Diez

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Estaba enojado.

Frank se veía sexy enojado; tal vez por eso Gerard había tenido la osadía de decir que no había aprendido su lección.

Por eso, en el auto, se encontraba deseando que el camino a casa se hiciera más corto para llegar lo más pronto posible, pues así, tal vez, su amo le quitaría el anillo apretando su miembro y le permitiría correrse.

Por los momentos, Frank parecía disfrutar conducir mientras su celular mantenía encendido el vibrador dentro del pelirrojo; el aparato estaba sobre el tablero, en modo automático, enviando intensas vibraciones al cuerpo del menor, quien sentía que su entrepierna explotaría si no llegaba al orgasmo pronto.

Dolía... Podía utilizar su palabra de seguridad y así terminar con todo, pero si lo hacía, no podría saber hasta dónde quería llegar el mayor; ¿Qué le haría?... ¿Dolería? ¿Lo haría arrepentirse de hacer que lo castigaran? O... Más bien, ¿Lo disfrutaría tanto que terminaría portándose mal con frecuencia sólo para ser castigado? La incertidumbre dolía más que la presión en su entrepierna, eso podía tenerlo por seguro.

Cuando por fin llegaron a casa, Frank, como si nada, apagó el vibrador, y los ojos de Gerard, que estaban cerrados mientras gemía debido a las vibraciones, se abrieron desmesuradamente, al sentir cómo se detuvieron de pronto.

Frank guardó el celular en su bolsillo. En silencio, bajó elegantemente del auto, y así mismo, abrió la puerta del copiloto para que Gerard pudiera salir. El menor sentía que no podía moverse. Necesitaba venirse. Se levantó con algo de dificultad, y se sostuvo del hombro de Frank.

— Amo por favor... — Dijo en tono suplicante. — Necesito venirme.

— ¿Eso quieres? — Preguntó Frank con voz ronca, seductora, provocándole escalofríos al menor, quien asintió efusivamente.

— Por favor, amo. — Repitió.

— Ten cuidado con lo que deseas, cachorrito. — Fue la respuesta del tatuado antes de, cínicamente, besar su mejilla.

Acto seguido, Gerard se sorprendió cuando el mayor, imprevistamente, lo cargó en sus brazos estilo nupcial para llevarlo al cuarto de juegos. Se sabía débil. Iba a dejar que el fetichista de perros hiciera lo que quisiera con él. Cuando se lo contara a su mejor amiga, ella probablemente se moriría de la risa.

Una vez en el extravagante cuarto lleno de artefactos sadomasoquistas, Frank lanzó a Gerard sobre la cama.

— Desvístete. — Espetó imperativamente.

El menor no se hizo repetir la orden, y se quitó la ropa lo más rápido posible, quedando completamente desnudo ante su amo, con su doliente erección empapada en líquido pre-seminal.

Frank actuaba con parsimonia, como un asesino que quiere torturar a su víctima con la incertidumbre.

Tomó de la mesa junto a la cama el collar de cuero con la placa que llevaba el nombre de Gee y la inscripción "propiedad de Frank Iero". El menor se puso de rodillas en la cama, dejando que su amo le pusiera el collar.

— Te ves perfecto así... ¿No te parece? — Dijo al oído del pelirrojo.

— Amo, por favor... — Le miró suplicante nuevamente.

— No seas impaciente. — Frank rió descaradamente. — De pie.

Al recibir la orden, Gerard puso sus pies sobre el suelo y se levantó.

Frank lo guió hasta una zona acolchada en la pared, la cual tiene correas adheridas, las cuales fueron hechas para atar las manos y pies de una persona.

The Perfect Pet ; FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora