—¿Está bien? —la pelirroja se para diagonal a mí, justo de espaldas a las escaleras.
El lugar tiene un tipo de privacidad ya que está separado de los pasillos por una puerta.
—Sí—la miro.
Por un pequeño segundo siento un poco de recelo, tal vez si me hubiesen llamado unos minutos antes no hubiese pasado esto, pero finalmente ella no tiene la culpa, la joven de verdad estaba muy delicada.
—Mira, es difícil cada vez que un paciente muere—señala la puerta que nos dirige hasta el piso de UCI . —También era mi paciente y lo siento mucho, si quieres yo me encargo del papeleo...
—No soy un chico que acaba de entrar a la carrera, Aranaga—le hablo brusco. Me molesta un poco que me trate como un residente. —No tienes por qué darme ese tonto discurso.
Pero ella hace lo que menos me esperaba en este momento: Me sonríe.
Y no es una sonrisa irónica es una sonrisa genuina.
—Me habían dicho que eres arrogante y pedante, pero pensé que eran exageraciones de la gente. —se cruza de brazos mientras deja todo su peso en una pierna.
Arrugo mis cejas sin entender.
Es obvio que en un ambiente laboral siempre hay chismes y estoy consciente que muchas veces he sido blanco de ellos, pero no sabía que decían esas cosas de mí.
—¿Quién te dijo eso? —pregunto.
Ella solo se encoje de hombros sin dejar la sonrisa de sus labios.
—Un pajarito por ahí. —me guiña el ojo derecho.— Me agradas. —su sonrisa ahora es pequeña.
Pongos mis ojos en blanco un poco fastidiado por este momento, tengo muchas cosas que hacer. Me dispongo en salir del lugar, pero antes de empezar a caminar me percato de la piel pálida justo a la altura de su nariz. Un pequeño hilo rojo empieza a bajar por esta.
—Tu nariz—le señalo— Esta sangrando—doy un paso a ella por instinto, ese que he desarrollado en todos mis años en la profesión.
Ella se aleja y arruga sus cejas con evidente preocupación.
—Ah—lleva su mano a la nariz, toca la sangre y observa sus dedos pintados de rojos. — Nos vemos luego.
Isis se voltea para darme la espalda y bajar las escaleras, seguramente a un baño.
Pero por este mismo instinto de querer ayudar a las personas la sigo, a lo mejor no sea mi persona favorita, pero siendo médico, uno siempre se imagina el peor escenario para un síntoma pequeños.
—Espera—trato de alcanzarla. Ella camina aún más rápido hasta el baño de mujeres y obviamente yo no puedo entrar ahí—. ¿Estás bien? —pregunto a través de la puerta.
No obtengo respuesta de su parte. Tampoco puedo escuchar nada debido al ruido que hay en el pasillo. Me quedo recostado a la pared justo alado de la puerta del baño.
Ella se veía bastante preocupada y la conozca mucho o no, mis padres me enseñaron a ayudar en cualquier circunstancia que pueda hacerlo. Además, es una chica y aunque a veces no lo acepte soy un poco machista, soy de esos que piensa que las mujeres siempre van a necesitar de un hombre, aunque tengo experiencia que no es así.
Unos siete minutos más tarde ella sale del baño con un papel en la nariz, me observa por un instante, pero no dice nada, simplemente camina por el pasillo rumbo al salón de médicos donde guardamos nuestras cosas, que es un espacio con casilleros, banquetas, mesas, una nevera y algunas camas donde podemos descansar.
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CAFUNÉ.
RomansIsis y Diego luego de tantos malos ratos han llegado a la cima de su carrera. Sin embargo, al momento que Aranaga llega al Hospital central de Caracas como una de las mejores cirujanas generales y se entromete en la vida y carrera de Carrasquero sin...