Dos

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Cuando volvió a casa luego de su encuentro con Frank Iero, se quitó de encima las prendas abrigadoras y se lanzó dramáticamente al sofá para procesar muy bien qué estaba haciendo con su vida últimamente... No pasaron ni dos minutos cuando su mejor amiga recién estaba llegando y, como era de esperarse, traía consigo algunas bolsas de compras, las cuales dejó en el suelo para aproximarse a él.

— ¿Y? — Preguntó, pidiendo que le hiciera un espacio con él en el sofá. — ¿Cómo te fue con tu nuevo sugar daddy?

— Acepté el trabajo y... Deberías corregirte; no es un sugar daddy... Es un sugar amo... — Chasqueó la lengua, en espera de la respuesta de su amiga... Su amiga la traidora que prácticamente lo ofreció a todos los fetichistas raros que abundan en la Internet.

— Mmm... ¿Qué? — A pesar de su sonrisa, su semblante expresa confusión.

— ¡Trabajaré con un fetichista de perros!

La pelinegra se quedó un momento observándole inexpresiva; Gerard observó cómo lentamente su rostro fue cambiando de forma, de modo que terminó alzando las cejas y abriendo la boca con una sonrisa que devino en carcajada mortal.

El pelinegro observó con los labios fruncidos cómo su mejor amiga se retorcía de la risa.

— Sí... Qué bueno que te parezca divertido. — Dijo por fin. — ¡Porque tú me metiste en esto!

— ¡¿Yooooo?! — Llevó una mano a su pecho, fingiendo estar ofendida. — ¿Acaso yo te dije que fueras con el fetichista de perros?

— ¡No! ¡Pero con lo que pusiste en esa página, me vendiste como un trozo de carne a todos esos depravados! Deberías estudiar Publicidad en vez de Medicina.

— ¿Verdad que sí? — Contestó risueña. — Realmente sé cómo ofrecer un producto y que todos quieran adquirirlo. ADEMÁS, ¡Puse lo que querías! Lo redacté de una manera distinta a cómo lo dijiste, pero... La idea principal estaba allí. No puse nada que tu no dijeses, no cambié lo que querías.

— Me caes mal. — Masculló, lanzándole una mirada asesina.

— ¡Hey! Logré tu objetivo.

— Y gracias a lo que pusiste... Obtuve más ofertas de las que necesitaba. — Admitió. — Y descubrí parafilias que estaba mejor sin saber que existían.

— Bien, no te mentiré; cuando escribí esa descripción, sabía la clase de personas que podrían llegar a ti, pero máximo pensaba que era un sugar daddy con un fetiche de ahorcamiento o algo.

— ¿Estás bromeando? ¡No fue exactamente eso!

— No lo hice para molestarte ¡Me ofende que siquiera lo hayas pensado! Lo hice porque sabía que, entre tanta mierda, elegirías al daddy perfecto... Yo te puse las opciones en bandeja de plata y fuiste tú solito quien escogió al fetichista de perros... Además... Aceptaste el trabajo aun cuando no estabas en la obligación de hacerlo... Dime ¿Por qué lo hiciste? — Preguntó con curiosidad. — ¿Acaso también tienes un fetiche con ser un perro? ¿Te gusta ladrar y que te premien por tu buen comportamiento? — Finalizó con otra carcajada. — No me esperaba eso de ti.

— No era algo que debías esperarte... Yo s-sólo... Vi que la paga es muy buena, y que él no es tan malo; por eso acepté. — Jamás iba a aceptar su interés hacia Frank y el fetiche de forma tan directa, ni mucho menos en frente de Lindsey.

No podía admitir que después de ver el perfil de Frank en la página, no le interesó revisar otros perfiles. Definitivamente no admitiría su curiosidad ante ambos; el fetichista y el fetiche. Simplemente quería probarlo todo y no dejar nada fuera.

The Perfect Pet ; FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora