Cuarenta y Cuatro

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Gerard escucha la puerta abrirse, y sabe que ha llegado después de un largo día de trabajar. Aun así, no se levanta, solamente se mantiene en la cama con su vista pegada al televisor, viendo la misma serie que ya ha visto mil veces, pero que siempre pone cuando no sabe qué ver, o cuando quiere tener algo de fondo pero no prestar real atención.

Puede escuchar cómo deja las cosas encima de la mesa, sus zapatos hacen eco por toda la sala, ya que la televisión tenía el volumen demasiado bajo. Escucha cómo abre el grifo de la cocina y se mueve un poco, teniendo una leve noción de lo que estaría haciendo. Camina por el pasillo y se presenta en el marco de su puerta, su silueta sombría por la luz que entra detrás suyo, su cabello cae por sus hombros y su ropa es más formal de lo que está acostumbrado a ver en su cuerpo. Sus tatuajes, sin embargo, están descubiertos y los puede ver.

— Veo que sigues acostado. — Le dice mientras entra.

— Veo que sigues trayendo comida, Lindsey. — Se acomoda para verla.

Sus tacones resuenan por la habitación que ocupaba antes de mudarse con Richard. Estaba vacía, sin alfombra o decoración. Cuando va a la mesita de noche, empuja levemente la demás fruta que estaba encima, sin plato o algo. Deja la manzana y el vaso de agua ahí, a pesar de que sabe que todo pudrirá ahí.

— Es mi día libre. No pienso levantarme. — Menciona acomodando su cabello rojo.

— Amaría tener días libres, ¿Sabes? — Se quita los tacones mientras se acomoda encima de la cama. — Podríamos ir de caminata. Todavía queda algo de sol.

— Estoy cansado, ¿Puede ser mañana?

— Está bien.

Se quedan en silencio. Gerard nunca ha tenido silencios incómodos con ella. Sentía que Lindsey era probablemente la mejor roomie que podría tener. Te daba tu espacio y lo respetaba, se preocupaba por ti y siempre parecía tener las palabras adecuadas para todas las ocasiones. Más que eso, era la mejor amiga que podía imaginarse.

— ¿Has hablado con Hayley o Frances?

— No.

— ¿Tyler?

— No.

— ¿Patrick?

— Menos.

— ¿Algo anda mal con él? — Pregunta, volteándose para mirarlo a los ojos.

— Sabes con quien trabaja. Solamente... No quiero.

— Está bien. — Dice, volviendo a ver la televisión a bajo volumen. — Sólo voy a recordarte que él no tiene la culpa, no dejes que algo que sucedió con otra persona recaiga en él.

— Lo sé. No quiero que se sienta mal, simplemente no puedo.

— Deberías hacérselo saber. — Le responde tranquilamente. — Él lo entenderá.

— Tendría que contárselo. Todo.

Ella se queda en silencio un momento, como si reflexionase sus palabras. Ella sabe, y siempre supo que las cosas con Frank con funcionarían. Se lo había dicho hace meses, como si supiese el futuro. Él la ignoró como el mayor idiota del universo entero, simplemente porque no quería pensar en la posibilidad de que pasase, quizás para probarle lo contrario. Aun así, ella nunca le dijo "te lo dije", simplemente lo escuchó, y necesitaba eso más que nada; ser escuchado, y no juzgado.

Aún recuerda claramente cuando llegó a Nueva York con Frank. Sin hablar en el avión, intercambiando breves palabras al llegar al aeropuerto. Al llegar a la casa de él, hablaron. Recuerda cómo se veía la casa; solitaria y vacía, como siempre la había visto. Encajaba como anillo al dedo para alguien como su dueño. Aun así, no recuerda mucho la charla como tal. Se siente impotente porque Frank estaba tan calmado, que nunca pudo descifrar cómo se sentía en realidad porque tenía una cara de póker muy buena. Sólo le hablaba en su forma tan adulta y racional, intentando llegar a algún lugar, pero Gerard sabía que no iban a ninguna parte. Así que por esta vez, los roles se intercambiaron. Frank era quien quería convencerse de que las cosas podrían arreglarse y Gerard solamente quería estar solo.

The Perfect Pet ; FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora