Capítulo veintidós.

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Los sueños son muy extraños, siempre me ha dado curiosidad cómo funciona la mente humana y la razón de los sueños, pero supongo que no me ha interesado mucho ya que nunca me he puesto a leer o estudiar sobre el tema.

Solo sé que desde hace unos días mis sueños son interrumpido por Isis, su linda sonrisa y su llamativa cabellera.

Me acomodo mejor en el colchón para colocar la sabana hasta la barbilla. Aunque no he tenido un sueño placentero, quiero seguir durmiendo, me siento de verdad agotado.

—Buenos días—escucho su angelical voz canturreando.

Intento abrir los ojos, pero no puedo. Lo que hago es que me coloco boca arriba dejando que la sabana se desplace hasta mi abdomen cubierto por la camisa del trabajo.

»—Te he traído el desayuno—siento como Isis se sienta en la orilla de la cama.

Yo por mi parte me estiro sin abrir los ojos.

—¿Qué hora es? —pregunto con voz adormilada

—Son las siete de la mañana—me contesta. Abro uno de mis ojos y la veo sonreír desde su posición.

Para mi agrado está bastante cerca de mí.

—¿Te toca turno todo el día? —pregunto acariciando el cabello que le cae de frente.

—No, solo hasta la tarde. Hoy no tengo mucho que hacer—se inclina para darme un beso en los labios y volver a su posición inicial.

Desde el día que nos besamos hace una semana nos hemos mantenido dándonos muchas demostraciones de cariño. Aunque no hemos hablado sobre que somos y que estamos haciendo, esto me gusta.

Me gusta demasiado tenerla cerca de mí, que hablemos por mensaje o nos reunamos en horas de comida para hablar de cómo ha sido nuestra jornada o cualquier otra tontería.

—Tengo que irme—me siento en el colchón para colocar mi cabeza en su hombro—Hoy le colocan los aparatos a Dani, debo estar con ella.

—Come primero—me extiende una taza con tapa—te he hecho dos arepas con atún.

Me empieza a pasar su mano por la espalda con pequeñas caricias.

—Son mis favoritas.

—Lo sé, me lo dijo Dani—ambos sonreímos.

Antes de que Isis llegara al hospital eran muy poca las veces que podía sonreír mucho, o por lo menos aquí en el trabajo.

—Gracias—le doy un beso en la frente, me levanto de la cama y me estiro.

Busco entre mis cosas, cepillo mis dientes y me como el desayuno, que para ser sincero está demasiado bueno.

—Tengo que entrar ya a mi turno—Isis está sentada a mi lado—Pero necesito que me llames apenas salgan de la consulta.

—Lo hare, nos vemos—ella me da un beso en los labios y sale de la habitación.

Miro la taza que está en mis manos con una arepa a medio comer. ¿Sera que estoy empezando acostumbrarme a ella? Está claro que esto que siento a su alrededor no es igual a lo que siento con Marie, Rose o Nat.

Esta mujer me gusta y mucho, ni con la mamá de Daniela sentí algo tan fuerte. Aunque éramos muy jóvenes e inexpertos, sin contar la responsabilidad tan grande que vino que fue mi hija.

Pero Isis es diferente.

Siempre me sentí intimidado por personas más inteligente que yo, me pasó con mis amigos actuales, sobre todo con Marie quien en los primeros años de residencia me dio mucha batalla, y en aquella época lo peor para mí era que una mujer fuera mi igual.

CAFUNÉ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora