Veintitrés

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Frank tenía un dolor enorme en los hombros y la nuca de tanto escribir en su escritorio todo el día. Por lo general, no pasaba sentado tanto tiempo ya que solía hacer otras cosas. Pero estuvo revisando distintos correos de toda la empresa ya que hubo ciertos malentendidos en la sede en Los Ángeles, por lo que tuvo que responderle al administrador general que había contratado para poder no tener que estar observando ambas empresas todo el tiempo. Antes, si pasaba algo así debía viajar de emergencia a LA, obligándose a pagar un hotel de improvisto para unos días mientras resolvía lo más rápido los asuntos, hasta que su familia descubría que estaba ahí tratando de no verlos. Fue mucho más conveniente para él contratar a alguien.

La casa estaba en leve silencio y no pensó mucho en todo, hasta que recordó a Gerard porque vio el puré de papas que se había hecho y había dejado la mitad para él. Siempre cocinaba para ambos así Frank comía comida casera por lo menos una vez al día, ya que su alimentación se basaba en comida de la empresa y ramen, mucho ramen.

No es que Frank no supiese cocinar, sino que nunca le daba tiempo gastar tanto alimento para una persona que llegaba a su casa a descansar solamente cuando estaba solo. Sus otras mascotas hacían comida para ambos y el mayor siempre agradecía un plato de comida hecho en casa.

Supuso que el menor estaba fuera de la casa aprovechando su libertad luego de terminar su estresante trabajo que lo mantuvo esclavizado y debió salir con sus amigos escandalosos. Así que, realmente sin saber qué hacer tan temprano, decidió tomar una siesta o ver alguna serie de mala calidad en su habitación. No eran más de las seis de la tarde, salió bastante temprano para haber tenido que resolver un problema que lo mantuvo ocupado desde que llegó.

Nunca hacía muchas cosas, especialmente cuando estaba solo. Siempre se entretenía viendo películas que podía adivinar el final o leyendo libros que solía terminar en una semana. Y le gustaba, estar tranquilo con su vida lujosa y ciertamente, solitaria.

Subiendo las escaleras, notó el sonido que venía de la habitación de Gerard. No entendía nada de lo que salía de la televisión, a través de las paredes sonaba algo incongruente lo que las personas estaban diciendo en lo que suponía que era una película. Se asomó por el marco de la puerta viendo a Gerard acostado por encima de su cama, con una camiseta holgada y shorts que le llegaban hasta la rodilla. Estaba jugando con sus uñas mientras miraba de reojo los subtítulos. Su cuello estaba doblado de una manera horrible ya que su cuerpo estaba recostado, con la cabeza rectamente apoyada en las almohadas mientras tenía una pierna estirada y la otra doblada.

Gerard siempre se quejaba del dolor impresionante de espalda que poseía, y Frank podía adivinar el porqué.

— Hola Gerard — Saluda mientras entra a su habitación. El contrario se sienta rápidamente al ver que está el mayor y cambia su cara de aburrimiento a una sorprendida, pausa un poco su serie para escucharlo.

— Hola — Dice extrañado — No te escuché llegar, te hubiese ido a...

— Está bien, no pensé que estabas en la casa. — Explica mientras se sienta en la parte izquierda de la cama de Gee que estaba más cerca de la puerta.

— Y... ¿Cómo estuvo tu día hoy? — Pregunta esbozando una sonrisa breve mientras se acomoda más cerca del mayor.

— Normal ¿Y el tuyo?

— No hice mucho hoy, me desperté cerca de la once y desayuné una manzana. Luego vi el primer capítulo, hice el almuerzo, comí y después me quedé dormido. Me desperté hace quince minutos así que... ese fue mi día.

Frank ve un poco la tele mientras ve a los actores asiáticos pausados en la pantalla en lo que parece una escena intensa. Frunce levemente el ceño tratando de recordar la palabra a lo que se le llamaba a esto.

The Perfect Pet ; FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora