Capítulo dieciséis.

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¿Por qué algo que se siente tan bien está mal?

En términos científicos las ventajas de un beso son infinitas; reduce los niveles de cortisol, consiguiendo así disminuir tu estrés y ansiedad, refuerza tu sistema inmunológico, te ayuda a ejercitar más de 100 músculos.

He besado muchas bocas en mi vida, la que más me marco fue la mamá de Daniela, sin embargo, ni con ella sentí lo que estoy experimentando en este momento.

Una de mis manos está en la nuca de Isis haciendo presión para que no se aparte de mí, mientras que la otra se aferra a su cadera.

Sus labios se mueven con lentitud sobre los míos, lo único de lo que soy consciente es de su cercanía y esta sensación de tranquilidad que crece desde mi pecho hasta todo el cuerpo.

Una muy pequeña parte de mi cerebro quiere alejarse, sabe que de esto no saldrá nada bueno. Pero el 90% de mi cuerpo y cerebro se mantiene.

Mi burbuja de sensaciones buenas y dudas se rompe al momento que escucho un celular vibrar. El agarre que tengo en la pelirroja se desvanece, Isis se separa un poco de mí y me quedo como idiota viéndola a esos ojos que tanto me llaman la atención. Suspiro mientras con mi pulgar le acaricio la mejilla.

No sé en qué momento la mujer encima de mí se ha movido, pero me percato del celular en su oreja cuando lo veo.

—Doctora Aranaga—contesta con la voz rasposa—Sí, en un momento...—se aclara la garganta—en un momento estoy ahí.

Trago grueso sin querer moverme, pero ella sí lo hace.

Se levanta, acomoda su uniforme azul, su cabello y sale de la habitación dándome un último vistazo, así sin decir nada.

Llevo las manos al rostro para frotarlo y llenar mis pulmones de aire.

Esto no puede ser cierto, no puedo creer lo mucho que esta mujer me ha alterado, y no solo en lo hormonal, mi cabeza está dando vueltas como si estuviese dentro de un quirófano y mi paciente hubiese entrado en crisis.

Miro la puerta por donde ha salido la doctora. «Esto no está bien.» Pienso.

La notificación en mi celular me avisa que necesitan de mi presencia en emergencias. Ahora sí comienza la noche.

Son las tres de la mañana cuando decido tomar un descanso de todo el trabajo que hay esta madrugada, normalmente las noches son tranquilas, pero este fin de semana las personas no están en sus cinco sentidos por lo visto

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Son las tres de la mañana cuando decido tomar un descanso de todo el trabajo que hay esta madrugada, normalmente las noches son tranquilas, pero este fin de semana las personas no están en sus cinco sentidos por lo visto.

Me he distraído bastante, sin embargo, mi cabeza sigue igual de pesada. No es que esté pensando mucho en el hecho de que ese beso ha borrado esa línea imaginaria que tanto me esforcé por tener entre Isis y yo.

Al cruzar el pasillo a mi destino (que es la cafetería) puedo observar a la doctora sentada en el piso, recostada a la pared con la cabeza entre sus piernas. Acelero mi paso para alcanzarla.

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