Tres

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Gerard llegó con su maleta a la dirección donde se le había indicado. El camión de mudanza había llegado temprano al departamento y se llevó las cajas con sus cosas, por lo que todas ya debían estar en casa de Frank.

Se trataba de una zona residencial, de casas muy bonitas con jardines pulcros. La casa de Frank era de color blanco, y ya desde afuera se veía bastante distinguida... Pero también bastante común... Nadie se esperaría que allí residiera un fetichista de perros. El pelirrojo rió para sí mismo gracias a este último pensamiento, y entonces presionó el timbre.

Cuando la puerta se abrió, él lo recibió; su camisa blanca estaba arremangada hasta los codos y ligeramente desabotonada, mostrando más de sus tatuajes, como si apenas acabase de llegar del trabajo y sólo quisiera ponerse cómodo.

— Ho-Hola. — Gerard saludó tímidamente con su mano, sin saber muy bien qué hacer o decir al momento, pues se sentía un poco, o mejor dicho, MUY nervioso al saber qué era lo que venía a hacer exactamente.

— ¿Cómo estás, Gerard? — Le saludó él de vuelta, como siempre, muy correcto y elegante.

Hoy sería un día de entrenamiento... Y Gerard aún no estaba muy seguro de lo que el "entrenamiento" implicaría, excepto, claro, ser tratado como un perro.

Al entrar, se dio el tiempo de admirar lo inmensa y elegante que era la casa de Frank. Se dio cuenta de que tenía muy buen gusto en arte; se podía ver en los cuadros vanguardistas de sus paredes, o quizá simplemente contrató a un diseñador de interiores que sabe hacer bien su trabajo. Estaba tan perdido admirando cada rincón del lugar que en su propia torpeza, terminó chocando con el tatuado, y cuando éste volteó a verle arqueando una ceja, el pelirrojo sólo se disculpó y sonrió algo apenado, pero el semblante del mayor se mantuvo impasible.

«Es TAN serio...». Se dijo. «Con razón no tiene pareja a pesar de ser rico y guapo... Es muy amargado y a nadie le gustan los amargados».

Al llegar al salón de estar, Gerard pudo ver que Frank tenía todo previamente preparado. Tragó saliva pesadamente al ver los distintos instrumentos colocados sobre la pequeña mesa frente al sofá; había un collar de cuero con un aro, junto a este, había una cadena que estaba destinada a atarse al collar, un bozal, y una máscara de látex que simulaba la cabeza de un perro; cuando investigó acerca del kink, vio muchas fotos de máscaras como esas, realmente no podía imaginarse a sí mismo usando tal cosa, incluso Lindsey llegó a hacer chistes al respecto. También habían unas orejas de perro, de pelaje negro; dichas orejas venían a juego con un plug que llevaba una cola con un pelaje del mismo color, también había otro plug con una cola, pero ésta era de látex y venía a juego con la máscara.

Además, en la mesa había otros objetos como arneses, entre los cuales algunos contaban con una correa y, por último una fusta de cuero, esto último aumentó sus nervios... Él aceptó los castigos físicos en el contrato siempre y cuando fueran leves, dentro de sus límites. Pero, aun así, tenía un poco de miedo, ya que él siempre había sido muy sensible (por no decir llorón) y no le agradaba la idea de ser golpeado en general, y menos durante el sexo.

— Bien, Gee. — Dijo Christian Gr-ES DECIR, Frank, después de aclararse la garganta, llamando la atención del pelirrojo, quien hasta el momento, parecía ensimismado. — Primero, necesito que vayas a cambiarte.

Cuando estuvo a punto de replicar, Gerard vio cómo el tatuado tomó del sofá una caja mediana y plana de color blanco con un bonito lazo de color negro que el pelirrojo no había notado gracias a que estaba más al pendiente de los artículos inusuales sobre la mesa. Frank le entregó dicha caja, junto con uno de los arneses y el collar, además, añadió las orejas peludas junto la cola a juego.

The Perfect Pet ; FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora