiento para acercarme con ella al piso de quirófano mientras los camilleros y enfermeras preparan al señor Armando.

En el trascurso recibo un mensaje de Marie y Daniela avisando que la menor se ha ido con su madrina apenas terminó su turno.

—¿Cuántas veces has tenido que hacer esto en tu carrera? —le pregunto a Isis mientras nos ayudamos mutuamente a colocarnos el equipo protector.

Ella me da una sonrisa irónica y sus lindos ojos ven directamente el piso.

—Creo que ya he perdido la cuenta—se coloca su cofia—Muchas veces he tenido que explicar que ser bonita e inteligente pueden venir en el mismo paquete.

CAFUNÉ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora