Veintiocho

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"Ya estoy aquí"; escribió mientras cruzaba la puerta de la casa de su amo después de abrirla con su copia de la llave.

"Estoy en mi oficina."; no se sorprendió al leer esta respuesta, pues su amo regresó el día anterior de sus vacaciones, así que era bastante obvio que ya se estaba poniendo al corriente con su amado trabajo.

"Iré primero a la cocina por un vaso de agua"

"Ok."

Soltó un largo suspiro y, luego de dejar su maleta y su mochila en la sala, se dirigió a la cocina a saciar su sed, como dijo que haría.

La casa de Frank se sentía tan solitaria, que era difícil imaginar que realmente estaba allí; Gerard lo seguía sintiendo tan ausente como el último par de semanas en sus vacaciones, en las cuales no tuvo ningún tipo de contacto con él. Después de aquella llamada donde el mayor le dijo explícitamente "olvídate de mí", eso fue justo lo que decidió hacer, y en cierta forma, se sintió bien.

Aquel viaje le sentó de maravilla (excepto por las quemaduras de sol); hizo muchas cosas divertidas, hizo un bonito video de recuerdo y fortaleció un vínculo mucho más fuerte con sus amigas de la universidad, llegando a conocerse aún más y compartir con ellas su más grande secreto.

Al principio lo dijo motivado por la circunstancia, pero de alguna forma se sentía liberado, especialmente porque Frances y Hayley lograron comprender perfectamente sus sentimientos, y lo mejor era que lo hacían sin necesidad de conocer su realidad: Él no era un sugar baby, sino una mascota. Gerard no se atrevió a contarles los detalles.

Al menos, cuando comenzaran las clases en septiembre, las cosas serían menos incómodas si de casualidad se llegaba a nombrar al "Señor Iero".

Volvió a suspirar tranquilo una vez que ingirió el vaso de agua, mientras sus ojos inspeccionaban curiosos la cocina de Frank... Todo seguía igual excepto por el libro abierto en la encimera, en la página abierta se notaba una receta de Osobuco con Vegetales y Risotto; claramente una receta italiana. Lo que lo llevó a indagar un poco más, ya que Frank casi nunca cocinaba, sólo lo hacía en el desayuno, y su dieta se basaba en ramen instantáneo y cualquier cosa que provenga de un restaurante, a no ser que fuese el pelirrojo quien tomara la iniciativa de cocinar, o que él mismo tuviese ganas de hacerlo, pero aquello no era muy seguido.

La portada del libro era de un sobrio color vinotinto, y en letras doradas, el título versaba: I Segreti Della Nonna. En letras más pequeñas, decía Los secretos de la abuela, traducido para que pudiese ser reconocido al público a cual iba dirigido.

« ¿Por qué Frank tendría un libro de recetas que nunca va a poner en práctica?». Se preguntó frunciendo el ceño y ojeando más aquel libro, cuyo nombre de autor no se le hizo familiar (a pesar de su poco conocimiento sobre autores de cocina), hasta que, al ver la dedicatoria de la primera página, todo cobró sentido:

"Más que recetas italianas tradicionales, este es un pedazo de mi hogar, de mi familia y de nuestra historia; las recetas que mi abuela compartió con mi madre y posteriormente conmigo, y que ahora yo puedo compartir con las personas que me recibieron con los brazos abiertos en este hermoso país y con mi propia familia, que crece rápido y con amor.

Dedicado a mi esposo por siempre apoyarme y creer en mí.

A mi madre, a pesar de ser mencionada antes, merece todos los reconocimientos del mundo, porque posee un lugar muy especial en mi corazón hasta mi muerte, por enseñarme recetas de cocina desde que era pequeña, por dar ese sabor a sus comidas que jamás olvidaré.

A mi hijo, por darme la idea de hacer este libro y así inmortalizar las tradiciones familiares, y a su esposa, por mantener el espíritu italiano vivo en él.

The Perfect Pet ; FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora