Cap. 3- Hoy sin ti

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"Es obvio que le atraigo. Pero también le repelo. Y viceversa.
Por eso somos el uno para el otro y por eso no pasa nada" - Alberto Fuguet



Los nervios hacían que no me dieran ganas de desayunar, hoy sería el primer día que asista a la escuela siendo novia de Connor, después de ser simplemente amigos, por fin seriamos algo más.

Después de la fiesta de Johann, Connor y yo fuimos inseparables, al principio todos en la escuela se sorprendieron porque creyeron que éramos novios, él desmintió el rumor diciéndoles que éramos amigos, cosa que así era, hasta ahora. Hace dos días salí con él a la plaza que quedaba cerca de nuestra comunidad, Connor pasó a recogerme a las cinco de la tarde, me llevó al cine y después a comer, fue allí donde me lo propuso.

– Oye, Arianna.
Alcé mi vista y me encontré a un Connor nervioso.
– ¿Qué sucede, estás bien? –Pregunté exaltada, no se veía nada bien.
– Todo está bien, quiero preguntarte algo –tomó mis manos y las acarició lentamente, volteé a ver nuestros dedos entrelazados y sentí una electricidad agradable– dijiste que querías ser mi amiga, pero ya no aguanto, cada vez que estoy contigo me siento completo, siento que soy yo mismo, cuando estamos en clase cuento cada minuto para poder verte y todos estos sentimientos me están matando porque solo somos amigos. No puedo llegar y simplemente besarte porque sí, tú te enojarías, aunque muero por hacerlo, quiero besarte otra vez y –suspiró– ¿Quieres ser mi novia?
Apuesto cualquier cosa a que mi cara parecía como si la hubiera aplastado una puerta, mi corazón se fue acelerando con cada palabra que salía de la boca de Connor, no podía hablar, el rostro de Connor estaba tan pálido que temí que se desmayara en su asiento.
– Sí.
La palabra salió de mis labios en un susurro.
– ¿Sí aceptas ser mi novia? –Dijo sorprendido.
– Sí, acepto ser tu novia.
– Por fin –seguido de eso, Connor se alzó de su asiento y acercó sus labios a los míos– Prometo ante esta pizza que se encuentra en medio de los dos, serte fiel y nunca lastimarte.
Nunca cumplió su promesa y gracias a él odio la pizza.


Tropecé con alguien y mi recuerdo se volvió a esfumar por segunda vez en el día, había chocado con una trabajadora, el problema fue que ella llevaba un vaso de vidrio y al caer éste se estrelló e hizo un fuerte ruido, tan fuerte que hasta afuera de la tienda se escuchó y llamó la atención de todos, incluyendo a Connor.

– Lo lamento –Dije rápidamente.
– Tu mano –dijo asustada la trabajadora, señaló mi mano con su dedo índice, bajé mi vista y ésta estaba cubierta de sangre– ¡Por Dios! ¡Te está saliendo sangre! –Gritó.
Volteé hacia afuera del local y vi a Connor observándome, mi vista empezó a nublarse, escuchaba la voz de la trabajadora y la de mi madre como un zumbido, de la nada todo se tornó negro.

– Ella se encuentra bien, ahora puedes irte.
Esa era la voz de mi madre y se escuchaba muy lejana.
– Lo sé, pero realmente quiero quedarme con ella, tan siquiera cinco minutos, por favor.
Otra voz ¿De quién era exactamente?
– No le haces bien a mi hija, estás equivocado si crees que te voy a dejar con ella.
– Solo serán cinco minutos, por favor.
Esa voz parecía la de Connor, pero era imposible que fuera él, tal vez la estaba confundiendo.
– De acuerdo, cinco minutos, los contaré y después te alejarás completamente de ella ¿Entendido?
Nunca la había escuchado tan molesta.
– Sí –después de eso se escuchó unos pasos y el ruido de la puerta al cerrarse– A pasado algún tiempo desde lo nuestro –la persona que se encontraba conmigo tomó mi mano sana– tengo cinco minutos para decirte todo lo que me he guardado, pero ni siquiera cinco meses hablándote sería suficiente ¿Sabes algo? Eras todo para mí, sé que nunca conoceré a alguien como tú, que me comprenda como tú lo hacías –un suspiro– quiero decirte que...
– Basta, se acabó el tiempo, ahora vete.
Interrumpió mi madre a Connor ¿En serio el tiempo había pasado tan rápido?
– Está bien.
Sentí como soltaba mi mano.
– No te vayas –Susurré y abrí lentamente los ojos.
– Arianna –Empezó a decir mi madre.
– No, quiero hablar con él.
Ahora fui yo quien la interrumpió.
– Yo no quiero hablar contigo –Dijo bruscamente Connor, clavé mi vista en él.
– ¿Qué?
Apenas y se escuchó mi pregunta, el Connor tierno de hace unos minutos había desaparecido, el nuevo Connor mantenía la quijada apretada.
– ¿Acaso ya eres sorda? Dije que no quiero hablar contigo, espero nunca más volver a verte.
Y sin más que decir salió de la habitación azotando la puerta.
– Ari –dijo mi mamá, mi mirada estaba fija en la puerta que hace unos instantes cruzó Connor– él no vale la pena, no te merece, no después de todo lo que te ha hecho.
El tono dulce de mi madre hacia que se hiciera más grande el nudo de mi garganta.
– ¿Por qué me hace esto? –volteé hacia donde se encontraba ella– hizo todo lo posible para enamorarme y de la nada se fue, después de tanto tiempo de no saber nada de él –cada palabra que decía eran dagas que me complicaban hablar– ni siquiera de verlo, viene a decirme cosas tan tiernas y cuando quiero hablar con él se comporta como si yo fuera su problema, cuando no fui yo quien lo dejó hecho un caos, ¡Yo debería de estar enojada! Él fue quien me rompió el corazón.
– Lo sé, cariño –tomó mi mano, la misma mano que Connor había tocado– Sé que no es fácil para ti nada que tenga que ver con él, pero también sé que podrás superarlo.
– ¿Cómo supo que estaba en este hospital?
Cambié de tema, no me agradaba seguir torturándome con lo mismo, aunque todo lo que tuviera que ver con él era una tortura constante.
– Al parecer se encontraba afuera de la tienda, así que escuchó como todos dentro del local pedíamos ayuda porque te habías desmayado y tu mano no paraba de sangrar. Entró inmediatamente y se acercó a verte, le dije que se fuera –hizo una mueca– pero no quiso y se ofreció a ayudarnos, te cargó y en su carro te trajo al hospital.
Yo sabía que Connor se encontraba afuera de la tienda, el problema era que su acto demostraba que yo sí le importaba, el otro problema era que hace unos minutos se comportó como el idiota que realmente era.
– ¿Qué te dijeron de mi mano?
Desde que desperté no me había fijado que en la palma de mi mano había un gasa cubriendo la herida.
– No fue tan grande la cortada, dijeron que te desmayaste por ver la sangre, te tuvieron que coser, fueron dos puntadas, estás bien pero tienes que cuidar esa mano –me veía con cara pensativa– es como un reposo de mano.
Me reí.
– ¿Reposo de mano? –Enarqué una ceja.
– Sí, no debes de hacer nada con esa mano, reposo de mano.
Me explicó como si reposo de mano fuera algo común.
– Está bien ¿Cuándo podré irme a casa? –Dije acomodándome.
– Desde hace –miró su reloj– diez minutos.
– ¿Por qué no lo dijiste antes? Sabes que odio los hospitales.
– Te lo estoy diciendo ahora, vamos a cambiarte.

Después de haberme cambiado y unos cuarenta minutos más tarde ya me encontraba en mi cuarto recostada. Me estaba aburriendo sin nada que hacer, estaba a punto de prender la televisión cuando me fijé en una caja y no solamente era una simple caja, ahí estaban cerrados todos los malos recuerdos del año anterior. Mi parte masoquista se levantó y fue hacia donde se encontraba ésta, en la tapa había una etiqueta que decía; Si abres la caja golpéate a ti misma, «sí que estoy loca» agarré la tapa y la abrí ignorando la etiqueta. No lo podía creer, estaba llena de papelitos y un recuerdo vino a mi mente.

– ¿Qué haces aquí? –Le pregunté a Connor.
– Vine a verte –Sonrió de lado.
– Eso es genial –también sonreí– pero estoy en clase, si la maestra se da cuenta que te colaste al salón nos va a ir mal.
– No se da cuenta –miró a la maestra– se está quedando dormida.
Volteé hacía el escritorio y como dijo Connor, mi maestra Lourdes se estaba quedando completamente dormida.
– Buen punto –Le comenté mientras le decía a un compañero de al lado si le dejaba el lugar libre a Connor, obviamente dijo que sí y además agregó algo de "Por supuesto que le dejo mi lugar a Connor, es un honor" supongo que estaba siendo sarcástico aunque no estaba realmente segura.
– Ventajas de ser capitán –Comentó Connor tan egocéntrico que puse los ojos en blanco exageradamente.
– ¿No se supone que tienes clase? –Levanté una ceja.
– Otra ventaja de ser capitán –volví a poner los ojos en blanco– estamos entrenando y les dije que vendría a verte.
– Y supongo que no rechistaron.
– Supones bien –Sonrió.
– Señorita Coleman, haga su lectura y deje de platicar –Dijo la maestra con los ojos cerrados, eso es extraño.
Agarré mi libro y comencé a leer.
– Préstame un cuaderno para que al menos piense que traigo útiles.
Ni siquiera esperó mi respuesta ya que agarró mi mochila y sacó un cuaderno.
– Sí claro, te lo presto –Me reí y él hizo lo mismo.
Estaba concentrada leyendo cuando un pedazo de papel tapó mi lectura, lo agarré y decía "Amo verte leer" volteé a verlo y le sonreí. Abrí mi cuaderno y también le escribí algo, arranqué el pedazo de hoja y se lo di.
–Y yo amo todo de ti.
Lo leyó en voz alta.
– Así es –Le confirmé.
Sus ojos estaban en contacto con los míos y lentamente de sus labios salió una sonrisa cautivadora, sentía como si estuviera hechizada. Dicen que los ojos no mienten, bueno, eso es verdad, cuando la mirada de Connor me atrapaba no había nada mejor, podía ver a través de ellos y me encantaba lo que veía, veía amor puro, sabía que él realmente sentía algo por mí, nada de juegos, simplemente amor verdadero.
– Me encantas.
Fue lo único que dijo y después unió sus labios a los míos.

2 veces sin tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora