Treinta y Cuatro

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— Gerard, cállate, no es momento. — Dice firme, y el menor se calla abruptamente.

A estas alturas, la situación comenzaba a ponerlo muy incómodo, y la reacción del pelirrojo no lo hizo sentir mejor, sino todo lo contrario.

— Lo siento... — Musitó Gerard, y Frank soltó una especie de suspiro de lamento al ver su expresión; cómo se sobresaltó al ser callado, cómo bajó la mirada y sus ojos se entristecieron... Sus malditos ojos de cachorrito que suplicaban amor y atención.

Amor y atención que el tatuado quería darle, pero parecía ser que la cantidad que él quería de ello era una inconmensurable, una que se escapaba de las manos de su amo.

Su amo... ¿Siquiera podía seguir llamándose a sí mismo de esa forma? Porque las cosas han estado escalando muy rápido entre ellos, y el roleplay, su zona segura, es la que más ha estado invadida por estas cosas: Amor y atención.

— Está bien, Gee... — Intentó hablarle con una voz suave y tierna. Aunque esto no fuese algo que le saliera naturalmente, quería hacer sentir mejor al pelirrojo; quería hacerlo feliz.

Quizás permitía demasiadas cosas para hacerlo feliz, pero al mismo tiempo reconocía que Gerard ponía mucho de su parte dentro de la "relación"... ¿Debía llamarlo así? ¿Relación?

Aquello era un área gris que aún no se había discutido; ninguno de los dos tenía el valor de poner las cartas sobre la mesa.

Pero lo que Frank podía tener claro es que había desarrollado muchos sentimientos hacia Gerard; le importaba, quería protegerlo y hacerlo feliz. Asimismo, reconocía que Gerard hacía mucho por él y siempre le mostraba cuánto se preocupaba por él. Es decir, lo llevó a Coney Island... Lo cuidó... Durmieron acurrucados... Tuvieron sexo vainilla por la mañana. Así empezó todo esto, ¿Luego qué? Luego los días se convirtieron en semanas y las cosas seguían escalando; dormían más seguido en la misma cama, pasaban más tiempo juntos fuera del roleplay... Demasiado tiempo fuera del roleplay.

Era ahí donde la realidad hacía de las suyas. Todo esto se estaba volviendo muy raro.

El roleplay, poco a poco, pasó a segundo plano. Ya no es él quien decide, es Gerard quien entra en su personaje de mascota cuando quiere. Últimamente, el menor parecía querer todo lo que Frank ha evadido durante toda su vida: Una relación "normal" de pareja, dejar el roleplay para la cama y que el resto sea puro romance.

Y por más que quisiera hacerlo feliz, tenía que admitir que las cosas se estaban saliendo mucho de control; el hecho de que se colase a su compañía para llevarlo a una cita ya decía mucho, ¿Qué vendría después? ¿Cuánto más podría permitir?

Tenía que reconocer, claro, que la mayoría de las cosas salían bien cuando simplemente se dejaba llevar, pues terminaba sintiéndose genuinamente feliz junto al menor y agradecía haberse dado la oportunidad de salir de su zona de confort y probar algo nuevo, tal y como pasó en Coney Island, donde incluso se olvidaron de su diferencia de edad. Sí, todo aquello era posible... Pero no siempre era así.

Hoy no es así, a pesar de que puso de su parte para que las cosas salieran bien.

Si hubiese tenido una jornada laboral difícil, o si no le importara Gerard, se habría puesto de muy mal genio al verlo en su oficina sin haberle avisado previamente que iría; aquello normalmente sería una falta de respeto para él. Sin embargo, voluntariamente puso de su parte, se dejó llevar por el carácter simpático y a veces infantil del pelirrojo, y fue con él hasta la cafetería de buen humor; buen humor que se reflejó en su forma de saludar con entusiasmo al mesero, y en su manera de perderse en la paz que le daba escuchar su canción favorita con la compañía de su persona... ¿Favorita? No sabía si decirle así a Gerard, tampoco convivía con muchas personas en su vida personal.

The Perfect Pet ; FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora