"Supe que estaba enamorada cuando todo el día no hacía otra cosa más que pensar en él y en lo bien que nos veíamos juntos." -Samm de la Rosa.
De vuelta a casa, era como si reviviéramos la escena de hace unas horas; el carro, charlas románticas entre Doreen y Brandon, una canción triste en la radio. No podía dejar de repasar en mi mente la conversación con el familiar de Connor, eso quería, olvidarla, pero me era imposible, incluso traté de prestar atención a las cosas empalagosas que se decían Brandon y Doreen, pero era inútil, al menos sí había obtenido respuestas.
– Entonces señorita Coleman, ¿Qué puedo hacer por usted? –Dijo el Doctor.
Me encontraba en su consultorio, era grande, blanco y limpio, claro que así deberían de ser los consultorios, llamó mi atención la ilustración del test de Snellen que se encontraba en una esquina, salí de mi ensimismamiento cuando el doctor carraspeó, lo miré y me indicó con la mano que tomara asiento.
– Quiero obtener respuestas claras, han pasado cosas... abrumadoras y las conclusiones que he sacado son peor que los sucesos.
Asintió y juntó sus manos, las recargó en el escritorio y se inclinó.
– Supongo que ya sabes cuál es su síndrome –asentí– debes ser consciente de que a veces se debe ser fuerte y tener en claro que todo cambia de un día para otro.
No dije palabra alguna, incluso mi interior me indicaba que gritara que no quería saber nada, que prefería ser ignorante a escuchar algo que no podría aguantar, pero una parte de mí quería saber la verdad y lo necesitaba, por él y por mí, tenía en mente que si se volvían a presentar los síntomas ya sabría qué hacer.
– Lo sé muy bien –Respondí.
– El síndrome que Connor padece es muy extraño, se tiene poca información sobre él ya que es poco común que lo padezcan. Es hereditario pero nadie de nuestra familia lo padeció, o al menos eso creemos.
– ¿O sea que pudo ser algún familiar que lo tuviera y ustedes no lo saben? –Pregunté.
– Sí, por desgracia nuestra familia hace años se separó, la última vez que vimos a mi padre fue cuando el papá de Connor y yo teníamos siete años de edad.
– Lo lamento –Comenté, no sabía qué decir, incluso me era difícil respirar.
Me removí en el asiento incómoda.
– Tenemos la teoría que mi Connor fue quien lo heredó.
Me enderecé de mi asiento.
– Le seré sincera, no sé nada de la enfermedad y yo supuse que algo le pasaba a Connor, sabía que sus reflejos exagerados no eran normales.
El doctor asintió.
– Uno de los tantos síntomas que se presentarán son movimientos anormales e incluso el aumento de los reflejos como me acabas de mencionar.
Parpadeé unas veces para tranquilizarme.
– ¿Unos de los tantos síntomas? –Pregunté temerosa.
Él me miró confundido.
– ¿Qué? –Dijo.
– Usted dijo que uno de los tantos síntomas que presentará son los reflejos –tragué saliva– ¿Cuáles son los otros síntomas?
Exhaló.
– El aumento de los reflejos son lo de menos –guardó silencio un momento– es probable que haya espasticidad, sus músculos estarán tensos y rígidos, interferirá con su actividad de caminar o el comunicarse con los demás mediante el habla. El revisar acciones repetitivamente como apagar las luces, cerrar la ventana o repetir palabras de manera silenciosa.
Su voz parecía lejana, con un nudo en la garganta recordé aquella noche que pasé con Connor.Le hice caso, me acomodé en la cama y lo esperé, él se había marchado al baño, acaricié la textura de la playera y envolví mis brazos alrededor de ésta, no podía evitar sonreír y ya hasta mis mejillas dolían. Connor después de unos minutos salió, apagó la luz del cuarto y se acostó a mi lado pero volvió a levantarse y prendió la luz.
– ¿Qué pasa? –Pregunté, supuse que se le había olvidado algo.
– Nada ¿por qué?
Apagó la luz y se encaminó a la cama pero volvió a pararse y prendió la luz, después la apagó, le iba a preguntar qué sucedía pero volvió a acostarse y de nuevo se levantó para prender la luz, realmente no sabía qué estaba pasando, fue el mismo procedimiento durante unos cuantos minutos.
Me levanté de la cama y lo agarré del rostro, sus ojos estaban perdidos.
– Connor mírame –Sus ojos se posaron en los míos.
– ¿Qué sucede? –Preguntó.
– Nada, todo está bien, ahora vamos a acostarnos ¿de acuerdo? –Lo tranquilice.
¿Cómo explicarle algo que ni yo entendía? Él asintió confundido.
– Apagaré la luz –Dije.
Me acerqué al interruptor y lo presioné, Connor me miraba detenidamente.
– Vamos.
Entrelacé mis manos a las suyas, él se acostó primero y después yo, Connor me abrazo y beso mi mejilla.
– Descansa –Dijo.
– Tú igual –Respondí.
Sabía que era un síntoma, cerraba los ojos y la mirada perdida de él se hacía presente y eso me partía el corazón.
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2 veces sin ti
RomanceCreo que cuando conoces el gran amor de tu vida y de repente lo pierdes, llega una gran tristeza que no te deja ver la posibilidad de luchar por el, pero igual creo que hay personas a las que no les importan las adversidades, ni cuantas cosas negati...