Capítulo treinta y dos.

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Son las doce de la noche cuando dejo a mi hija en su habitación dormida y entro a la mía para poder serciorarme que Isis este bien, hace un rato tenía fiebre.  

Estuve muy preocupado ya que pensaba que su temperatura se debía al código blanco que ha atendido hoy, pero me ha dicho que se resfrío. 

Camino lo más silencioso que puedo a dónde está acostada y arropada hasta la barbilla para tocar su frente y darme cuenta que su calentura es normal. 

–¿Por qué haces esto?–su débil y ronca voz me distrae. 

Le acaricio el cabello con cariño y me siento en el espacio que queda entre la orilla de la cama y su cuerpo. 

–Ya te lo dije, no pretendo dejarte sola mientras pueda.—le hablo en voz baja. 

Me percato de una pequeña sonrisa que aparece en sus labios, pero en cuestión de segundos es remplazada por unas lágrimas que apenas y las distingo. 

–Gracias–me parte el corazón sentirla así de desanimada.–Hace mucho tiempo que nadie cuida de mi. 

En mi estómago crece el nudo que siempre aparece cuando soy consciente de su realidad. 

–Eso se acabó.–le doy un beso en la frente. –Mientras yo esté a tu lado no volverás a pasar por la soledad. 

–Duerme conmigo ¿quieres? – a través de la oscuridad puedo sentir su vista puesta en la mía. 

Y me siento débil, quiero complacerla en todo lo que me pida. Juro que si en este momento Isis me pide arrodillarme a sus pies lo hago. 

Por un momento me asusto, tiene mucho poder sobre mi, le he abierto una puerta enorme para destruirme, pero la verdad no me importa. 

–Pide lo que sea y te lo daré. –susurro para acostarme a su lado. 

Me coloco boca arriba, mientras que Isis se acurruca en mi pecho llevando la sabana hasta su barbilla. Cierro los ojos y suspiro. 

» –Me das paz. –susurro. 

–Considero que es el mejor halago que me han hecho. La paz no es fácil de encontrar y hacerlo con una persona es una bendición. –escucho su voz débil. 

Lo que me avisa esta quedándose dormida al mismo tiempo que le acaricio el cabello y aspiro ese olor a sandia artificial que tanto me encanta. 

«Quiero quedarme así por mucho tiempo.» 

Despierto por el sonido de la alarma en el celular

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Despierto por el sonido de la alarma en el celular. Me estiro y apago el aparato. Si no me equivoco deben ser las 6 de la mañana. 

Me volteo para conseguir a una Isis dormida profundamente. Está acurrucada de lado arropada casi entera, solo se ve su nariz, ojos cerrados y cabello. Me he dado cuenta que ella siempre duerme como si fuese un pequeño círculo. 

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