Capítulo once.

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Resoplo con molestia, como odio que me lleven la contraria, sin embargo, hago lo que debo.

Le pido al chico que salga de la habitación y aunque se rehúsa al instante, lo hace, le hago todos los estudios referentes a mi especialidad y la chica no esta tan grave como pensé.

La joven no hace o dice algo y no puedo evitar pensar en Daniela.

Si tenía una simple gripe y yo ni cuenta me di ¿Qué me hace pensar que me daría cuenta si pasara algo así?

Recuerdo la conversación que tuve con Marie hace un tiempo, esa de que hay niños que se tragan su cabello y los padres no se dan cuenta. Yo soy ese padre que no se da cuenta si su hija comiera cabello y esto me hace sentir aún peor de lo que debería.

Tiene solo 16 años y no sé si está temblando de miedo o abstinencia de drogas, solo dieciséis años...

—Sabes que te podemos ayudar en lo que necesites. —le hablo en susurros cuando reviso su electrocardiograma.

La niña me mira con las cejas arrugadas, luego baja su vista y me percato que limpia una lagrima.

—Gracias, pero me quiero ir a casa ¿mi mamá ya llego? —pregunta en susurros entrecortados.

La detallo mejor, está demasiado delgada y no por contextura, si no por salud, tiene ojeras y el cabello recogido en una cola.

Termino con la joven y salgo de la habitación, miro al chico que entra apenas yo salgo y voy hasta el módulo de enfermeras.

—Rose—le hablo a la pelinegra. —Por favor asegúrate que la sala 9 siempre tenga la puerta abierta y que la paciente no se quede sola con el chico. —me paro frente a ella.

Rose arruga las cejas y me habla en el mismo tono bajo que yo le he hablado.

—¿Pasa algo? —pregunta. Yo le extiendo el expediente y ella lo lee. —Oh, claro con gusto. —me da una sonrisa.

Sigo mi camino hasta donde supongo debe estar Isis y la consigo en rayos X revisando unas placas.

—La chica está bien del corazón, puede entrar a cirugía. —me recuesto en el marco de la puerta mientras la observo concentrada en la placa.

Ella deja lo que está haciendo y luego me mira.

—Eso es genial, porque tiene colelitiasis, a lo mejor esos cálculos en la vesícula biliar le dan todos los síntomas que tiene ahora — toma su bata blanca, algunos exámenes y camina para poder salir del lugar. —debo entrar a cirugía ya, es una emergencia.

—Estas rompiendo tu confidencialidad médica. —le comento.

Lo cual me hace ganarme una sonrisa bien irónica de parte de la mujer.

—Primero: a mí la paciente no me ha confesado absolutamente nada, no nos ha dicho que no se lo digamos a nadie y todo lo que estoy haciendo es en base a exámenes médico. Y segundo: es una menor de edad, esta confidencialidad se puede romper por el bien del paciente y problemas legales, y esta niña tiene ambos.

»—Y por favor no me mortifiques que estoy a punto de entrar a una cirugía bastante difícil.

Me quedo callado observándola porque tiene toda la razón, aunque me siento raro ya que no estoy acostumbrado hacer estas cosas, mi trabajo siempre se había limitado a atender al paciente medicamente y ya, jamás me he detenido a pensar en problemas personales. No puedo evitar pensar en Daniela y lo mucho que odiaría si le pasara algo similar y nadie la ayudara.

—Entra a cirugía con la niña, yo me encargo de hablar con las autoridades y los padres. —le contesto.

Isis me mira con las cejas arrugadas, pero entiendo de inmediato que lo hace más por sorpresa.

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